Juicio en Nueva York: familiares de las víctimas del atentado en el que murieron cinco argentinos hablan ante el tribunal
Durante la lectura de la condena a Sayfullo Saipov, serán escuchados por los jueces
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NUEVA YORK.– Un jurado de Manhattan ya decidió que hoy Sayfullo Saipov será condenado a reclusión perpetua por el ataque terrorista de 2017 en una bicisenda del West Side de la ciudad, donde murieron ocho personas, incluidos cinco turistas argentinos.
Pero antes de que el juez Vernon S. Broderick imponga esa sentencia, unas dos docenas de víctimas y familiares, en su mayoría llegados desde el extranjero a Nueva York para la ocasión, hablarán ante la corte para cumplir con ese solemne y doloroso ritual previsto por el sistema judicial norteamericano: las víctimas dirigiéndose a los jueces.
Varios familiares y víctimas presentaron sus declaraciones por escrito, y los fiscales federales efectuaron la solicitud para que sean leídas en voz alta.
Saipov, un inmigrante uzbeco de 35 años, podría haber recibido la pena de muerte, tras haber sido condenado el 26 de enero por los 28 cargos que enfrentaba por el atentado, incluidos nueve cargos para los que está prevista la pena capital. Pero el 13 de marzo, en su segundo día de deliberaciones, el jurado le informó al juez que no lograban ponerse de acuerdo sobre imponer la pena de muerte, que requiere el voto unánime de los 12 jurados.
Como resultado, Saipov recibió una condena automática a reclusión de por vida.
La causa es el primer juicio federal con posibilidad de pena de muerte durante el gobierno de Joe Biden, que ha hecho campaña contra la pena capital. En sus argumentos para pedir la ejecución de Saipov, los fiscales mencionaron la premeditación y planificación de sus actos, el peligro que representaría desde la cárcel, su falta de remordimiento y su deseo confeso de cumplir los objetivos ideológicos de la agrupación terrorista Estado Islámico.
Entre las ocho víctimas fatales del ataque se cuentan cinco ciclistas argentinos –Hernán Mendoza, Diego Angelini, Alejandro Pagnucco, Ariel Erlij y Hernán Ferruchi, exalumnos del Colegio Politécnico de Rosario– y una mujer belga, Ann-Laure Decadt. Las otras víctimas fueron Nicholas Cleves, un ingeniero de software de 23 años de Manhattan, y Darren Drake, un trabajador financiero de 32 años de Nueva Jersey.
Saipov perpetró el atentado en un cálido Día de Halloween, cuando la bicisenda estaba atestada de turistas y paseantes: los arrolló con una camioneta alquilada de Home Depot de 3 toneladas, aplastando a algunas de las víctimas y eyectando a otras por el aire.
El vehículo impactó de lleno en un grupo de 10 amigos argentinos que iban en bicicleta en una columna de dos por dos, tumbando y matando a “todos los ciclistas del lado izquierdo de la fila”, señaló durante el juicio el fiscal federal Alexander Li.
El martes, el gobierno presentó ante la justicia una carta enviada por Ana Evans, la viuda de Hernán Mendoza. Evans no podrá estar presente hoy en la audiencia. “Nada ni nadie puede hacer retroceder el tiempo”, escribió Evans. “Nada hará que nuestros seres queridos vuelvan a casa, como debería haber sido, porque el único que podría haberlo evitado eligió no hacerlo, y está sentado aquí muy, muy orgulloso de la masacre que cometió”.
Si así lo decide, Saipov también tendrá su oportunidad de dirigirse al tribunal antes de que Broderick imponga la sentencia. Pero la semana pasada esa posibilidad empujó a los fiscales a presentar una solicitud ante la corte: señalaron que en prisión Saipov estaba sujeto a restricciones especiales que limitaban su capacidad para comunicarse con los demás.
Los fiscales también solicitaron la presencia de un lingüista de idioma uzbeko monitoree las declaraciones que pueda hacer Saipov, y agregaron que si el condenado dice algo que viola esas restricciones especiales que pesan en su contra –”por ejemplo, solicitar o alentar la violencia por parte de Estado Islámico u otros”, dice el documento–, el lingüista les avisará in situ a los fiscales, quienes objetarán de inmediato y le pedirán al juez que instruya a los intérpretes del tribunal para que frenen la traducción simultánea y pública de su declaración. El juez Broderick aceptó el requerimiento.
Por Benjamin Weiser y Lola Fadulu
(Traducción de Jaime Arrambide)
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