Kristine Tompkins: el legado de su esposo, los tres desafíos ambientales y una fuerte advertencia para salvar al planeta
En una entrevista con LA NACION, la conservacionista norteamericana y embajadora de Áreas Protegidas de las Naciones Unidas se refirió a las estrategias de reintroducción de especies en parques nacionales y el impacto de los incendios en Corrientes, entre otros temas
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“Pensalo, imaginalo. Si es bueno, entonces andá y conseguilo”. Con esa filosofía, desde hace casi 30 años Kristine McDivitt Tompkins dedica su vida a la preservación y cuidado del ambiente. Y a sus 71 afirma que “no tiene en mente un cambio de vida” y que hará esto hasta sus últimos días.
Junto a su esposo, Douglas Tompkins, quien falleció en la Patagonia chilena en 2015, compró y donó tanto a la Argentina como a Chile más de un millón de hectáreas para la creación o expansión de parques nacionales. A su vez, impulsó la restauración de esas áreas naturales y la reintroducción de especies que estaban extintas (rewilding)en esas zonas, como el yaguareté, para lograr ecosistemas sanos y funcionales.
Si bien señala que está “orgullosa de todos los proyectos”, destaca el de Iberá como su mayor logro en el país: “Es el más complejo en el que hemos estado. Hemos aprendido lo que realmente significa la conservación: qué es lo que hay que hacer para lograr algo que sea completo y su protección sea duradera”.
En su visita a la Argentina, la filántropa estadounidense, creadora de Tompkins Conservation y embajadora de Áreas Protegidas de las Naciones Unidas conversó con LA NACION acerca de los desafíos ambientales que enfrenta el mundo, su pasión por la conservación, el legado de su familia en la creación de áreas protegidas y el impacto de los incendios en Corrientes. “Para mí, es simplemente el reloj que corre a medida que no cambiamos nuestros comportamientos humanos y pienso acerca de qué se necesita para que la gente se despierte y entienda que todo está ardiendo”, cuestiona.
–Junto a Tompkins Conservation protegió millones de hectáreas en la Argentina y Chile. ¿Cómo nació la inspiración para emprender esta tarea?
–Es muy fácil decir que la inspiración y la visión de lo que originalmente fue comprar terrenos y hacer parques nacionales en Chile y en la Argentina fue de Doug. Cuando trabajábamos en Chile no pensábamos mucho en lo que hoy se llama rewilding, porque la mayoría de los lugares en los que trabajábamos no necesitaban restauración en términos de ecosistemas o especies extintas. Pero luego, en 1997 compramos Estancia San Alonso, en Corrientes, y allí Doug comenzó a comprender en los años siguientes que faltaba mucho en Iberá. Y que para realmente restaurar o dejar ecosistemas completos y funcionales dondequiera que trabajáramos, no podíamos simplemente hacer parques nacionales. Eso era solo una estrategia hacia algo mucho más grande. Y así es como empezamos con lo que llamamos rewilding. Sofía Heinonen (directora Ejecutiva de Rewilding Argentina) comenzó no muchos años después de que nosotros llegamos a Iberá. Ella y Doug realmente impulsaron los primeros años del rewilding. Y creo que Doug siempre soñó con traer de vuelta al yaguareté. Pero en esos días no había ningún plan, no había una comprensión acerca de si se podía hacer o cómo realizarlo. Y luego comenzamos con el oso hormiguero y la tarea de rewilding se convirtió fácilmente en la mitad de lo que estábamos haciendo. Luego se unieron personas como Sebastián Di Martino, quien ahora es director de Conservación de Rewilding Argentina, y las cosas realmente se expandieron más rápido y con mayor claridad. Hubo más estrategia y comprensión de los sistemas ecológicos que eran necesarios para traer de vuelta a las especies.
– ¿Cuál considera que es el mayor logro en la Argentina?
– Si Doug estuviera sentado acá, diría honestamente que es el proyecto Iberá. De todo lo que hemos hecho estamos muy orgullosos, pero en términos de la historia completa de lo que realmente requiere la conservación, yo diría que es Iberá. Él diría que Iberá y la reinserción de su máximo depredador es el proyecto más complejo en el que hemos estado. No menosprecio los otros proyectos, pero diría que lo principal que hemos aprendido es lo que realmente significa conservación: qué es lo que hay que hacer para lograr realmente algo que sea completo y su protección duradera.
–Hace un mes sufrimos incendios dramáticos en Corrientes y el Parque Nacional Iberá fue fuertemente afectado. ¿Qué sintió al ver esas imágenes?
– Hasta que la gente no comprenda verdaderamente que la pérdida es infinita, nadie va a cambiar sus hábitos. Así que miro los incendios, como los de Iberá y de Corrientes, y para mí son simplemente el reloj que corre a medida que no cambiamos nuestros comportamientos humanos. Y también pienso acerca de qué se necesita para que la gente se despierte y entienda que todo está ardiendo.
– ¿Cree que se tomará conciencia de lo importante que es contar con ecosistemas completos y funcionales?
–Si, lo creo. Porque creo que, en primer lugar, Iberá es ahora un lugar muy conocido y querido en el país. Eso ha cambiado completamente. Pero también creo que ser uno de los megaincendios lo coloca en una categoría por sí mismo. Y luego realmente empezás a pensar: ‘Oh, y hay un humedal’. La gente habla de los incendios, por qué fueron tan grandes y por qué la velocidad fue tan rápida. Tenemos miles de argentinos donando para Iberá. Así que eso te dice algo.
- Antes de llegar a Buenos Aires tuvo la posibilidad de pasar por Corrientes. ¿Cómo vio Iberá después de los incendios?
–Pasé cinco o seis días ahí. Si mirás el paisaje desde el avión, podés ver la escala de los incendios y es realmente grande. Pero si estás en el territorio, mirando hacia afuera, parece Irlanda. A diferencia de los bosques, los pastizales ya están regenerándose. Este es un pastizal que evolucionó con el fuego. Así que el fuego no es ajeno al paisaje, lo que sí es ajeno es la extensa sequía, ese calor intenso, el calor ambiental y la velocidad que creó semejante dinámica para las llamas.
–En su estadía en Buenos Aires va a presentar un libro en el que se repasan los 20 años de trabajo de reintroducción de especies en la Argentina. ¿Cómo ve el trabajo de Rewilding Argentina?
–Siempre supimos que llegarían más lejos, porque nosotros somos mucho mayores que estos muchachos. Lo que han hecho es tomar las raíces de nuestro trabajo y expandirlo por su cuenta. El gran aporte que han hecho es no tener miedos. Ellos solo dicen: “No hay guacamayos rojos en el Iberá, ¿qué se necesitaría para tenerlos?”. Y luego simplemente construyen un equipo, van y lo hacen en circunstancias extremas. Creo que es una cuestión generacional. Nosotros somos de la generación de adquirir y asegurar el territorio, lo cual hicimos todos juntos también. Y luego ellos comenzaron a hacer rewilding, pero lo llevaron a un nivel completamente nuevo y también desarrollaron las comunidades.
– Ya han pasado los incendios y ahora viene toda una etapa de recuperación. ¿Cuál es el mayor desafío ambiental que cree que tenemos por delante?
–Son tres: los impactos del cambio climático, los números de población humana, un tema muy impopular, y la extinción de las especies. Estos tres temas están relacionados, junto a la pérdida de la dignidad y la seguridad humana. Es como un efecto centrífugo. Todo vuelve hacia un mismo punto: toda vida tiene un valor intrínseco. Y si creés eso, si realmente lo creés, cambia la forma en que te cepillás los dientes por la mañana y a partir de eso, todo cambia.
–Quería preguntarte por el legado de Doug. ¿Siente que la misión está cumplida o se pueden esperar nuevos proyectos en el país?
–Creo que aprendí de él a no preocuparme por lo que la gente dice de uno. Mantener el rumbo, pase lo que pase, y no preocuparse por ser impopular o ir en contra de las tendencias de la sociedad. Tenemos estos valores y sabemos que probablemente será difícil. Él realmente me enseñó a perder el miedo, a celebrar el no encajar. Este es el gran regalo para mí de Doug: “pensalo, imaginalo, si es bueno, entonces andá y conseguilo”. Especialmente con el rewilding hay mil trabas. Doug fue brillante en ese sentido. Personalmente voy a hacer esto hasta la muerte. No tengo en mente un cambio en mi vida. Y voy a apoyar a ambos proyectos en Chile y en la Argentina en la manera que necesiten o quieran.
–Recientemente se lanzó el proyecto 30x30, es decir que lograr el 30% de protección del planeta para 2030. ¿Cree que se podrá lograr la meta?
–Para mí no es difícil de alcanzar. Si miramos, California es la novena o la sexta economía más grande del mundo y protegió más allá del 30% del estado. No es que haya imposibles, pero hay que estar dispuesto a querer hacerlo. El problema es que en un sistema como el nuestro, donde la economía globalizada es el acelerador de todo, incluso en los estados soberanos, en realidad no quieren hacerlo. Es la voluntad de decidir.
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