Jardines rodantes: resurgen en el conurbano como alternativa ante la suspensión de clases
Grupos de padres se organizan para contratar maestras que vayan a domicilio a enseñar a los chicos; cuestionan la virtualidad para los más pequeños y temen que no puedan volver a la escuela el 3 de mayo
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Soledad Almirón y los vecinos del barrio cerrado donde vive ya lo tienen decidido: si el cierre de los jardines de infantes supera los 15 días estipulados en el decreto presidencial, ellos volverán a montar el jardín rodante que organizaron a fines del año pasado para sus hijos, seis alumnos de sala de cuatro. “Nuestra prioridad es que aprendan contenido, lo básico de jardín, que socialicen y que tengan una rutina. Ya perdieron casi un año entero de clases el año pasado; no vamos a permitir que eso pase de nuevo”, dice Almirón, nutricionista y madre de dos chicos, de 4 y 6 años, que reside en Nordelta.
Para ella, la modalidad virtual que mantienen los jardines de infantes del conurbano bonaerense desde el lunes pasado no solo es ineficiente, sino también insostenible. “No funciona. A los más chicos el Zoom los adormece. Ellos aprenden con las manos, con la experiencia y el juego”, opina. Si las restricciones a la educación no cesan, su idea es contratar, junto a sus vecinos, a una maestra que se acerque todas las tardes al barrio y dé clases a los niños cada día en un domicilio distinto.
Esta y otras modalidades de educación inicial alternativa volvieron a ser tendencia la semana pasada, tras la suspensión de las clases presenciales. La mayoría de las familias consultadas planean empezar con algún tipo de esquema presencial en las próximas semanas, ya que no confían en el plazo de las restricciones, que por ahora prevé que las escuelas vuelvan a abrirse el 3 de mayo. Este pronóstico negativo que prima entre los padres tiene fundamento en las declaraciones del viernes pasado del ministro de Educación, Nicolás Trotta, quien afirmó que no hay una decisión tomada sobre si se volverá a la presencialidad en la primera semana del mes próximo.
“Hoy, mi prioridad es no dejar a mi hijo en casa, que se eduque y socialice mientras yo trabajo. Preferiría mandarlo a un jardín normal, porque es legal, tiene estructura, equipamiento, experiencia. Pero hoy esa opción no existe”, destaca Marina, que es terapista ocupacional con años de trabajo en rehabilitación pediátrica y tiene un hijo de 3 años. Actualmente, está buscando vecinos de la zona donde vive para armar una propuesta rodante.
Como terapista con especialidad en procesamiento sensorial, señala que las clases virtuales en la educación inicial son contraproducentes. “Para llegar a la lectoescritura, primero los chicos tienen que desarrollar muy bien la sensopercepción. Para eso, necesitan tener acceso a materiales, jugar con su cuerpo, tener recreos, consignas de trabajo”, explica.
Los sistemas de educación alternativa tienen antecedentes del año pasado, por lo que, según destacan los padres y directivos de jardines de infantes consultados, se encuentran bien aceitados y pueden volver a ponerse en práctica con facilidad.
Vanessa Cardozo es docente de nivel inicial y hace cinco años que coordina un jardín rodante, El Principito, en la zona de Pacheco. Ella marca una diferencia entre su organización, que se maneja de manera legal –con seguro y maestras registradas en blanco–, y las nuevas modalidades que jardines rodantes que comenzaron a surgir en la última semana, que al ser provisorias y haber surgido de manera espontánea, seguramente se mantienen en la clandestinidad. “En la última semana, he escuchado casos de nuevos grupos rodantes en Vicente López, San Fernando, Munro, Florida y Villa Martelli. Muchos docentes se quedan sin trabajo porque sus jardines cerraron y empiezan a trabajar de esta forma. Los padres que las contratan buscan las mismas dos cosas: poder ir a trabajar y que sus hijos no pierdan un año más de estimulación”, cuenta.
En la última semana, también han surgido jardines clandestinos organizados por los mismos directivos y docentes de los jardines de infantes, según pudo saber LA NACION. “Lo hacen para no fundirse. Respetan las mismas burbujas y van rotando en las casas de sus alumnos. Muchos de estos se van a empezar a implementar mañana”, detalla Cardozo.
La docente de nivel inicial notó desde el lunes pasado un gran incremento de las consultas de padres para anotar a sus hijos en su jardín. Durante todo el año pasado, El Principito se mantuvo cerrado. Volvió a abrir en enero pasado bajo el formato de colonia de vacaciones y ahora, desde que se decretó la suspensión de la educación presencial, continúa trabajando, pero solo con algunos grupos. “Algunos grupos de padres quisieron seguir. Otros prefieren esperar a ver qué dice el Gobierno el 3 de mayo”, cuenta.
El aumento de la demanda de este tipo de educación alternativa es la otra cara de la baja en los inscriptos de los jardines clásicos. Así lo afirma Adriana Etcheverry, propietaria de la escuela maternal Rayito de Sol, en Vicente López, y representante de una agrupación de jardines maternales y de infantes de la zona norte. “Los padres necesitan buscar alternativas al jardín de infantes, que está cerrado, y esas alternativas lamentablemente son los espacios clandestinos, que hoy están abiertos. Ya hay muchos y cada vez va a haber más”, señala Etcheverry.
Recurso de amparo
El grupo de establecimientos de educación inicial que representa planea presentar una acción de amparo ante la Justicia si el Gobierno extiende la suspensión de las clases. “Un jardín maternal y de infantes que no abre sus puertas tiene que cerrarlas definitivamente”, comenta la mujer, que destaca la difícil situación económica de los establecimientos del rubro, los cuales pierden niños, cuyos padres dejan de pagar las cuotas para poder contratar un jardín rodante, una niñera o una guardería clandestina.
“Lo que le proponemos al Gobierno es que las medidas de suspensión de la presencialidad estén segmentadas por niveles educativos. No es lo mismo un maternal que una secundaria. La virtualidad en un jardín no existe. No podemos garantizar ningún tipo de continuidad pedagógica a través de una pantalla”, explica.
“El contacto con pares no se reemplaza –dice Beatriz, madre de una niña de 3 años–. Mi hija ya estuvo casi todo el año pasado rodeada de adultos. Cuando empezó el jardín este año, pasó a ser otra nena. Todos los padres vimos cómo mejoraron nuestros hijos cuando volvieron al jardín”. A fines del año pasado, su hija comenzó a asistir a lo que ella llama “grupo de juego”, reuniones de niños que se hacían dos veces por semana en la casa de una conocida suya.
Actualmente, Beatriz está esperando que las clases se reanuden, que algún juez falle a favor de alguna de las acciones de amparo presentadas ante la Justicia por los grupos de Padres Organizados de la provincia de Buenos Aires, como sucedió en la ciudad. En caso de que ello no suceda en los próximos días, inscribirá a su hijo en un “jardín blue”.
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