Jennifer Doudna: "Deseo inspirar a niñas que, como yo, manteniéndose fieles a su pasión pueden ser exitosas"
Junto con Emmanuelle Charpentier hizo uno de los descubrimientos más monumentales de la biología
Creció en un pueblo rural de Hawai. Nadie de su familia se había dedicado a la ciencia, pero siempre se sintió atraída por el mundo natural, la matemática y, especialmente, la química. Hoy, su nombre se menciona para el Nobel.
"El medio ambiente en Hawai es propicio para la evolución de organismos que tienen propiedades únicas –cuenta la delgadísima y sonriente Jennifer Doudna, que junto con Emmanuelle Charpentier realizó hace tres años uno de los más monumentales descubrimientos de la biología: un sistema (utilizado por bacterias para defenderse de los virus que las atacan) que permite cortar y pegar genes de forma sencilla y con extrema precisión–. Siempre me fascinó tratar de entender porqué las cosas son de cierta manera, porqué los organismos funcionan de la forma en que lo hacen. Y fue ese interés fundamental, que no sé de dónde me vino, pero que es parte de mí, lo que me motivó a seguir la carrera científica."
Doudna, una superestrella que no cesa de recibir distinciones (hace dos días se anunció que también recibirá el Premio Internacional Gairdner en Canadá, uno de los más prestigiosos para descubrimientos de trascendencia médica), es una de las laureadas este año con el premio L’Oréal-Unesco para Mujeres en la Ciencia, junto con su colega, Charpentier. A pesar de su apretadísima agenda, dialogó durante unos minutos con La Nación.
–Profesora, tras su descubrimiento, con Emmanuelle Charpentier, de una tecnología que permite cortar y pegar genes de forma rápida, económica y precisa, su figura alcanzó algo muy cercano a la celebridad. ¿Cómo se siente con este nuevo premio que se suma a muchos otros que se le otorgaron en los últimos meses?
–Bueno, es bastante difícil de creer. Para nada pienso en mí como una celebridad. Me siento honrada de ser parte de este grupo L’Oréal-Unesco, contenta por las investigaciones que hicimos y que estamos haciendo, y espero poder inspirar a jóvenes y mujeres para el futuro.
–¿Cuándo empezó a investigar en los mecanismos llamados Crispr?
–Jillian Banfield, colega de la universidad, estaba investigando bacterias que crecen en ambientes interesantes y sus trabajos habían arrojado muchas secuencias repetidas (llamadas Crispr) que estaban en el ADN bacteriano. Así que ella me llamó en 2005 para contarme y preguntarme si estaba de acuerdo en que las estudiáramos juntas.
–¿Fue muy difícil llegar a estos resultados?
–Fue difícil en el sentido de que al comienzo yo no tenía ni idea de lo que iba a terminar encontrando, de modo que pensé que era lo más esotérico que habíamos hecho en mi laboratorio. Pero tuve la suerte de reclutar a un par de personas que fueron muy entusiastas acerca de la biología básica de las bacterias, la lucha entre las bacterias y los virus, y ellos hicieron unos experimentos realmente fantásticos que nos hicieron pensar que había mucho por investigar.
–El adjetivo que más se usa para aludir a la tecnología que usted y Emmanuelle Charpentier descubrieron para cortar y pegar genes (Crispr-Cas9) es "revolucionaria". Y como todas las revoluciones, tiene efectos colaterales. ¿La considera peligrosa?
–Ciertamente es muy poderosa. Yo misma me involucré profundamente en la discusión acerca de su uso ético, especialmente en embriones humanos. Creo que no hay duda de que a medida que avancemos en sus aplicaciones veremos muchos beneficios para la sociedad, y realmente espero que podamos evitar usarla de formas no seguras o no valiosas. Pero, como dice, como con cualquier tecnología, esa posibilidad siempre está presente.
–¿Cuál diría que es su mayor ventaja?
–Además de ser simple y efectiva, hay otras dos cosas que la hacen muy útil. Una es que funciona en cualquier tipo de célula, lo que significa que no sólo tiene una aplicación terapéutica, aunque ése es un uso muy importante, sino que también será útil en la agricultura y en biología sintética. Y la segunda es que se trata de un método muy adaptable, de modo que puede utilizarse para hacer no sólo cambios permanentes en las células, sino también cambios transitorios en la forma en que se expresan los genes. Fue posible manipular las moléculas fundamentales involucradas en la edición genómica para poder usarla en otras aplicaciones que también son muy útiles.
–¿Debemos prepararnos para un futuro en el que los organismos genéticamente modificados serán una rutina?
–Creo que sí. Es una tecnología hace posible el tipo de cambios de precisión del ADN que les permite a los científicos controlar la información que está dentro de las células y cómo se usa. En este momento, me parece que la próxima frontera es saber más sobre los genomas, cómo operan, cómo los genes trabajan juntos para crear rasgos en organismos, incluyendo a los seres humanos. Hasta que tengamos ese conocimiento fundamental, estaremos un poco limitados.
–Actualmente ya hay una batalla en torno de la patente, de quién es el dueño de los derechos intelectuales de esta tecnología. ¿Cómo afectarán los intereses comerciales el avance en las aplicaciones?
–No creo que se vean muy afectados. Y la razón es que hay enorme entusiasmo por la ciencia que hay detrás y de su uso para muchas aplicaciones. Para su utilización en medios académicos, no es necesario preocuparse por la patente, pero incluso entidades comerciales que sí tienen que obtener derechos para emplearla continúan con lo que están haciendo. Como científica, me siento muy encantada por el trabajo que está en marcha y por nuestras propias investigaciones, que están tratando de aplicarla en salud humana. Me estoy concentrando en eso.
–Este premio da a conocer el talento y las contribuciones de científicas descollantes. ¿Cree que hombres y mujeres ya están en igualdad de condiciones en su país y en otros?
–Ciertamente, tienen las mismas capacidades para la ciencia, eso es seguro, pero creo que hay barreras para las mujeres que les impiden ser exitosas, especialmente en los niveles más altos, como profesoras universitarias y en roles de liderazgo en compañías.
–¿Usted misma tuvo que luchar con los chicos, la familia y todo eso?
–¡Claro! Tengo un chico y tratar de brindarle el tiempo suficiente exige un acto de malabarismo constante, Es decir, ¡nunca tengo tiempo suficiente para todas las cosas que hago! Pero, de algún modo, uno saca lo mejor de cada situación. Tengo un marido muy, muy comprensivo, que también es profesor en la Universidad de California en Berkeley, de modo que diría que fue él el que permitió que hiciera un montón de las cosas que logré.
–¿Qué piensa hacer con el premio?
–Planeo usar tanto parte del dinero como el reconocimiento para hacer ver el trabajo de estudiantes y posdocs que trabajaron conmigo. Creo que es muy importante decirlo y, ojalá, inspirar a estudiantes, tal vez niñas, para reconocer que, como yo, pueden venir de un hogar bastante humilde, sin ventajas particulares, excepto el propio deseo de hacer ciencia, pero que manteniéndose fieles a su pasión pueden ser exitosas.
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