La gran transformación de la ciudad de Buenos Aires, en 1936, incorporó a la vez uno de sus símbolos permanentes: el obelisco. Se había ensanchado Corrientes y la Diagonal Norte exponía los desafíos arquitectónicos más modernos, pero al conjunto le faltaba la avenida que uniría el norte con el sur, un proyecto que venía pensándose desde 1889.
El intendente Mariano de Vedia y Mitre, siguiendo instrucciones del presidente de la Nación, el general (e ingeniero) Agustín P. Justo, puso manos a la obra para insertar la 9 de Julio en el trazado del centro. Desde marzo de 1937, y durante poco más de siete meses, se realizaron las expropiaciones de cinco manzanas, sus demoliciones y la preparación de una arteria de veintiocho metros de ancho, solo en su parte central, que conectaría las avenidas Montes de Oca (al sur) con Alem (hoy Libertador, al norte).
La estética no fue descuidada. Cuatro fuentes adornaron el nuevo sector y se plantaron cerezos japoneses, ceibos, jacarandás y timbós. Para la ocasión, además, se embanderó el centro de la ciudad.
La inauguración de aquellas primeras cinco cuadras, entre Bartolomé Mitre y Tucumán, tuvo lugar el martes 12 de octubre de 1937, día feriado por el aniversario del Descubrimiento de América que por decreto de Hipólito Yrigoyen se denominaba, a partir de 1917, "Día de la Raza".
Por su magnitud, la obra despertó gran expectativa. Los medios periodísticos la bautizaron "la avenida más ancha del mundo" por el hecho de superar en veinte metros a la del Bois de Boulogne, de París; y estimaron que unas cien mil personas llegaron desde distintos puntos de la ciudad y alrededores para presenciar la inauguración. Cabe aclarar que al apreciar su anchura, se consideraban también las dos calles paralelas, Cerrito y Carlos Pellegrini.
Para el acto se instalaron seis palcos. En el que fue marcado con la letra A se colocó un micrófono conectado a altoparlantes para que las palabras de Justo -concurrió acompañado de la Primera Dama Ana Bernal- llegaran a todos los asistentes. En un palco vecino se ubicó la presidenta de la Sociedad de Beneficencia, Carmen Marcó del Pont de Rodríguez Larreta, bisabuela del actual jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta.
La ceremonia se inició a las doce menos cuarto, pero el clima festivo había comenzado antes. El discurso del presidente fue muy celebrado, así como también la suelta de mil palomas. Luego, el general recorrió la avenida a pie, situación que complicó la tareas de los encargados de la custodia.
Junto con el intendente, visitaron el estacionamiento subterráneo, otra de las novedades de la jornada. Una nueva ovación despidió al matrimonio presidencial cuando el coche descapotable partió por Corrientes rumbo al hogar de la pareja en la avenida Federico Lacroze. El mandatario saludaba de pie, agitando su sombrero, mientras recibía una delicada lluvia de flores desde los balcones vecinos.
Al retirarse las autoridades, la fiesta tomó mayor proporción gracias al número de concurrentes que iba multiplicándose a medida que pasaban las horas y al buen tiempo primaveral que acompañaba la jornada. La avenida Corrientes, cortada al tránsito, se convirtió en una gran peatonal para la marea humana que disfrutaba del paseo y de la majestuosidad del obelisco.
A las cinco de la tarde hubo un concierto a cargo de la banda municipal. A las siete, varios conjuntos musicales se dieron cita en las distintas cuadras. Fue cuando la recién nacida Avenida 9 de Julio se convirtió en una atractiva pista de baile más que bien iluminada para delicia de los entusiastas del fox-trot y el tango. En forma inesperada, reaparecieron Agustín P. Justo y Ana Bernal, quienes deseaban conocer la vista nocturna. La atracción de la noche fueron dos escudos, el nacional y el municipal, de catorce metros de altura, compuestos con cinco mil lamparitas de colores. En la asfaltada pista, el entusiasmo hizo que, a pesar de que el 13 de octubre era día laborable, las música sonara hasta la una de la mañana.
El gran ausente fue Atilio Dell’Oro Maini, secretario de Hacienda de la Municipalidad, quien tuvo a su cargo el proyecto. Faltó por motivos de salud, pero pocos días después, ya repuesto de su dolencia, recorrió las cuadras en automóvil. Esa misma tarde comenzó a planificar la concreción del nuevo tramo, entre Mitre y Belgrano, de la avenida que fue orgullo de nuestros abuelos porteños.
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