La aventura del cordobés que a los 90 años voló por primera vez y pudo conocer el mar
CORDOBA. Fernando Burzzio tiene 90 años y no conocía el mar pese a que buena parte de su vida repitió su teoría de que la "tierra no puede ser redonda porque el agua del mar se aplana". Cordobés , descendiente de italianos, el mayor de seis hermanos, "trabajó y trabajó" durante toda su vida. Una casa en Coronel Bulnes, en el interior provincial, y un Fiat 600 son todo su patrimonio. A los 90 cumplió su sueño, viajar en avión y ver el mar.
Viajó a Mar del Plata con su hija más chica, Eliana, y su familia. Hace dos años, cuando murió Nilva, su mujer de toda la vida, cerró su casa en Bulnes y se fue a Coronel Moldes -a 15 kilómetros- a un hogar, al mismo al que pensaba ir con su esposa porque no querían "a nadie extraño" en la casa. Divertido, lleno de anécdotas, cantante de tangos, nunca abandonó su teoría de que el mar "se aplana".
En enero, Eliana le hizo la promesa de viajar y el médico recomendó octubre por el clima. Semanas antes Fernando tuvo una fuerte gastroenteritis y el ruego de la familia era que no se truncara el sueño. A la mañana temprano le avisaron que a la noche viajarían. Su preocupación fue qué ponerse, qué ropa llevar, cómo hacer la valija. Para Fernando era el inicio de una aventura.
"Todos los ríos van al mar y, cuando llegan, el agua se nivela. Si es así la tierra no es redonda porque sino cómo hace". Ese era el concepto que repetía una y otra vez entre las risas de sus amigos y familiares. Las dudas no se le iban y le daba "curiosidad" ver el mar.
Eliana tiene por costumbre hacer videos caseros con su papá y esta vez no fue la excepción. Subidos en su muro de Facebook empezaron a llegar comentarios pidiendo más de la historia, gente que recordaba a sus papás y que se emocionaba con las palabras de Fernando. "Estás haciendo un reality con el abuelo", se divertían las nietas.
Vio el mar por primera vez desde la ventana del hotel; después desde el auto en el puerto de Mar del Plata y, por fin, se arremangó los pantalones y caminó por la playa esperando la llegada calma de las olas.
"Era como que no lo reconocía; le decía laguna, río. No tomó la dimensión de lo que es y no pudimos hacer una excursión en barco porque no había -cuenta Eliana a LA NACION-. Lo impresionó mucho el avión".
Eliana cuenta que siempre fueron una familia muy humilde y que sus papás "no fueron de tener mucha vida social; estaban solos en su casa, visitaban a sus hermanas, iban a misa. Lo que conocían eran las sierras cordobesas".
Fernando empezó a trabajar a los ocho años; hizo de todo. Dejó el colegio en segundo grado y fue vendedor de leche, albañil, carnicero y encargado de un campo, donde pasaba hasta tres semanas sin volver a su casa. Recuerda que de chico, su mamá acostaba a los seis hermanos para lavarles la ropa.
"Es alegre; muy agradecido y despojado. Cuando cerró su casa de Coronel Bulnes, cerró una historia. No quiso volver más; trajo a mi mamá a enterrarla acá para tenerla cerca. No la nombra y si le preguntamos, dice ‘sé que ella me está esperando’", describe Eliana.
A Fernando le cuesta hablar por teléfono porque no escucha bien. Repite que "no es lindo lo lindo sino lo que nos gusta" y que a la vida hay que "vivirla bien". Cuando regresó al hogar, relató a todos su viaje. "Me volví para no seguir haciendo nada", se ríe pero asegura que ese es su lugar y no el mar. "Me fue más que bien".
Hace unos días, Fernando y Eliana recrearon el relato de Eduardo Galeano . "Fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: ¡Ayúdame a mirar!"
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