Invasiones Inglesas: la sobrina que perdió al tío con quien iba a casarse
La Defensa de Buenos Aires en julio de 1807 fue el germen de cientos de historias de valor. Los bravos y profesionales ingleses se toparon con aguerridas milicias, de poca experiencia pero bien dispuestas a dar pelea en cada rincón de la ciudad. Dos lugares fueron los escenarios de los enfrentamientos de mayor violencia. Al norte de la Catedral, la imponente Plaza de Toros (en la actual Plaza San Martín de Retiro, en Maipú y Santa Fe). Al sur, los alrededores de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, conocida como Santo Domingo (ubicada en Belgrano y Defensa), donde se conservaban las banderas que los invasores habían perdido en la Reconquista de 1806. Liniers las había ofrendado a la Virgen del Rosario por la victoria.
Nos enfocaremos en los hechos de Retiro. Allí se había dispuesto a seis batallones de Marina, junto con los Granaderos del Tercio de Galicia (que no se relacionan con el regimiento que formó San Martín) y un batallón de Patricios; todos encargados de entorpecer el desembarco e impedir que los ingleses se apoderaran de la Plaza de Toros, que era la principal fortificación de la zona y ocupaba la parte más alta de la actual plaza San Martín (en el sitio donde se encuentra el monumento al Libertador).
Tengamos en cuenta que las aguas del Río de la Plata llegaban hasta el terreno que hoy ocupa el Monumento a los Caídos en las Islas Malvinas, en el borde la mencionada plaza. Por lo tanto, los navíos británicos habían dispuesto embarcaciones cerca de la zona donde se construyó la Torre de los Ingleses, inaugurada en 1916 y rebautizada Torre Monumental en 1983.
Los invasores, que venían marchando desde la zona de Plaza Miserere hasta Retiro, se habían topado con un piquete que les disparaba desde una casa que estaba en diagonal a la Iglesia del Socorro. Ingresaron allí con violencia y, armados con las bayonetas, ultimaron a todos. Luego avanzaron sobre los cañones que los hostigaban, situados en Esmeralda y Juncal, según la nomenclatura actual. Lograron desbandar a la sencilla artillería y se apoderaron de los tres cañones, aunque dos estaban inutilizados. Dieron vuelta el tercero y lo apuntaron hacia los defensores.
Uno de nuestros batallones de Marina era comandado por el teniente de navío Cándido de Lasala, 36 años, hijo de Juan Bautista Lasalle, un francés que en Buenos Aires había castellanizado el apellido. Con el alférez de Fragata José Aldana y la tropa, se habían ubicado en las cercanías de la playa y debieron soportar el peso de la lucha. Peso más que desbalanceado, ya que el enemigo los superaba cinco veces en número.
Sin embargo, los corajudos defensores ofrecieron resistencia hasta donde pudieron y luego se replegaron hacia el estadio de la Plaza de Toros. Lo mismo ocurrió con el resto de los batallones. La situación era crucial. Se habían agotado las municiones, los ingleses los tenían cercados y estaban a punto de adueñarse de la posición. Se decidió que saldrían del estadio, en pelotones, para alcanzar la actual Florida y sumarse a las fuerzas que se concentraban en nuestra querida Plaza de Mayo.
El primer pelotón tomó desprevenido a los sitiadores y logró escabullirse. El segundo fue diezmado por el fuego enemigo. Al salir el tercero, comandado por el bravo Lasala, fue recibido por una lluvia de proyectiles. El teniente cayó gravemente herido. Sus hombres lo metieron en el estadio. Iba a ser una carnicería. Por eso se rindieron a las 9:00, luego de dos horas de combate.
Lasala murió algunos días más tarde, cuando todos celebraban la victoria de las tropas de Liniers. Ese día, Cayetana Juana Agustina María de Santo Domingo Oromí y Lasala, de casi diecinueve años, sobrina del héroe, perdió más que a su tío. Perdió al hombre con el cual iba a casarse. Era hija de Agustina, una de las hermanas del infortunado.
En noviembre, Cayetana ingresó al convento de las Catalinas (actual esquina de Viamonte y San Martín) con el nombre de sor María del Rosario de la Victoria. Nunca más salió. Se quedó para siempre en Retiro, a pocas cuadras del lugar donde su prometido había recibido las heridas mortales.
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