JOSÉ IGNACIO.- Frente a la puerta principal, es difícil imaginar que Posada Ayana sea un hotel, mucho menos uno de los más exclusivos de todo Uruguay. A una cuadra de la playa Mansa, dos puertas de madera que podrían ser la de una casa cualquiera abren el paso a un jardín interno, por cuyo claustro de hormigón y madera aparece caminando la austríaca Edda Kofler, propietaria del lugar.