Jurar, amar y cortar por Zoom: lo que jamás te imaginaste hacer por videollamada en tiempos de coronavirus
Una médica que hace su juramento hipocrático por Zoom. Una genetista que vela a su padre por Facebook, una joven que rompe con su pareja por teleconferencia, un abogado al que todas las mañanas lo despierta su novia con el desayuno, por videollamada. Hace apenas un mes, ninguno de ellos hubiera imaginado que iba a hacer estas cosas de esta forma y a la distancia. Pero durante el confinamiento que impuso la pandemia de coronavirus, la vida se reinventa frente a nuestros ojos. Estas son cuatro historias de algunas de las cosas que jamás nos hubiéramos imaginado hacer de esta forma.
Jurar por Zoom
Levantó una mano frente a la pantalla y la otra, sobre el corazón, siempre pendiente de que la conexión no se cortara en ese momento y de que la tribuna de amigos que la miraba por un zoom paralelo, no se perdiera nada. "Sí, juro". Así fue como Trilce Reyes Bartoliche, de 29 años, abrazó su juramento hipocrático y se convirtió en médica: por una videollamada, sentada en el living de la cabaña de su madre, en Bariloche, donde cumple la cuarentena. "Todo esto es surrealista. En los ocho años que me llevó la carrera, jamás me imaginé que mi entrega de título iba a ser así", cuenta.
Trilce rindió el último examen en diciembre, en la Universidad Nacional del Comahue, en Cipoletti, y estaba esperando la entrega del título para tramitar la matrícula, cuando el coronavirus llegó para cambiar las reglas. "¿Y ahora?" fue la pregunta que circuló en el WhatsApp de sus compañeros.
Hasta que llegó una comunicación de la Facultad de Medicina, en la que les explicaban que la entrega de títulos se iba a hacer de forma virtual. No solo eso: el Ministerio de Salud se había comprometido a tramitar en tiempo récord las matrículas para que los 60 compañeros de Trilce pudieran empezar a trabajar como médicos lo antes posible. "Salir a la cancha en una pandemia, es un bautismo interesante. Algunos de nuestros padres están asustados. '¿Te parece empezar a trabajar ahora?', nos dicen. Pero es justo el momento en que se nos necesita. Y tenemos que estar a la altura", dice, entusiasmada.
Ella y otros diez de sus compañeros ya se inscribieron en el Ministerio de Salud provincial para estar a disposición para trabajar en donde se requiera, a medida de que avance la pandemia. "¿Dónde me imagino que voy a estar dentro de una semana? Seguro que trabajando. Tenemos una vocación muy fuerte de trabajar por la comunidad. Somos médicos, queremos ayudar. Acá estamos", dice Trilce.
Nunca se imaginó que la ceremonia de graduación iba a ser así. Que la iba a encontrar frente a un televisor, levantando la mano para aceptar el compromiso, sentada sobre sus piernas enroscadas en una silla, en el living de su madre. "Mientras estudiás, siempre te imaginás cómo va a ser ese día. Jamás pensé que iba a ser tan Ray Bradbury como lo fue", cuenta.
Como a la ceremonia solo se podían conectar los alumnos, Trilce armó un Zoom paralelo en el que se conectaron sus amigos, su padre que vive en Buenos Aires, y sus familiares. El living de la cabaña parecía un estudio de televisión, porque había ingeniado un sistema para que todos pudieran ver la transmisión que se proyectaba desde la pantalla grande. "No queríamos que a la ceremonia le faltara la calidez humana. Por eso, nos pusimos de acuerdo para que terminado el acto, todos abrimos nuestros micrófonos y aplaudimos. Después brindamos cada uno desde su casa. Ahora empieza una nueva etapa", dice.
Una despedida por Facebook
Viviana Bernath nunca se imaginó que la despedida de su padre Armando iba a ser así. El miércoles de la semana pasada su vida se apagó, después de 88 años. Pero ni siquiera ella y sus hermanos pudieron estar juntos en el cementerio. "Nos dijeron que máximo cuatro personas, que si no les clausuraban el cementerio", dice Viviana, que es bióloga, especialista en genética y directora de un laboratorio.
"Esa mañana pensé, esta no es la despedida que me imaginé para mi papá, un hombre muy solidario, empresario, al que sus trabajadores amaban y honraban porque siempre fue muy justo y compartía la plusvalía de su empresa con ellos. Era una despedida fría y solitaria. Todo lo contrario a lo que él era", dice Viviana.
Antes de volver a casa, desde el cementerio de La Tablada, el chofer del coche fúnebre les recomendó que se sacaran una foto junto al féretro, para que si los paraban los controles policiales pudieran explicar de dónde venían. Sus hijos y sobrinos le escribían por WhatsApp todo el tiempo y se lamentaban por no poder despedir a su abuelo. "Quédense tranquilos, que algo vamos a hacer", les dijo Viviana.
Y entonces se le ocurrió organizarle una despedida por Facebook. Escribió una semblanza de su papá, donde contaba que había tenido una infancia difícil, que trabajaba desde los cinco años ayudando a su mamá a fabricar jaulas, que con esfuerzo logró estudiar ingeniería y que fundó Rapi-Estant una de las primeras fábricas de estantes y rieles del país, que llegó a emplear a 700 personas y que sus empleados valoraban porque el jefe siempre estaba presente, era solidario con ellos, los ayudaba a construir sus propias casas y a progresar, les regalaba viajes cada vez que la empresa generaba plusvalía y que era recordado por muchos como un jefe de los de antes.
En el mensaje, Viviana explicó que esa era la forma de despedir a su padre, porque por el coronavirus no había otra y pidió a sus amigos que compartieran el mensaje. "Papi. Abuelo Armando. Don Armando. Ingeniero Armando. Ingeniero. Un ejemplo de Hombre. Te fuiste ayer, silencioso, tranquilo, en paz, nos dejaste, en cuarentena. ¿Y cómo despedir a un Gran Hombre en cuarentena? Si lo conociste a Armando, mi papá, te invito a tomarte unos minutos y recordarlo, leyendo parte de su historia", escribió.
A la mañana siguiente, la historia se había pegado en cientos de muros. "Mi viejo siempre me decía Armando es un gran tipo, abrazo a la familia", escribió Javier de la Fuente. "Trabajé con tu papá desde el año 1964 hasta el día de mi jubilación; un ser generoso y muy buena persona, no tengo más que agradecimiento", escribió en el muro de Facebook Luis Moreno.
Y los mensajes siguieron llegando de a centenas durante toda la semana. "No sé cómo. Yo no tengo en mis contactos a tanta gente que conoció a papá de esa época. Pero cientos y cientos de personas lo compartieron y me mandaron sus fotos y sus recuerdos de papá, personas que lo conocieron en distintos ámbitos. Nunca pensé que iba a velar a mi papá por Facebook. Es muy de esta época, de lo que estamos viviendo. Pero sin dudas, fue el mejor homenaje", cuenta Viviana.
Zumping, dejar en cuarentena
"La conexión de internet era mala. Nos quedamos congelados. Entonces le pregunté si estábamos cortando la relación. Y sí, estábamos rompiendo", escribe en su cuenta de Twitter Julia Moser, una periodista norteamericana que detalla: ¿soy la primera persona a la que su pareja la deja por Zoom?
Moser publicó un artículo en primera persona e inauguró el término Zumping, es decir terminar una relación vía Zoom. A continuación, cientos de personas le escribieron sobre las dificultades de mantener un vínculo a distancia y sobre el efecto agridulce de sentirse abandonado por videollamada.
"Nosotros no rompimos por Zoom, pero el vivir la cuarentena a distancia hizo que la relación se enfriara. Ni siquiera cortamos, pero ahora no sé muy bien qué somos. Al principio hablábamos todos los días. Chatéabamos mucho y hacíamos videollamadas. Después, las llamadas se empezaron a espaciar. Ahora hace más de una semana que no nos llamamos ni escribimos", dice Manuela, de 26 años, que estudia publicidad y vive en Colegiales.
"No es una buena época para las indefiniciones. Si estás en una relación que no es ni una cosa ni la otra, como nosotros, lo más probable es que todo se diluya hasta nuevo aviso", dice, mientras también lo intenta comprender.
Despertar a tu lado, por videollamada
Fernando Broto es abogado y tiene 55 años, dos hijos y hace nueve años está en pareja con Florencia Trotta, que es instructora de yoga. Desde hace un mes viven una especie de luna de miel virtual: todas las mañanas ella lo despierta con el desayuno. Ella elige un lugar en el jardín, él se acomoda en el deck y conversan un rato mientras toman café, hasta que el día queda oficialmente inaugurado. Entonces, cada uno se pone a trabajar.
Solo por un detalle: Fernando está en Palermo Soho y, Paula, en Villa de Mayo. La cuarentena los encontró viviendo separados y la distancia de más de 30 kilómetros por momentos se hace enorme y en otros, de apenas unos centímetros.
"Acabábamos de llegar de un viaje de un mes por India. Yo estaba armando la casa nueva cuando llegó la noticia de la cuarentena. Lo pensamos, lo pensamos bastante. ¿Juntos o separados?", dice Fernando.
Desde hace un tiempo que, aunque cada uno tiene su casa, pasan cuatro de cada siete días juntos. Pero las circunstancias no eran sencillas. Ella vive con dos de sus hijos. Y Fernando, aunque vive solo, tiene a cargo a su madre, que es mayor y requiere cierta asistencia. Además estaba el tema del trabajo, la casa nueva y cuando tuvieron que decidir, optaron por que cada uno se quedara en casa y que las distancias se iban a salvar por videollamadas. Pero los 15 días iniciales ya se convirtieron en un mes y van a seguir mientras siga la cuarentena.
"No es sencillo, pero a veces hace bien extrañarse. Lo que más extraño es el despertar juntos. Pero casi siempre ella me llama y nos levantamos a desayunar juntos. Yo en el deck y ella en su jardín. Conversamos un rato y después cada uno se pone a trabajar y el día se pasa más rápido. Después cenamos juntos por videollamada. Es muy loco, porque hasta hace un mes yo no usaba nunca la cámara para hablar con nadie y ahora es una manera de estar más cerca de los que nos quedaron lejos", dice Fernando.
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