Covid: Jóvenes, veganos y temerosos, el perfil de los voluntarios en el ensayo de una vacuna basada en plantas
La mayoría de los postulantes a la prueba del laboratorio Medicago que se realizan en el Hospital Militar Central tienen entre 18 y 40 años; qué motivos los llevaron a inscribirse
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Una nueva puerta de esperanza hacia el control del Covid-19 se abrirá en los próximos días con otro ensayo de fase 3 para testear una vacuna. Como ocurrió el año pasado con componentes que ya están siendo utilizados en varias naciones del mundo, la Argentina será parte de las pruebas, en este caso de la biofarmacéutica canadiense Medicago, que ya tiene en el país más de 10.000 voluntarios dispuestos a poner su cuerpo para estudiar la eficacia y seguridad.
Junto a otros cinco establecimientos en otras ciudades, uno de los centros médicos involucrados es el Hospital Militar Central, en Buenos Aires, donde el equipo científico también realizó el ensayo de fase 3 de la vacuna Pfizer/BioNTech. Aunque se necesita una base de 5000 voluntarios, la convocatoria fue más amplia y seguirá abierta durante un tiempo más. La prueba también se realizará en más 25.000 personas de México, Perú, Colombia, Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, entre otros países participantes.
Tener entre 18 y 59 años, no haber contraído Covid-19 ni estar vacunado son parte de los requisitos necesarios para sumarse a la prueba de esta vacuna que se presenta con una plataforma de origen vegetal. Aunque los datos son confidenciales, LA NACION pudo saber que la mayoría de los voluntarios se encuentra entre los 18 y los 40.
Acceder a la aplicación de una vacuna para sentirse más seguros ante el coronavirus, obtener información sobre el desarrollo, cambiar la imagen de los jóvenes asociadas a fiestas clandestinas y conductas irresponsables, y tratarse de un producto basado en plantas que va en línea con el veganismo y el vegetarianismo son parte de las motivaciones de algunos voluntarios que compartieron su testimonio con LA NACION. “Probablemente muchos ingresan pensando en que dentro del estudio, si se prueba la eficacia de la vacuna, estarán vacunados”, sostiene el médico Gonzalo Pérez Marc, investigador del Hospital Militar a cargo del proyecto.
“Estamos terminando de enrolar a los voluntarios que se anotan para ser informados, la mayoría con la intención de recibir la vacuna. El próximo paso es citarlos y saber si cumplen con los criterios establecidos”, agrega. En otros términos: no todos los 10.000 postulantes, o más, pasarán los filtros o estarán en condiciones de sumarse al ensayo por lo que, como en otros casos, se debe superar en cantidad el piso necesario de personas.
Vacunación en el país
Como la mayoría de las vacunas, la de Medicago requiere de dos aplicaciones. La mitad de los postulantes recibirá las dosis y la otra mitad, el placebo; aunque, de aprobarse, luego todos tendrán su inmunización. Este desarrollo utiliza plantas vivas como biorreactores para reproducir la partícula no infecciosa que imita al virus que debe neutralizar. La logística, además, es más simple porque se puede mantener refrigerada en una heladera común. En las fases 1 y 2 se mostró como una vacuna “muy segura”, de acuerdo con Pérez Marc, que genera “hasta 75 veces más de anticuerpos neutralizantes que los de otras vacunas” por la característica vegetal de su origen.
“La vacuna no cuenta con ningún componente de origen animal y yo soy vegana, por lo cual participar en este estudio entra dentro de lo que yo suelo hacer/consumir como para que mi paso por este planeta no sea tan dañino”, compartió Francisca Lavieri, de 19 años y sin ningún factor de riesgo, que se anotó como voluntaria del ensayo.
En su caso no la movilizó la posibilidad de estar inmunizada contra el Covid-19 porque, considera, “el Gobierno se está encargando de hacer llegar la vacuna y el hecho de que cada vez se esté vacunando a gente más joven sin comorbilidades lo demuestra”, sino un compromiso con el respeto a los animales como forma de vida. “Me parece brillante, como persona que milita el hecho de consumir la menor cantidad posible de derivados de animales, el hecho de que un laboratorio promueva una vacuna de estas características. Demuestra dos cosas: que se puede hacer mucho sin lastimar ni explotar a otras especies y que el veganismo o la producción basada en plantas puede aplicarse en la medicina occidental”, expresa.
En la misma línea se encuentra Malena Restelli, de 21 años, vegetariana y proveniente de una familia de médicos en la que la investigación y el desarrollo de vacunas contra el coronavirus se volvió un tema de conversación habitual. “Lo que más me interesa, me parece muy destacable y me incentivó a contribuir es el método que se usa, la estructura vegetal. Es un avance tecnológico y medicinal muy fuerte”, opina.
“Los jóvenes podemos aportar de alguna manera con contribuciones de este tipo, por más pequeñas que sean. No pesó la posibilidad de acceder a una vacuna, nunca tuve miedo de contagiarme. Pienso que estoy prestando mi cuerpo para un fin médico. Elegí prestar mi cuerpo antes que pensar en la posibilidad de vacunarme”, admite.
Impulsada por contar con la vacuna que le permite recuperar parte de su vida prepandemia pero, también y más importante, contribuir a cambiar la imagen de los jóvenes, Lucía Bruniard, estudiante de 21 años, se anotó en la convocatoria del Hospital Militar cuando un amigo le aconsejó hacerlo. “Quiero mostrar que podemos aportar algo contra la pandemia, sobre todo después de que nos pegaron tanto por las fiestas clandestinas y por no cuidarnos. Hay una juventud que se organiza, que es responsable, que cuida a los adultos mayores y que puede ser útil”, lanza.
La evolución de la vacunación
Estar vacunada le permitirá sacarse también otro peso de encima. “Me preocupa mucho contagiarme, le tengo muchísimo miedo al Covid. Estar inmunizada me ayudaría a vivir un poco mejor, volver a mi vida normal. Dejé de jugar al fútbol, dejé de ver a mis amigos para no exponer a mis abuelos, dejé materias y durante la primera mitad del año dejé de buscar trabajo”, enumera entre los cambios que sufrió su vida cotidiana.
También la desconfianza impulsa a los jóvenes, como en el caso de Felipe Rubba Román, a quien no le dan mucha seguridad las vacunas que se están aplicando actualmente y el acceso a los componentes. “Tengo dos abuelos que se vacunaron hace tres meses y siguen esperando la segunda dosis”, dice el estudiante de Ciencias Económicas, de 19 años. “Eso me da mucha desconfianza. La efectividad de las vacunas que ofrecen no es segura. Hay más información sobre vacuna vegetal”, agrega.
A Constanza, de 25 años, y Paula, de 31, el estudio en marcha les genera tranquilidad por el antecedente del trabajo realizado con el laboratorio Pfizer. “No pertenezco a ningún grupo de riesgo ni soy personal esencial, por lo que sería una buena forma de estar inmunizada”, admite Constanza. “La razón principal es proveerme de una vacuna”, añade Paula.
Ellas y el resto de los voluntarios quizá puedan estar vacunados con Medicago en los próximos meses. A pesar de que el ensayo puede extenderse hasta dos años para evaluar la eficacia y seguridad de las personas, la aplicación de la vacuna podría ser mucho antes si la Administración de Medicamentos y Alimentos de los Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) aprueba su uso de emergencia como ocurrió con otros productos. De acuerdo con los antecedentes, si las pruebas comienzan este mes podrían empezar a vacunar en septiembre.
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