Desde temprano, la avenida 9 de Julio fue una marea de gente que esperaba a los jugadores, pero el ómnibus con los campeones cambió el recorrido y Messi terminó saludando al pueblo desde un helicóptero
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Fue tan demencial como maravilloso lo que pasó hoy sobre la avenida 9 de Julio. Desde el alba, la gente empezó a llenar los alrededores del Obelisco —tal como ya lo había hecho anteayer— con la expectativa de ver pasar el ómnibus con los jugadores campeones del mundo, que trajeron la copa por tercera vez a la Argentina.
El punto cúlmine de una tarde que no terminó como muchos esperaban, tras el cambio de recorrido del ómnibus y un inesperado regreso de los jugadores en helicóptero, fue cerca de las 12.30 del mediodía. Cuando la incertidumbre por el recorrido de los campeones del mundo dominó los festejos en el Obelisco, los vecinos del microcentro jugaron un rol clave: comenzaron a mostrar carteles desde los balcones para avisarle a la gente, que no tenía señal en los celulares, que la selección no pasaría por el Obelisco y sí por la autopista 25 de Mayo y la Avenida 9 de julio, en Constitución. Algo que finalmente tampoco sucedió.
En la puerta de entrada a un edificio de la zona podía leerse un cartel: “Van por autopista 25 de Mayo”. Y desde una terraza, dos manos que asomaban con un papel con el aviso: “9 de Julio y autopista 25 de Mayo”.
Desde abajo, los fanáticos vestidos con camisetas argentinas, banderas a modo de capas y pilusos les gritaban “muchas gracias” y se sumaban a la ola de gente que caminaba desde el Obelisco hacia el sur.
Durante varias horas, la expectativa y la ilusión de cerca de cinco millones de argentinos que, según fuentes oficiales, se movilizaron por la ciudad de Buenos Aires y el conurbano para poder saludar a sus ídolos, fue total. Mareas humanas se concentraron en diferentes puntos de las avenidas Lugones, la General Paz y Libertador. Sin embargo, fueron pocos los que tuvieron la oportunidad de verlos ya que cerca de las 16 la Policía Federal anunció que, dadas las dificultades para trasladar por tierra a los jugadores, los mismos serían evacuados en helicópteros y solo Lionel Messi, Lionel Scaloni y Rodrigo De Paul harían un sobrevuelo por el Obelisco, Constitución, 9 de Julio, Av. De Mayo y Autopista 25 de Mayo para saludar al pueblo.
Peregrinación
Mucho antes había empezado la peregrinación al Obelisco, punto que desde el domingo a las 14.54, cuando Gonzalo Montiel convirtió el último penal que le dio a la Argentina el título mundial, se posicionó como el centro de los festejos.
Priscila Rodríguez y sus dos amigos, Fernanda y Hugo, salieron de Merlo a las 4 de la mañana para llegar a las 6. Tomaron un colectivo, un tren y un subte y a las 10.30 estaban sentados en la vereda esperando para ver aunque sea unos instantes a la selección campeona del Mundial de Qatar.
“El domingo ya nos habíamos ido a las 6 de la mañana de acá, dormimos y ahora estamos otra vez. Si los veo, me agarra un paro cardíaco y me muero, pero me muero feliz”, dijo.
No eran ni las 11 y el microcentro ya colapsaba de gente. Era una marea albiceleste que no paraba de corear el himno nacional y otras canciones de aliento y agradecimiento a la selección. Los grupos de amigos y familias que iban llegando desde distintas calles y desembocaban en la 9 de Julio se frenaban a sacarse selfies y preguntar los precios de las banderas, los pomos de espuma y los pilusos.
“El clima es espectacular porque somos campeones. Estuve a las 3 de la mañana en Ezeiza y llegué acá a las 9. Todo el mundo se venía para este lado ahora”, dijo Enrique Martínez, que vendía banderas a 1000 y pilusos a 2000 pesos.
Ezequiel Rodríguez se tomó el tren para llegar esta mañana a ver a los campeones desde José C. Paz. En sus hombros llevaba una bandera argentina con imágenes de un chico joven. “Es mi hermano. Él tuvo un accidente hace 10 meses y falleció. Yo quería que él estuviera acá también”, dijo.
Debajo de la bandera, vestía una remera que decía “no se muere quien se va sino a quien se olvida”. Ganar la copa del mundo también despertó historias como la de Ezequiel.
Fiesta en los trenes y colectivos
“Estoy llevando gente desde las cinco de la mañana a lo loco”, dijo Pablo, chofer de la línea 152 en una parada cercana a Puente Saavedra, en Vicente López a las 9 de la mañana.
A las 9.30 en la estación Aristóbulo Del Valle, de la línea Belgrano Norte, el paisaje no admitía dudas: eran todos hinchas argentinos que además de vestir la camiseta del diez acarreaban heladeritas con bebidas frías para sobrellevar una jornada que alcanzaría los 31 grados.
María Yñíguez era una de ellas. El domingo estuvo en el obelisco con su familia y aseguró que fue hermoso. “Ahora volvemos porque tenemos que seguir festejando, no se puede parar de celebrar. Es una emoción muy grande”, dijo.
Desde su celular puso en altavoz para que se escuche en toda la estación la canción que fue furor durante todo el mundial: “Muchachos, ahora nos volvimo a ilusionar”. Pero la gente ya la cantaba con la letra intervenida: “Muchachos, ahora solo queda festejar”.
Arriba del tren, el clima era una verdadera fiesta. De Santa Rosa a Retiro, los pasajeros no pararon de cantar y desde los balcones la gente alentaba a los que alentaban en un círculo de alegría imparable.
En las inmediaciones del Obelisco la imagen más repetida fue la de personas sentadas en el borde de la avenida, sobre el techo del Metrobús o arriba de los contenedores de basura, esperando y matando la ansiedad bebiendo cerveza o fernet con coca de botellas cortadas.
Silvia García, en cambio, tomaba mate junto a su familia. Salieron desde La Plata a las 7.30 y llegaron cerca de las 9.30. “Estamos acá porque es una oportunidad única que no se vive muchas veces en la vida, y yo, que viví las tres copas, siento que esta es la que se vive con más pasión”, dijo.
Al igual que a Rodríguez, a ella este triunfo la llevó a pensar en una persona que no está más con vida, su papá, y en cuánto hubiese disfrutado de ver esta fiesta.
Los pocos kioscos de la zona que estaban abiertos atendían a través de rejas o persianas y algunos oficiales de la policía de la ciudad caminaban en sus alrededores.
“Por ahora no hubo ningún inconveniente”, aseguraron cerca del mediodía.
Pasadas las 15, el termómetro marcaba los 30° y cerca de los 31° de sensación térmica. De acuerdo al pronóstico del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) la máxima para hoy en la Ciudad de Buenos Aires sería de 31° y la mínima, de 20°. Las horas de espera comenzaron a pesar en la gente, que buscaba los pocos refugios de sombra para sentarse a descansar y un rato y tomar algo fresco.
“Bueno, ¿vamos a casa?”, le dijo Daniel Mazzaffre a su hijo adolescente, viendo que las posibilidades de ver a los campeones de cerca eran cada vez más lejanas.
“Tengo miedo de que lo festivo pase a ser dramático. No sé qué puede pasar con la bronca de la gente si no ve a los jugadores y por la desconcentración. Creo que hubo una mala organización que generó este desorden. No hay ni vallas”, dijo Mazzafre, que tras hablar con LA NACION, emprendió la vuelta hacia su casa en la zona norte de la Provincia de Buenos Aires. Sin embargo, sus malos presagios no ocurrieron.
Shamir Godoy, de 18 años, y Francisco García, de 17, fueron al Obelisco desde Villa Ballester con el sueño de saludar a Messi y al equipo. Ante el desconcierto hicieron un parate en la jornada de festejos en uno de los pocos comercios que estaban abiertos y debatieron qué hacer. “Vinimos con el no en la cabeza, por eso si no los vemos no pasa nada, pero sería un sueño verlos por fuera de la tele”, dijo García.
Godoy, por su parte, trajo tres fibrones para que en caso de tener la oportunidad, alguno de los jugadores pueda firmarle el pecho, las costillas o la camiseta.
“No me bañaría, iría directo a tatuarme la firma”, dijo, ilusionado.
Con la noticia confirmada de que los jugadores no iban a ir, cerca de las 17 comenzó la retirada masiva. Para entonces, en los alrededores del Obelisco, el piso era un mar de botellas, latas de cerveza y basura. El panorama dejaba ver los resultados de muchas horas de festejos y consumo de alcohol y muchas personas permanecían colgadas de todo objeto que permitiera alentar desde cierta altura: árboles, semáforos, carteles, puestos de diario, aleros y contenedores de basura.
La gente se retiraba triste, pero sin que se registrasen grandes incidentes, aunque sí algunas caídas desde altura.
“Nos vamos tristes porque apenas pudimos ver el helicóptero muy de lejos. Vinimos desde Escobar ayer a la noche y pasamos toda la madrugada esperándolos”, dijo Liliana Olivera, que se dirigía a la estación de trenes de Retiro para emprender el regreso a su hogar.
Lucas Arias, de José C. Paz, también se retiraba junto a su hija cerca de las 17. Él, en cambio, estaba contento. “No importa que no los vimos, somos campeones y esto es lo más lindo que hay”, dijo.
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