La atropelló un ómnibus, su novio murió y ella hoy lucha por los discapacitados
Beatriz Pellizzari es un ejemplo de resiliencia; la conmovedora historia de una mujer que jamás bajó los brazos
Hay momentos de la vida en los que parece que nada tiene sentido. Esos en los que el futuro solo puede ser percibido como una tormenta devastadora y sin fin. Sin embargo, esas mismas circunstancias pueden convertirse en un motor para crecer, modificarnos, ampliarnos como personas y salir de cierto hermetismo que nos impide mirar al otro. Atravesar situaciones límites nos enfrenta a posibilidades infinitas.
A Beatriz Pellizzari algo de esto le sucedió. Cruzó un huracán que la hizo tocar fondo. Pero, resiliencia mediante, logro reconvertirse. Hoy, es una activa emprendedora social que trabaja para generar trabajo sustentable a personas con algún tipo de discapacidad. Y, sobre todo, para generar conciencia y modificar el peso social de la discapacidad.
Disparador de cambio
“Estaba a punto de cumplir 18 años y tuvimos un accidente con quien era mi novio: nos atropelló un micro de larga distancia en el balneario de Piriápolis cuando nos encontrábamos de vacaciones. Sin dudas, un acontecimiento como ese cambia la vida de cualquier persona. Yo no fui la excepción. Fue una experiencia muy dura, que me puso de cara a la muerte sin aviso. Pero también, a la pulsión de sobrevivir”, relata.
Bea, como suelen llamarla, creció en el seno de una familia humilde de Uruguay: “Me crié en un barrio obrero de la ciudad de Montevideo, donde los vecinos eran centinelas del bienestar del de al lado. Vivíamos en comunidad”. Como tantas chicas de su entorno, debía trabajar jornada completa en una empresa del rubro de la construcción y cursar sus estudios por la noche. Era una gran nadadora y estaba muy enamorada de Guillermo, su novio basquetbolista de ojos verdes un año mayor que ella, cuando sucedió el accidente que cambiaría para siempre su vida y la manera de enfrentar el mundo. El saldo de la colisión fue trágico: su novio murió. Y ella sufrió severas secuelas físicas y psíquicas. “Era un joven lleno de proyectos, el mayor de cinco hermanos. Teníamos una relación hermosa, nos divertíamos mucho y éramos muy compañeros”.
- ¿Cómo fue ese período post accidente?
- Estuve varios meses internada. Los dos primeros, con pronósticos reservados. Tuve muchas lesiones en la pierna derecha y unas cuantas cirugías para reparar las lesiones en la cabeza, en la rodilla y en la pierna. Luego de todo ese proceso, mi médico traumatólogo me paró y me dijo: “Ahora depende todo de vos”. Eso quería decir rehabilitación para aprender a caminar de nuevo, andador, muletas, bastones. Y un gran esfuerzo y voluntad para doblar algo la rodilla que había quedado sin flexión. Con muletas, retomé el trabajo y la natación, sin duda, eso fue decisivo para volver al mundo.
- ¿Cómo sobrellevaste las secuelas en el plano psicológico?
- Cuando supe de la muerte de mi novio, caí durante dos meses en una depresión severa. Fue tan doloroso que es difícil contarlo. Pero un día, en la habitación del sanatorio, miré el techo y me dije: 'Estoy viva, estoy acá. ¿Voy a vivir o me dejo morir?' Tomé la opción de vivir. Con el enorme apoyo de mi familia que con su amor incondicional estuvo siempre ahí, junto al cariño de mis amigos, de mis compañeros de trabajo y estudio y del personal profesional que me asistía, salí adelante poco a poco. Las heridas están y me acostumbré a ellas, pero aprendí a valorar que la vida es una oportunidad. Algo así como un regalo concedido para que hagas algo con ella.
Familia resiliente
Los Pellizzari saben qué es el sufrimiento. La vida no les ha sido fácil. Beatriz bebió de su familia esa fuente de energía sublime que es el poder de la transformación: “Creo que ya venía con el espíritu resiliente y eso me ayudó. Mi madre enviudó a los 21 años, cuando mi hermano y yo teníamos menos de 3 años. Siempre la vi luchar por nosotros, criarnos con valores, educarnos en la cultura del esfuerzo y la justicia. Nos transmitió su propia energía para nunca bajar los brazos e ir por nuestros sueños. Eso lo llevo en mi ADN y se lo agradeceré de por vida. Cuando ocurrió el accidente, fue un Tsunami para mí, pero más para mi familia que vivía la incertidumbre a diario sobre mi estado y mi pronóstico reservado. Costó muchos años sanar el alma, no fue sencillo”.
Con los años, Beatriz rehízo su vida y hoy tiene una hermosa hija. Reconstrucción pura.
Trabajar por la inclusión
La Argentina cuenta con más de dos millones de discapacitados que no siempre tienen acceso, ya no solo a eficientes servicios médicos, sino a ser incluidos en la sociedad como ciudadanos activos con mucho para ofrecer.
Cuando Beatriz regresó a su trabajo, luego del accidente, la mirada de los otros se modificó. La observaban con angustia, con pena. Era lógico. Pero también, aunque sin mala intención, era una forma de apartar, discriminar. La barrera del prejuicio es el principal obstáculo a superar. “Me miraban las muletas y no a los ojos”, confesó alguna vez Beatriz.
En este sentido, comenzó a preocuparse no solo por las personas con algún grado de discapacidad, sino también por el universo de ciudadanos que lleva una vida “normal”: su objetivo fue buscar generar conciencia y evitar esa mirada que devalúa.
Hoy, Beatriz es la líder de Libertate, una empresa social que crea e impulsa trabajo sustentable para personas que viven en situación de discapacidad. “Acciono en este tema con el foco puesto en el trabajo desde 1993. Mi propia experiencia de vida, de volver a buscar trabajo con muletas mientras me rehabilitaba, encendió una llama que aún llevo en el corazón y la conciencia. Hace falta mucho para que nos demos cuenta de lo valiosos que somos como individuos. Únicos, con talentos singulares en el envase que nos toque. Pero soy optimista, tengo mucha esperanza en los jóvenes. Ellos son más libres”, opinó.
Beatriz tiene una larga trayectoria en el campo de la ayuda social: “Fui Directora de la Fundación Par, fundé La Usina y la empresa social Red Activos, siempre para generar trabajo para personas con discapacidad”.
Incansable, desde marzo de 2015 pone todas sus energías en Libertate: “Junto a un equipo profesional interdisciplinario y diverso estamos gestionando desde entonces. Reinvertimos nuestras ganancias para acelerar el paso de la exclusión a la inclusión económica por eso somos una empresa social sin fines de lucro. Imaginamos un mundo donde las personas con discapacidad sean más libres y aporten su valor a la vida económica de las comunidades”.
- ¿Se contactan con el Estado y con empresas privadas?
- Sí. Buscamos ser el referente en el país para cualquier empresa o área de gobierno que quiera abordar temas de discapacidad, trabajo y empleo.
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