Jude, el gato que sobrevivió contra todos los pronósticos
A Carina le dijeron que la única esperanza de vida de su gato era una operación muy riesgosa; cuando todo parecía perdido, tuvo otra oportunidad
Una cadena de Whatsapp fue el puntapié para que Carina volviera a tener un gato. La foto del pequeño Jude desnutrido y su historia de abandono fueron un flechazo inevitable al corazón.
El felino había sido encontrado en una fábrica abandonada, mal alimentado y sucio. Las rescatistas lo habían salvado pero no podían quedárselo y por eso iniciaron la sucesión de mensajes para encontrarle un hogar.
“Cuando lo traje a casa estaba muerto de miedo. En el intento de vincularme con él a través del juego, noté que algo no estaba bien. Lo tenía sobre el regazo y sentí que respiraba mal y estaba agitado”, cuenta Carina, que enseguida lo llevó a un veterinario. El diagnóstico fue devastador: Jude tenía una fisura en el diafragma y el único tratamiento posible era una operación de tórax.
Carina estaba desesperada. Sin dinero para afrontar la intervención y preocupada por su nuevo amigo, consultó a otros especialistas con la esperanza de recibir un resultado diferente o una cura alternativa. Pero todos coincidieron en el diagnóstico y el tratamiento: Jude necesitaba que la operación fuera cuanto antes porque su vida estaba en riesgo. “Estaba desconsolada y casi obsesionada con su cura. Los médicos me habían dicho que la operación era riesgosa, pero era la única opción”, recuerda.
Una alternativa
En los días siguientes, la impotencia por la falta de dinero transformó el ánimo de Carina. Fue una amiga del trabajo quien le abrió un camino y le recomendó que visitara a un médico veterinario que tenía un perfil especial e incluía una mirada holística en el trato animal. “Yo nunca había escuchado hablar de un veterinario que incluyera otras terapias, estaba sorprendida. Hacía un mes que yo misma había iniciado un tratamiento alternativo", dice la dueña de Jude.
No tenía nada que perder, por lo que Carina llamó al veterinario que su amiga le había recomendado y le contó la situación del gato. Después de hacerle muchas preguntas, el especialista le indicó que comprara cuanto antes árnica y que lo visitaran al consultorio un par de días. Carina cuenta que para entonces Jude sólo pasaba sus días acostado, sin moverse, como si no tuviera estímulos de vida.
“Enseguida fui a la farmacia y volví con el frasquito de árnica. Lo miré a Jude y le dije que si yo me abría a otras opciones para mejorar mi calidad de vida, él también. Me miró con su carita como de bebé y ahí empezó el tratamiento”, recuerda Carina y agrega: “Pasaron los meses y la mejoría fue increíble”.
Hoy, a casi un año de haber comenzado con la terapia, el gato corre, salta, juega, maúlla y come sin problemas. Y aunque la fisura no sanó, su capacidad de adaptación fue magnífica. “La operación hubiera sido una condena a lo más triste. Con Jude -afirma contenta- nos une la esperanza y las ganas de vivir”.
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