Son unas 30 familias que decidieron irse a vivir a viejos trenes abandonados; la crecida hace que la situación se complique
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CONCORDIA (De un enviado especial).– En las vías de exferrocarril Urquiza el frío penetra con rigor a la noche. En los 14 vagones que están en el barrio Puerto, afectado por la inundación en Concordia, duermen unas 30 familias que prefirieron refugiarse en ese viejo convoy de madera porque están cerca de sus casas.
Durante las noches duermen allí y de día van y vienen a sus casas. El frío de estos últimos dos días hizo más áspero el alojamiento en las vías. Tres baños químicos, que llevó el municipio, pretenden darle un confort a un escenario que parece extirpado de otro tiempo. Lo extraño es que son los vecinos los que eligieron quedarse allí, pasar frío y vivir como familias rodantes porque no quieren alejarse de sus casas por temor a los robos. “El miedo es perder lo poco que uno tiene”, explica Ricardo Duarte, de 63 años, que goza de un privilegio, según señala de manera irónica, que es no compartir el vagón con otra familia.
El hombre que es jubilado de la Municipalidad vive allí con su esposa Alejandra Ledesma, de 57 años, que mientras su marido habla pide disculpas y se va dentro del vagón porque no puede soportar el frío.
El drama de evacuarse por decisión propia es algo naturalizado por los vecinos de los barrios ribereños, que se encuentran hasta la cota 14, que es una especie de frontera interna en Concordia. Los que viven allí saben que el agua tarde o temprano les va a llegar. Son barrios que se construyeron cuando la ciudad tenía una prosperidad que se la daba el puerto y la producción cítrica y agropecuaria. El puerto de Concordia llegó a ser uno de los más importantes del país. De allí se llevaba la mercadería en barcazas hasta Buenos Aires. Ese tráfico fluvial, junto con el ferrocarril, fue desplazado en los 90 por los camiones.
El puerto perdió su esplendor, pero los barrios cercanos al río no fenecieron, sino al contrario, crecieron, por estar cerca del río y del centro, con la amenaza recurrente de que cuando viene el agua los vecinos deben salir, ir a zonas más altas. Es un mecanismo que el que vive desde hace tiempo en Concordia tiene naturalizado. Ese drama se repite, sin solución. “Nos ofrecían mudarnos a un barrio que no se inunda, pero que es una villa de emergencia. Yo prefiero seguir inundándome a vivir peor en ese lugar”, explicó Ricardo, un hombre nacido y criado en el barrio Puerto.
Frío intenso y humedad
Las luces de los vagones comienzan apagarse cerca de las 22. Algunos tienen prendidos estufas a cuarzo para soportar el frío intenso y húmedo. El agua está cerca de las vías, a unos 50 metros. En los vagones los vecinos cuentan historias de inundaciones que tienen sobre el lomo. Es una especie de catarsis colectiva que sublima el drama del presente. Porque siempre alguien encuentra en sus recuerdos una inundación más importante de la que cuenta su vecino.
Adriana Rodríguez, de 40 años, pone un número que pocos pueden empardar. Se tuvo que evacuar 15 veces en los últimos 20 años. “Mi mamá me llama y siempre me dice volvé a la Patagonia”, cuenta la mujer, oriunda de Neuquén, donde lo que no abunda es lo que allí en Concordia sobra. Su pareja Marcos Texeira, de 38 años, enumera los problemas económicos que aparecen cuando tienen que volver a sus casas.
Este grupo de familias están alojadas en los vagones desde el sábado pasado, cuando el río Uruguay comenzó a subir de manera repentina por la crecida que provocaron las intensas lluvias en Brasil. La represa Salto Grande había acumulado durante la última semana un caudal de agua que, según las autoridades de la central, la llevó al máximo de su capacidad. El río superó el lunes los 13,50 metros. Es posible que este hoy llegue a 13,70, según las previsiones que maneja el intendente Francisco Azcué, y después comenzaría a bajar.
Viviendas afectadas
La ventaja en medio del drama de las inundaciones recurrentes en esta cuenca es que el agua escurre rápido. Después comienzan otros problemas, o nuevos inconvenientes que tienen que ver con la refacción de las viviendas afectadas.
“Son casas construidas algunas hace más de 70 años. Y cada vez que se inundan las paredes quedan destruidas. Hay que revocar y pintar. Y sacar la humedad, que es lo más difícil. El olor queda por meses”, apunta el hombre que recuerda también las veces que los políticos se acercaron en las campañas electorales para proponer proyectos faraónicos que nunca se concretan.
“La salida más viable era hacer un sistema de defensas móviles. Como se sabe cuándo va a crecer el agua por la represa es posible instalar las defensas sobre la vera del río y así evitar que el agua cubra todo”, advierte Marcos.
Pero ese plan que proyectó la gestión peronista nunca se concretó. “La única defensa que se hizo en Concordia la construyó en la zona sur la propia gente de la mano del sacerdote Andrés Servín, que fue un hombre muy querido en la ciudad”, destacó Duarte.
En las vías todos asienten y empiezan a aportar datos sobre cómo se levantó ese terraplén con la gente pobre del lugar. Servín, que falleció en 2013 y es uno de los personajes más queridos en el lugar, logró lo que ninguna gestión pudo concretar, según cuentan los vecinos. “Después, los políticos aportaron fondos y se colgaron del cura”, afirma una mujer en las vías.
En el barrio Puerto recuerdan que una de las inundaciones más bravas, aparte de la de 2015, fue en 2009. Texeira la tiene grabada a fuego. “Cristina Kirchner hizo un acto en el club Libertad, que estaba lleno de gente. Terminó el acto y abrieron las compuertas de Salto Grande, porque estaba bajando mucha agua. Y nos inundamos todos. Nunca me voy a olvidar porque siempre recordamos que esperaron a que terminara el acto para abrir las compuertas”, dice.
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