Kattia Bermúdez, editora digital de La Nación de Costa Rica: "Los lectores sienten atracción por las salidas de la pesadilla"
Kattia Bermúdez Mora es la editora digital de La Nación de Costa Rica y tiene a su cargo la llamada Mesa Digital (plataformas digitales, boletines y redes sociales), el desarrollo de proyectos de contenido multimedia y multiplataforma y la generación de productos periodísticos digitales innovadores.
"Soy periodista de pura cepa. Nací en radio, creí en impreso y ahora me desarrollo en digital. Feliz de aprender, impulsar nuevos proyectos de comunicación y experimentar con formatos, audiencias y canales. Generación X pero disfruto mucho trabajando con jóvenes emprendedores. Defiendo el buen periodismo", dice el perfil de LinkedIn de una periodista joven que maneja el joystick de la portada del diario de mayor tráfico en Costa Rica.
En diálogo para la serie de entrevistas de LA NACION ("Coronavirus y medios"), Bermúdez cuenta -sin ahorrar detalles- cuál fue el impacto de la pandemia para el grupo de medios, qué contenidos tuvieron mejor recepción entre su audiencia y por qué en su país hay una "grieta" bien marcada entre los que cumplen a rajatabla los protocolos sanitarios y los que, según sus palabras, "siguen de fiesta".
- ¿Cómo impactó la pandemia en un país pequeño como Costa Rica? En cifras parece una situación controlada, pero cómo se vive el día a día...
- Pues más o menos. Controlada a nivel sanitario, pero desbordados con el desempleo y todo lo que eso implica, que vivimos de cerca en Grupo Nación. La contracción del negocio publicitario y la suspensión de espectáculos públicos y actividades turísticas afectaron los negocios de la empresa y, por lo tanto, sus ingresos. Por eso, desde abril se redujo al 50% la jornada laboral, y en julio la planilla bajó un 20%. Fue muy doloroso despedirse de los colegas que debieron desvincularse de la empresa no por falta de esfuerzo o talento, sino como consecuencia de esta pesadilla mundial. A nivel nacional, tenemos cinco meses de vivir entre la danza y el martillo, entre zonas naranjas y amarillas, entre restricciones vehiculares por horas y por números de placa. Somos un país pequeño, de 5 millones de habitantes, con poco más de 20.000 casos activos al momento de contarte esto. Lamentablemente se han muerto más de 300 personas y, aunque el sistema de salud no ha colapsado a niveles tan dramáticos como en otros países, el riesgo es diario porque un descuido puede provocar un brote mortal. Los ticos estamos divididos entre quienes acatamos las medidas con rigor, quienes aplican protocolo sanitario, pero piden flexibilidad para seguir trabajando con sus negocios abiertos, y quienes del todo no quieren asumir ninguna responsabilidad y siguen de fiesta. Quizás así sea en todos los países. Como somos un país que no tiene ejército, en Costa Rica no hay toque de queda. Entonces las medidas de restricción vehicular o de funcionamiento se establecen a partir de la ley de Salud Pública, supervisadas por la policía. No hemos tenido una cuarentena radical, sino que estamos en la dinámica aperturas y cierres según la evolución de los contagios. Y al estar dentro de un istmo, Costa Rica es lugar de paso de transportistas de carga que viajan desde Panamá hacia el norte, y viceversa, lo cual ha retado también los controles migratorios. A eso se suma que el presidente de nuestra vecina Nicaragua, Daniel Ortega, se comportó al nivel de Jair Bolsonaro o Donald Trump, y ha hecho un manejo muy irresponsable de la situación.
- ¿Cómo evalúa la gestión política de la crisis sanitaria por parte del presidente Carlos Alvarado Quesada?
- En términos generales la atención a la emergencia ha sido responsable y basada en criterios científicos, pero con desafíos históricos, enormes, ante la crisis sanitaria y la crisis económica que se nos vino encima. Cuando todo esto comenzó, el ministro de Salud asumió el liderazgo del manejo de la pandemia. A pesar de su bajo perfil hasta entonces, el ministro Daniel Salas fue un factor clave dentro del gobierno. Quizás por ser epidemiólogo, con carisma y empatía, logró conquistar a mucha gente porque no es un tipo que se deje llevar por el ego o la fama, sino que tiene un discurso muy neutro, apegado a los criterios científicos. Al principio se convirtió en una especie de rockstar, hasta le hicieron una piñata, un muñeco funko y muchos memes con sus frases de "no salga", "haga caso" y "reaccione", que demostraron que, de broma en broma, la gente le creía y se lo tomaba en serio. Fue el héroe de la primera ola de la pandemia, entre marzo y abril. Eso sumó puntos favorables a la gestión del presidente Alvarado, cuyo gabinete también se movió para otorgar subsidios a las familias más afectadas. Pero cuando nos atacó la segunda ola de contagios en junio, ya el país era otro, con un desgaste acumulado por el confinamiento, cansado de las restricciones y desesperado por la constante pérdida de empleos e ingresos. Esto complicó las cosas en términos políticos, económicos y sociales. Aquellos memes con humor desaparecieron y dieron paso a pancartas como "déjennos trabajar", "no moriremos por coronavirus pero sí de hambre", "no sé robar, por eso quiero trabajar". También aumentó la desinformación desde redes sociales y manifestaciones públicas, a niveles absurdos como negar la pandemia. Y esto, a su vez, alimentó el discurso oportunista y populista de algunos aspirantes presidenciales. Toda esta situación agudizó el desempleo que ya de por sí era alto antes del coronavirus (hoy alcanza una cifra histórica de 24%), y con él, se profundizó la crisis económica. Entonces las demandas sociales alzaron la voz para reclamar oportunidades laborales, y se desplomó la confianza de la ciudadanía hacia el gobierno y sus decisiones ante la pandemia. De manera que aquella frase del ministro de Salud, "ninguna transacción económica puede estar por encima de la vida y la salud", sigue representando un gran dilema para el país.
- ¿Tuvieron contagios en la redacción de La Nación? ¿Qué medidas de prevención tomaron?
- Afortunadamente todos los compañeros de Redacción están bien de salud, en compañía de sus familias. Tenemos 5 meses de hacer teletrabajo. La decisión se tomó gradualmente por el temor a que la tecnología necesaria para producir el diario fuera incompatible con trabajar desde las casas. La Nación tiene 74 años de existencia; cada día debemos llevar al mercado un periódico impreso a nivel nacional y mantener actualizado nuestro sitio web con información de calidad. Por eso la posibilidad de producirlo de manera remota se veía con mucho escepticismo. Sabíamos que en Italia y en España varios medios habían adoptado el teletrabajo, luego leímos que también The New York Times y The Washington Post. Así que tomamos valor y nos movimos en esa dirección. Poco a poco todos nos fuimos acomodando en las salas de nuestras casas, dormitorios o hasta cocinas. Afortunadamente, el sistema editorial que utilizamos nos permite conectarnos desde cualquier sitio porque basta con tener conexión a Internet. De tener unos 75 periodistas juntos en un mismo lugar, pasamos a que menos de 10 personas fueran al diario. La Redacción Integrada, que hasta marzo había tenido una dinámica bulliciosa e intensa desde muy temprano en la mañana hasta muy tarde en la noche, de lunes a domingo, poco a poco se fue quedando en silencio, casi a oscuras, los televisores se apagaron y se convirtió en un edificio con muchas mesas vacías. En el caso de la Mesa Digital que está a mi cargo, compuesta por nueve personas en ese momento, desde que comenzaron los casos elaboramos un plan de contingencia para proyectar qué haríamos si alguno de nosotros enfermaba. Esto implicó poner en blanco y negro tarea por tarea para mapear encargados y sustitutos de cada labor, según lo prioritario, lo deseable y lo prescindible. Nuestro plan contempla detalles como "qué hacer si se va la luz en tu casa y te quedás sin Internet", cómo podríamos seguir trabajando desde el celular y quién asume una emergencia mientras tanto. Nos volvimos más previsores.
La emergencia sanitaria y económica nos aumentó el trabajo porque suceden más cosas de muy diversos frentes que debemos atender
- ¿Cuáles son los contenidos de su producción que se distinguieron por calidad y profundidad?
- Recientemente publicamos una investigación muy relevante sobre irregularidades en varias compras urgentes de millones de mascarillas a dos proveedores inexpertos. El impacto del caso llegó hasta la suspensión de los funcionarios encargados de esas compras mientras avanza la investigación a lo interno de la entidad de salud pública y la Asamblea Legislativa. En general, nos enfocamos en hacer una cobertura a la crisis sanitaria centrada en informar, explicar, aportar contexto y agenda propia. Tenemos la ventaja de contar dentro de la Redacción con dos periodistas especializadas en temas de salud y ciencia. Una de ellas además es salubrista pública. Los equipos se reforzaron con las manos de los colegas que cubrían deportes y entretenimiento, apagados temporalmente por la pandemia. También dedicamos la cobertura a la crisis económica centrada en informar el efecto covid sobre la economía, contar historias de reactivación y ofrecer soluciones ante la pandemia. La desinformación se alborotó, como decimos en buen tico, entonces también se reforzó el proyecto #NoComaCuento, donde desmentimos las informaciones falsas que circulan en redes sociales. Además, dedicamos nuestro boletín especial, El Explicador, a "traducir" en sencillo lo que pasaba con el covid-19 en Costa Rica y el mundo, la evolución de las vacunas y así. Hemos aprovechado también el hecho de que la gente está en sus casas y tiene más disponibilidad para conectarse a foros virtuales e interactuar con nosotros. El alcance que logramos es mucho más grande que cuando se hacían esos eventos de manera presencial, claro. Y como bien se dice, en tiempos de crisis surgen oportunidades, ahora tenemos a una Redacción pensando en nuevos proyectos audiovisuales para ofrecer al lector, que tengan no solo enfoques de calidad, sino valor agregado en formatos como newsletters, programas en videos, podcast, etc.
La Redacción de La Nación de Costa Rica, antes y después de la pandemia
- ¿Cuál fue el impacto de la cobertura periodística en audiencia y suscripciones?
- La emergencia sanitaria y económica nos aumentó el trabajo porque suceden más cosas de muy diversos frentes que debemos atender. De igual forma ocurre con la audiencia que nos visita en el sitio, que nos demanda información constante sobre la evolución de la pandemia y sus consecuencias. A pesar de la contracción publicitaria que te decía al principio, afortunadamente hemos contado con el apoyo de quienes siguen comprando su suscripción a La Nación porque confían en nuestro servicio y valoran la calidad de nuestro contenido. No obstante, persiste el reto diario de retener a todos nuestros lectores en esta coyuntura tan complicada. De ahí la preocupación por buscar nuevos formatos para acercarnos a ellos y afinar el lápiz en nuestros análisis de métricas para ofrecer lo que les resulte útil, que les interese o les deba interesar. Bajo ese marco, fuimos seleccionados en el Programa de Aceleración de Ingresos de Lectores, de Facebook y el Centro Internacional para Periodistas (ICFJ), diseñado para fomentar la innovación en las salas de redacción. En total escogieron a 18 medios de comunicación de Latinoamérica para brindar mentoría y apoyo económico, a fin de invertir en tecnología, contenido innovador y transformación digital a largo plazo para dar sostenibilidad al negocio. Y además, contamos con el apoyo de Google News Initiative para ampliar #NoComaCuento y desarrollar una plataforma de periodismo colaborativo con medios regionales en Costa Rica.
- ¿Qué contenidos o nuevas narrativas de otros medios la sorprendieron? ¿Puede citar algunos ejemplos?
- En mayo pasado escribí un artículo en mi blog personal "Las 7W", titulado "Coronavirus y la letra pequeña que lee el periodismo de investigación" . En ese texto resumí un webinar que escuché, organizado por Global Investigative Journalism Network (GIJN) titulado "Periodismo de investigación en tiempos de pandemia". Me llamó mucho la atención la exposición de Eva Belmonte, codirectora de la Fundación Ciudadana Civio, de España. Es una periodista experta en investigación y tratamiento de datos públicos. Fundó un producto que debería existir en todos los países, no sé si en Argentina existe. Se llama "El BOE nuestro de cada día". Cada mañana, Eva lee el diario oficial de España para conocer qué se aprobó, cuáles normas entraron en vigencia y lee la letra pequeña de decretos y directrices oficiales para explicarla en el boletín. Crearon fichas con guías de ayuda para aplicar cada norma, y así advirtieron al público por qué sí o por qué no te pueden multar, por ejemplo, pues en medio de la emergencia no faltó quién se inventara una medida o aplicara sanciones según su criterio personal. Me parece un producto periodístico muy útil y oportuno, enfocado en los lectores, en momentos en que nuestros gobiernos están aprobando decenas de directrices para atender la pandemia.
- Se nota en la cobertura de LN un esfuerzo por desplegar cifras y datos que se actualizan en tiempo real. ¿Cómo están trabajando estos contenidos a nivel equipo?
- Así es, tenemos un periodista destacado en manejo de datos sobre coronavirus, dentro del equipo de Nacionales, quien junto con un diseñador y desarrollador digital constantemente buscan la forma de visualizar los datos para que sean más accesibles al lector. También elaboramos notas que actualizamos cada día con los datos más recientes sobre el mapa del coronavirus en el país, los casos, las muertes, y otros, a partir de análisis SEO según las búsquedas en Google.
- Además de la noticia más dura, ¿qué otros contenidos se pueden ofrecer en momentos de impacto global como el actual?
- Las buenas noticias. Definitivamente la gente se siente atraída por las notas que brindan esperanza para salir de esta pesadilla, como por ejemplo, los avances en la vacuna contra el coronavirus, la producción de dispositivos médicos y tratamientos necesarios para la atención de la emergencia, made in Costa Rica. El orgullo de que nuestros científicos están haciendo ensayos clínicos del suero contra la covid-19 a partir de plasma de caballos. Aparte del coronavirus, las historias positivas, inspiradoras, de figuras públicas de las que podemos contar un lado más humano en medio de esta coyuntura. Y aprovechando que mucha gente está en casa, se pueden ofrecer contenidos de servicio para el manejo de finanzas personales, cómo adaptar el negocio a las nuevas condiciones, cocina, literatura, educación virtual para adquirir nuevas habilidades que nos abran oportunidades laborales o atención a los niños. Además de lo que significa el regreso del fútbol como fenómeno social, deportivo y cultural.
- ¿Qué tiene que tener en cuenta una editora con especialidad digital en este momento de redacciones distribuidas y trabajo desde las casas?
- Primero, observar cómo están consumiendo información los lectores en esta "nueva normalidad". Lo que ya se venía percibiendo, con la pandemia se aceleró. Por ejemplo, el consumo móvil, contenido más visual, más coloquial y enfoques explicativos, de servicio y con soluciones. A partir de eso, analizar qué estamos haciendo como Redacción y cómo ha cambiado el consumo de nuestros contenidos. Segundo, apoyar la transformación digital en la Redacción. Dentro de todo lo malo surgen oportunidades y el coronavirus aceleró un cambio que se estaba dando lentamente, basado en otras prioridades. Se ha reforzado el hecho de que nos convertimos en un periódico digital que también tiene un impreso, que se sostiene sobre un modelo de suscripciones y, por lo tanto, nuestros procesos deben adaptarse. En este nuevo escenario, pasamos de ser una redacción integrada a una redacción remota. La prioridad en términos digitales fue adaptarnos lo más rápido posible a esa realidad, aprender, echarnos al agua y no tener miedo a experimentar nuevas formas de hacer las cosas. Quien no había hecho entrevistas en video, aprendió. Quien desconocía cómo hacer una transmisión remota, aprendió. Quien no usaba aplicaciones de videollamada para entrevistas o foros virtuales, aprendió. Quien no se había convencido de que el lector consume nuestras noticias, nuestros videos, nuestros gráficos y nuestras fotos desde su celular, ahora hace el esfuerzo por pensar primero en móvil. Y por último, la optimización de herramientas digitales para trabajar. Hicimos un análisis de cada una de ellas para definir su utilidad, en términos de costo/beneficio, según los objetivos. Algunas de pago las sustituimos por gratuitas muy efectivas. Otras las mantuvimos porque nos generan mucho valor.
En el caso de la Mesa Digital que está a mi cargo, compuesta por nueve personas en ese momento, desde que comenzaron los casos elaboramos un plan de contingencia para proyectar qué haríamos si alguno de nosotros enfermaba
- ¿Cómo vive la pandemia a nivel personal, familiar y laboral?
- Mi burbuja social inmediata es pequeña, somos mi hija y yo. Ella estudia en la universidad y recibe clases virtuales. Yo tengo 5 meses de trabajar desde casa. Así que nos hemos mantenido juntas, lejos de la covid-19 gracias a Dios, pero cercanas al resto de la familia y amigos a través de WhatsApp o videollamadas, y algunas visitas muy puntuales con todas las medidas de rigor sanitario para evitar el contagio. Y aunque sentimos mucha incertidumbre por el futuro, vivimos un día a la vez, ahorrando todo lo que podemos, dispuestas a adaptarnos a esa nueva normalidad sin dejar de lado las lecciones que nos deja esta pandemia. En cuanto al panorama laboral, definitivamente hay un antes y un después del coronavirus en la industria periodística. Observo con detalle los cambios que genera esta pandemia en el consumo digital de información para identificar los pasos que deberíamos tomar para adaptarnos y seguir ofreciendo el buen periodismo que, hoy más que nunca, es trascendental.
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