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“El Gobierno no es suficiente, los ciudadanos deben participar y redireccionar el espejo para reconocer que el futuro de los parques nacionales está en sus manos”, sostiene la embajadora de Áreas Protegidas de la ONU y líder de la Fundación Tompkins Conservation, Kristine McDivitt, en un ferviente llamado de acción para el cuidado y la preservación de la naturaleza.
Desde hace más de 25 años que Kristine, con la ayuda de su marido Douglas Tompkins,que murió en 2015, trabaja en la creación y expansión de áreas protegidas y en la restauración de ecosistemas. Su fundación ya compró y donó más de 1 millón de hectáreas en la Argentina y Chile para garantizar la protección de los tesoros naturales. Y si se tiene en cuenta la colaboración en conjunto con los gobiernos de ambos países, la cifra asciende a 5 millones.
Kristine viste una remera verde naturaleza y un par de botas de aventura todo terreno. La simpleza de su apariencia se complementa con el poderoso mensaje que busca transmitir: "Los parques nacionales les pertenecen. Ustedes tienen que visitarlos y desarrollar un sentido de pertenencia. Las áreas protegidas son el legado de las futuras generaciones. Si ocurre una eventual crisis de recursos naturales, ¿dónde piensan que encontrarán agua limpia y madera?".
En la Argentina, la superficie protegida a cargo de la Administración de Parques Nacionales para los ecosistemas terrestres es del 1,53% (4.295.411 ha) del territorio. Para los marinos del 6,50% (10.423.010 ha). En total, se trata de 48 áreas protegidas nacionales que abarcan 14.732.264 hectáreas del país.
Ante la consulta sobre el impacto y los beneficios de la creación de parques nacionales para la sociedad, Kristine sonríe, se acomoda en la silla y suspira para ganar tiempo y resumir todo lo que desea expresar: "Los parques son la garantía más sólida de una conservación a largo plazo. Promueven la restauración de ecosistemas, protegen la naturaleza y la biodiversidad. A su vez, son en el motor de desarrollo de una economía regenerativa que se basa en el ecoturismo y fortalece los valores culturales y sociales".
Desde la Fundación Tompkins, estiman que el turismo en la Argentina genera 15.000 millones de dólares anuales, lo que equivale a toda la producción de petróleo y gas. Y en los próximos diez años, la industria podría generar 750.000 nuevos empleos. Casi la mitad serían de turismo de naturaleza.
Kristine se toma una pausa para beber agua. Se niega a utilizar un vaso descartable, pero acepta con recelo la botella de plástico. Retoma la entrevista con un tono amable mientras conversa en un español casi perfecto e intercala algunas palabras en inglés.
-¿Cuál es tu mayor logro en la Argentina?
-El Parque Provincial y Nacional Iberá. No hay otro proyecto que involucre a todas las partes de la sociedad, gobierno provincial, gobierno nacional y a todos los miembros de nuestro equipo. Es la historia más emblemática de nuestro trabajo, porque las tierras que compramos antes no tenían ningún reconocimiento legal, social y cultural. Requirió un largo proceso de tres años para que la provincia de Corrientes cediera la jurisdicción sobre las tierras donadas por nosotros a la Nación. Hoy el parque cuenta con la mayor protección legal de la Nación en materia de tierras públicas y posee la mayor jerarquía que se le puede dar a un destino turístico de naturaleza a nivel mundial.
El Parque Iberá también es hoy reconocido a nivel internacional por el proceso de Rewilding que se está llevando a cabo y que tiene como objetivo principal reinsertar a las especies extintas y aumentar la población de aquellas que se encuentran en riesgo. Desde el equipo de Kristine, trabajan en proyectos de manejo de 18 especies, de las cuales siete estaban extintas y fueron reintroducidas.
A partir de un largo y cuidadoso proceso, el año pasado nacieron en Iberá los primeros dos cachorros de yaguareté asilvestrados. Tras 70 años de extinción en la provincia de Corrientes, son los primeros felinos de esa especie en nacer en su ecosistema original. También, hace pocas semanas arribó a la Argentina desde el Budapest Zoo de Hungría, el primer ejemplar de lobo gargantilla o nutria gigante que va a ser introducido en el parque después de medio siglo de extinción en el país.
La Organización de las Naciones Unidas alerta que 157 especies se extinguen al día por culpa del hombre. "Se trata de la mayor ola de pérdida biológica desde la desaparición de los dinosaurios. Por eso, nosotros nos comprometimos a reinsertar a las especies en extinción en todos los proyectos que trabajamos en la Argentina. Desafiar a la crisis de extinción es el labor más complejo que enfrentamos y es nuestro gran compromiso", afirma convencida Kristine.
-¿Crees que la Administración de Parques Nacionales de la Argentina tiene la capacidad y la herramientas para cuidar y preservar el resultado de sus proyectos?
-Nunca hubiéramos invertido millones de dólares si creyéramos que no son capaces de cuidar las áreas protegidas. El espíritu existe, pero se necesita emparejar el nivel de manejo. Algunos parques suelen tener mucho apoyo, otros no tanto. Tenemos el ejemplo del Parque Monte León en Santa Cruz. Cuando donamos el área había un fondo de 5 millones de dólares del Banco Mundial para crear la infraestructura y administrarlo. Pero nos enteramos ahora que está cerrado, y para que un parque sea viable tiene que estar vivo y abierto al público. Y ahí ingresa el rol de la sociedad que debe involucrarse, exigir y valorarlos. Sin el cuidado y la atención de los ciudadanos, un parque puede existir, pero pronto se pudrirá. Los argentinos deben entender que su futuro está atado a los parques nacionales y defenderlos.
-¿Y cómo se puede activar este compromiso ciudadano con la naturaleza?
-Es educación y activismo. Los argentinos no son grandes mochileros. No les interesa ir a los Parques Nacionales durante las vacaciones. Eligen destinos como Punta del Este o Miami. Es algo cultural. Además, en la Argentina es difícil el acceso a los parques por las largas y costosas distancias y la situación económica del país. Sin embargo, los estadounidenses comenzaron a visitar sus parques durante la Gran Depresión porque no podían viajar a otro lugar. Sabemos que el compromiso no se fabrica de un día para otro, requiere mucha campaña turística e inversión por parte del Gobierno.
En Chile, Kristine decidió emprender en la iniciativa Corporación Amigos de los Parques, una asociación público-privada destinada a activar y perpetuar la cultura de los Parques Nacionales de la Patagonia chilena. Es una estrategia que invita a la sociedad civil a involucrarse en la protección de los parques por medio de una red colaborativa de socios e instancias participativas que promueve su carácter público y democrático.
En cambio, en la Argentina aún no existe una organización equivalente y ni siquiera aquellos que viven cerca de los parques los visitan con asiduidad. De hecho, según las estadísticas brindadas por la Administración de Parques Nacionales a partir de un pedido de acceso al a información pública de LA NACION DATA , tan solo un 16% (3.284.146) de los visitantes de las áreas protegidas son residentes locales y provinciales, mientras que los extranjeros representan el 30%.
Además, el el foco de turismo se concentra todos los años en los mismos parques: Iguazú , Los Glaciares y Nahuel Huapi. Mientras que otros quedan relegados: San Guillermo, Copo, El Impenetrable tuvieron menos de 1000 visitantes en los últimos 6 años.
-¿Cómo es tu vínculo con la sociedad y el Gobierno argentino?
-Hoy la relación es de confianza. Antes, en 1997, cuando compramos la primera propiedad en Iberá, nos acusaron de robar el agua para mandarla a China o de querer entregar las tierras argentinas a Chile. Pero era entendible, porque hace 25 años nadie iba a creer que dos extranjeros iban a comprar grandes cantidades de tierra y después devolverlas. Pero hoy ya hemos trabajado en conjunto con diez presidencias, muy diferentes una de la otra, y todas entendieron el valor y la importancia de los Parques Nacionales para el país. La conversación con los Gobiernos tanto locales como nacionales está siempre abierta.
-¿Cuál es el futuro de la Fundación Tompkins en la Argentina?
-Tenemos muchos planes por delante, desde el Proyecto Patagonia Azul, en la costa de Chubut, hasta el parque provincial Península Mitre, en Tierra del Fuego. Ya donamos todo los parques menos una parte de Iberá, pero vamos a seguir comprando. Siempre preparo los detalles por si me muero mañana el trabajo tiene que continuar. No debería depender de mí. Mi rol es solo de liderazgo, tengo mis representantes en la Argentina y en Chile, y también están los ciudadanos. Los lugares deben quedar en las manos de su gente. Tengo la confianza de que la gente va a alzar la voz y proteger los parques nacionales. Pero eso depende de ustedes.
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