Inundaciones en Salta: barro, víboras y el miedo a otra crecida del Pilcomayo, el drama de volver a casa
SANTA VICTORIA ESTE, Salta.– A cien metros del puesto fronterizo con Bolivia, en el chaco salteño, el vecino Tito Antero Galarza, de 57 años, levantaba una tapia de ladrillos que abarca todo el frente de su casa. Así intenta contener la próxima crecida del río, que supone inminente. Su vivienda quedó convertida en un lodazal luego de que el sábado pasado el Río Pilcomayo se desbordara y el agua alcanzara en el pueblo unos 60 centímetros de altura.
Los anegamientos abarcaron una amplia zona en torno a la ciudad de Santa Victoria del Este, por lo que miles de lugareños se evacuaron con asistencia estatal. Muchos de ellos encontraron refugio en escuelas y otras dependencias del Estado en Tartagal y Acheral. Pero a otros miles sólo les fue posible apelar a la protección hostil que ofrecían los montes más altos, donde familias enteras pernoctaron varios días a la intemperie, esperando que bajara el agua.
Como Galarza, son muchos los vecinos de la región que al volver de las alturas a sus hogares los encontraron devastados. Y ahora reclaman por la falta de asistencia estatal. “Hoy (por el miércoles) mi familia no tiene nada para comer porque los comercios locales cerraron”, dijo Galarza, mientras mascaba coca.
La mayoría de estos vecinos evacuados en los montes son integrantes de la comunidad wichi y reclaman asistencia estatal. Por este motivo, ayer y anteayer un numeroso grupo de estos aborígenes cortó con troncos la Ruta 54 a unos 24 kilómetros de Santa Victoria Este.
Yararás, alacranes y arañas
Mientras, por la crecida, en la región aumentó sensiblemente la cantidad de víboras yararás, alacranes y arañas. “Los bichos buscan las partes más altas: se suben a los árboles y buscan las casas, que suelen estar más secas”, explicó Juan Pablo Zala, de 39 años, docente y vecino de la zona. Y aunque la cantidad de mosquitos también es altísima, por el cierre de los comercios a muchos lugareños les resulta imposible conseguir repelente y sólo les queda apelar al humo de quebracho.
Las localidades más afectadas por el agua fueron La Puntana, Hito 1, Monte Carmelo, La Curvita y Santa María, entre otras.
Además del operativo de asistencia estatal, se registraron numerosos casos espontáneos de gente que socorrió a familiares afectados, muchos de ellos instalados en refugios a la vera de la Ruta 54.
Norberto Arias, de 62, vecino de Tartagal e integrante de la comunidad tapiete, manejaba hacia La Curvita una camioneta colmada de provisiones para familiares suyos de esa localidad, que fueron evacuados por el Ejército en un gomón. Arias les llevaba ollas, agua, jabón y shampoo, entre otras cosas.
Pérdidas
El agua también alcanzó el rancho de adobe, techo de varillas y piso de tierra donde María Luisa Sánchez, de 39 años, vivía con sus seis hijos. Ubicado a la vera de la Ruta 54, en la zona de Padre Col Nuevo, la correntada afectó las columnas de quebracho de la vivienda, y Sánchez cree que con la próxima e inminente crecida terminarán por ceder. “Se nos empapó la ropa y las camas, y se rompieron la heladera y el ventilador”, explicó en el calor sofocante de la estrecha vivienda, cuyo piso quedó hecho un barrial. Mientras, ella y sus hijos viven provisoriamente en la casa de un familiar. Tampoco Sánchez recibió ninguna asistencia estatal.
De los cerca de 6000 habitantes de Santa Victoria Este, alrededor de un 70% se evacuó a partir del sábado con ayuda del Estado debido a las altas probabilidad de que desbordara el Pilcomayo, que de sus 4,60 metros habituales creció hasta superar los 7 metros. Sin embargo, el anillo de contención creado en 2007 alrededor de la ciudad evitó que el agua ingresara. Aunque faltó muy poco: apenas diez centímetros. Aún así la ciudad quedó algunos días sin agua ni luz, que anteayer fue restablecida.
Y si bien ya volvió a sus casas cerca de la mitad de la población de esa ciudad, el resto desconfía del río, que amenaza con desbordarse de nuevo en los próximos días.
Además, la ciudad quedó aislada unos cuatro días cuando la corriente provocó el desplome de un ancho segmento de la Ruta 54. Sin embargo, el miércoles a la madrugada la circulación fue restablecida cuando con media docena de excavadoras se tapó el bache apilando enormes bolsas de arena.
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