La ardilla exótica que se volvió una plaga en la Provincia
Se trata de la ardilla de vientre rojo, de origen asiático, que fue introducida en 1970; es una de las ocho especies invasoras que más preocupa a las autoridades ambientales
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En 1970 eran apenas diez ardillas y estaban encerradas en un jaulón de una estancia de Flandria. Las habían traído de Bélgica y alguien de la familia Steverlynk, dueños del campo, dejó que cinco escaparan. Esas ardillas de vientre rojo, originarias del sudeste asiático, se reprodujeron rápidamente y conformaron una población de 100.000 ejemplares que hoy arruina frutales, lastima árboles, daña el cableado de servicios y rompe sistemas de riego. De roedores carismáticos pasaron a ser una de las especies exóticas invasoras que más preocupa a las autoridades ambientales nacionales, de la provincia de Buenos Aires y de varios municipios. En los tres niveles coinciden en la necesidad de evitar que la gente las lleve de un lugar a otro propagando la plaga, y de habilitar su caza, algo que hoy está prohibido.
Este tipo de ardilla es un problema en 11 municipios de tres provincias. El foco principal está en Luján, donde se originó. El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación relevó en su informe ambiental del año pasado que “invaden” 2186 kilómetros cuadrados, es decir un área que equivale a diez veces la Ciudad de Buenos Aires. Además de Luján, que suma el 60% del territorio invadido, se las ve en Escobar, San Miguel, 25 de Mayo, Capitán Sarmiento, Salto, Arrecifes y Daireaux. En Santa Fe hay una pequeña colonia en Cañada de Gómez y Rafaela. Y en Córdoba se las ha visto en La Cumbrecita. La dispersión de su hábitat tiene una explicación: las personas son las que las llevan como mascotas o las compran en un mercado ilegal y luego las sueltan, lo que dificulta el control e instaura una amenaza: que lleguen al Delta y desde ahí se expandan vertiginosamente hasta Misiones por el corredor verde del Litoral.
Sin un depredador natural y con gran capacidad de adaptarse a distintos ambientes, la población crece exponencialmente y provoca dos tipos de daños. El más evidente es el económico, por los destrozos. El otro, con consecuencias impredecibles, es la pérdida de biodiversidad. Se sabe que espanta aves y daña árboles, pero se especula con que si llegara a zonas conservadas, como el Delta y parques nacionales de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, afectaría la vegetación y competiría con otros animales, particularmente ardillas nativas de la selva misionera y de las yungas.
En la Cooperativa Telefónica de Flandria dan cuenta de los daños. “Afila sus dientes en los cables y los rompe. Por eso hicimos subterránea la red troncal y reemplazamos por cables blindados el tejido domiciliario”, describió Mateo Hraste, de la cooperativa. Para el productor de kiwis Ignacio Cámara, que tiene plantaciones sobre la ruta 5, en Luján, los daños son generalizados: “El 80 % de las mangueras son reemplazadas todos los años porque las muerden. Y se devoran en busca de savia el 20% de las varas de donde salen los kiwis”. En el country Las Praderas, que ocupa 250 hectáreas boscosas de Open Door, el problema lo causan en los árboles. “Vienen a los robles para comer bellotas y se afilan los dientes en la corteza de las ramas, que se terminan secando”, contó el intendente del barrio, Fabián Alvarez.
No es una mascota
Aunque salen de día, para verlas hay que ir a zonas boscosas y observar en silencio por horas. Hay quienes van al recreo del ACA de Luján para intentar descubrirlas. “Llega a haber 15 ardillas por hectárea”, aseguró la bióloga de la Universidad de Luján Laura Guichón, que investiga el tema hace por lo menos una década. “El frente de invasión se ha expandido más rápidamente en los últimos años, mostrando una tasa de expansión de 1,66 kilómetros por año”, agregó, y remarcó al mismo tiempo que entre 1995 y 2012 “hubo 12 nuevos focos provocados por traslados de ardillas hechos por el hombre”. Por eso, consideró que el principal mensaje a transmitir es que todos deben ayudar a frenar la expansión desalentando el uso de la fauna silvestre como mascota y denunciando el comercio ilegal.
En Luján los daños son tan evidentes que pese a estar prohibido a nivel provincial, el Concejo Deliberante aprobó, en 2011, una ordenanza que autorizó la caza. Pero la norma no llegó a aplicarse justamente porque iba en contra de la normativa provincial. “El tema es de nuestra máxima preocupación. Ahora estamos trabajando con el Ministerio de Ambiente en la difusión, con folletos domiciliarios, en cabinas de peajes y en la terminal, para explicar que no es una mascota, que no es autóctona y que no deben llevársela”, explicó Corino Griffini, director de Gestión Ambiental de la Municipalidad de Luján.
En el Ministerio de Ambiente explicaron que desde 2015 trabajan en profundidad con ocho especies exóticas invasoras dañinas. Entre otros, con el castor, que destruye árboles en Tierra del Fuego; la rana toro, que afecta la biodiversidad de anfibios en Córdoba; el caracol africano, que produce pérdidas en cultivos de Misiones; y justamente la ardilla de vientre rojo. El plan para la ardilla es de difusión, con el objetivo de cambiar la percepción social, ya que se la considera inofensiva. Inés Kasulin, coordinadora de la Estrategia Nacional sobre Especies Exóticas Invasoras del Ministerio, confió además que preparan una resolución, que está a la firma del ministro Sergio Bergman, para declarar a la especie “dañina y perjudicial en su carácter de especie que afecta la biodiversidad”.
Esa declaración permitirá un control más exhaustivo para evitar el transporte de ardillas de una provincia a otra. Pero además otorgaría más argumentos para que prosperen en las provincias, que son las que reglamentan sobre la fauna de su territorio, planes para incluir a la ardilla entre las especies a las que se permite cazar, tal como ya ocurre en varios países de Europa, donde es plaga. En la provincia de Buenos Aires, la Dirección de Flora y Fauna pretende incluir a esta ardilla como especie dañina y perjudicial y por lo tanto susceptible de ser cazada por los particulares que soliciten un permiso. “El proyecto está a la firma de la Gobernación”, confió Mónica Rodríguez, subdirectora de Flora y Fauna bonaerense.
Su caza, en debate
La posibilidad de que se autorice la caza de ardillas de vientre rojo en la provincia de Buenos Aires ya generó críticas de proteccionistas, tal como ocurrió en julio cuando se autorizó la caza de jabalíes por ser también una especie exótica invasora dañina. El guardaparque de la Reserva del Pilar y militante vegano, Andrei Chtcherbine, pidió investigar mejor el tema para saber si es factible controlar la población con métodos anticonceptivos o de aislación. “Si el estado está preocupado por la biodiversidad no debería delegar en los productores el control mediante la caza, que no va a garantizar que no sigan reproduciéndose”, argumentó Chtcherbine.
Desde el ministerio creen que la principal batalla es cultural, para evitar que la gente siga trasladando ardillas de un lugar a otro. “La preocupación es el potencial daño que puede generar si alcanza zonas sensibles desde el punto de vista productivo y ambiental. Si llega al Delta, encontrará una continuidad boscosa hasta Misiones”, advirtió Diego Moreno, secretario de Política Ambiental, Cambio Climático y Desarrollo Sustentable del Ministerio, desde donde consideraron a la caza como un método reconocido a nivel mundial para controlar la población de ardillas.
Marina Homberg, bióloga de la Fundación Azara, que administra la reserva privada Delta Terra, no tiene buenos pronósticos respecto a la expansión de la especie: “Consideramos que su llegada al Delta es cuestión de tiempo. Los daños que podría causar son similares a donde se la encuentra hoy, pero el control va a ser prácticamente imposible por el paisaje. Lo que no podemos aventurar es la dimensión del daño”.
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