Mar Chiquita: rescataron a seis de las siete orcas que habían encallado, pero una murió
LA CALETA. No importó que pase a mejor vida algún celular que quedó en el bolsillo del pantalón. Apenas dejaban el calzado sobre la arena, para ganar comodidad. Corrían sin importar la ropa puesta y mucho menos el agua helada. Tampoco las olas, que castigaban y duro aún sobre la orilla. Pero bien valió el sacrificio para que esos puños apretados, bien alto, se acompañaran con un "¡Vamos! ¡Vamos!" y el aplauso de los que alentaban desde la arena con cada orca devuelta al mar. Y tras un objetivo cumplido, el trote apurado en busca de otra. Así unas 150 personas, la mayoría voluntarios de la zona, lograron que seis de las siete varadas en estas playas volvieran al mar. Otra, un ejemplar macho, murió en la orilla.
Una historia de inicio dramático y final emotivo. Los abrazos emocionados de los rescatistas, casi todos sin experiencia en este tipo de situaciones, más las lágrimas de otros resumían la alegría por un logro que igual dejó algo de dolor. "Me lamento que no hayamos podido mover al más grande, se nos murió ahí, delante nuestro", contó Natalia Villa, una joven de 20 años que se sumó temprano al operativo. Se cree que esa, que era la de mayor tamaño, no sobrevivió porque quedó en una posición lateral que favoreció el ingreso de agua al espiráculo por el que respiran.
Los siete animales habían quedado sobre unos 400 metros de franja de costa de este balneario del partido de Mar Chiquita, a unos 20 kilómetros al norte de Mar del Plata. Es habitual ver esta especie en tránsito migratorio por esta zona. Dos vecinos que suelen repetir sus caminatas a primera hora dieron el alerta poco después de las 8. A medida que se sumaba gente se improvisaba el operativo, que en los primeros minutos tuvo más de desesperación que de planificación. En total se extendió por casi seis horas.
Entonces comenzaron a llegar las primeras sogas con la intención de arrastrar animales que pesan entre tres y cuatro toneladas. También palas, para quitar arena y ganar algo de profundidad que permitiera rotarlos o girarlos. Hasta que trajeron herramientas se arreglaron con baldes de plástico. Pero la fuerza fue toda humana. No hubo chances de recurrir a maquinarias o embarcaciones de apoyo.
Vanesa, que es guardavidas en esas mismas playas, corría de aquí para allá, vestida y empapada de punta a punta. Cuando los brazos no le daban más, utilizó su método: se sentó sobre la orilla y empujó con los pies. Todo valía. "Fuimos los primeros en llegar con unos vecinos lo primero que se hizo fue intentar con las dos más pequeñas", explicó a La Nación. Eran juveniles, y una de de ellas dio trabajo doble: ganó metros en el mar y volvió a encallar.
Una de las primeras en llegar al lugar fue la secretaria de Turismo de Mar Chiquita, Flavia Laguné. Cuando ya finalizaba el operativo estaba con campera y jean. Pero le chorreaba agua desde la capucha hasta los pies descalzos. "Con los dos o tres primeros hicimos lo que pudimos, mientras pedíamos más ayuda", contó a La Nación.
Llegaron apoyos de Prefectura Naval desde Mar del Plata. Bomberos desde Santa Clara del Mar y guardavidas de la zona, que vía Whatsapp se autoconvocaron. Algunos llegaron con sus trajes de neoprene. Otros con la ropa de calle, pero no mezquinaron colaboración. Luego arribó personal especializado de la Fundación Mar del Plata Aquarium, profesionales y estudiantes de la Universidad Nacional de Mar del Plata y los de la Fundación Mundo Marino, que vinieron desde San Clemente del Tuyú.
Se luchó con los medios que se disponían. Un grupo encontró un tramo de red entre la arena y con eso improvisó para rodear al animal y tirar entre varios. De los que llegaban en camionetas aprovecharon las eslingas que se usan para remolcar autos. Se las pasaba por debajo de la panza de la orca para intentar levantarla lo suficiente para que corriera agua, de manera que se facilite el arrastre.
Las dos más pequeñas se fueron pronto. Grupos de 20 a 30 personas se repartían con cada una de las otras. En la medida que una quedaba enfilada, de cabeza hacia el mar, se sumaban esfuerzos para llevar al animal aguas adentro. "Lo imprescindible era que queden con el espiráculo hacia arriba", destacó Alejandro Saubidet, director científico de Aquarium Mar del Plata. Elevó sus brazos y enseguida golpeó las palmas contra las piernas, mezcla de bronca e impotencia, al ver que el macho estaba muerto en la orilla. "Había que darlo vuelta para asegurar que respire", señaló sobre aquella prioridad.
A medida que llegaban quienes más sabían todo se hizo más práctico, aunque no menos sacrificado. Al menos dos personas tuvieron que abandonar la misión y ser asistidos por principio de hipotermia. Habían pasado varias horas en el mar, sin equipo adecuado, y estaban desgastados, exhaustos por el esfuerzo.
Andrés Ersinger ya sabía que hoy, mañana y algo más también le va a doler todo el cuerpo. Iba de aquí para allá, empujando orcas, siempre con la boca bien abierta para ganar aire entre tanto cansancio. "Nunca pensé ni en el frío ni en el esfuerzo, solo quería devolverlas al mar", dijo a La Nación.
Es que conmovía y desesperaba ver a los animales en la orilla. Sacudían su aleta posterior y dejaban escapar un sonido agudo, estridente y repetido, sin dudas un quejido, por el espiráculo que tienen sobre la cabeza. "Mamita, tranquila, te vamos a ayudar", le decía una mujer de contextura grande, pantalón arremangado y con un balde con el que le arrojaba agua sobre el lomo. "Tengo una prótesis en la rodilla, pero igual me quedó a ayudar", advirtió.
Fátima también esta empapada, como si recién se hubiera zambullido debajo de una ola. Es empleada de la Secretaría de Turismo municipal y también fue de las primeras en llegar para ayudar. "Hacíamos lo que podíamos con lo que teníamos", dijo. En esos primeros momentos eran solo sus brazos frágiles. No mucho más.
Luego, en la desesperación, se recurrió a todo lo que había a mano o estaba cerca. Hasta se acercó un baqueano con su caballo que enganchó una de las eslingas a su montura e intentó arrastrar a la orca mar adentro. Suspendieron el plan antes de ponerlo en práctica. Había riesgo de lastimarle las aletas.
Esa misma orca fue devuelta al mar. Era la cuarta. Todavía se festejaba cuando la vieron recalar otra vez en la orilla, pero 200 metros más al sur. Otra vez a correr con las sogas y repetir el método. Fue más fácil porque se quedó donde había casi un metro de agua. Empujaron y salió.
Saubidet explica que no hay aun motivos que expliquen por qué terminaron en la costa. "Pueden ser muchos, quizás hayan perdido su ruta", dijo. También pueden haber ido detrás de alimento. Los lobos marinos son parte de su dieta. Uno de ellos yacía muerto, sobre la arena seca, a 100 metros de los varamientos.
Biólogos y veterinarios de las fundaciones Mar del Plata Aquarium y Mundo Marino se quedaron hasta el fin del operativo para tomar muestras de la única orca fallecida, un macho que puede pesar más de cinco toneladas.
Explicaron que se les hacen ecografías y se toman muestras de sangre y órganos internos para determinar posibles causas de muerte o enfermedades preexistentes. También tomarían otras de testículos para someterlas a análisis. Y más allá del caso puntual, de esos estudios se toman datos para investigaciones en marcha. Porque de la tragedia, reducida a un único animal gracias al operativo espontáneo, también se busca aportar a la ciencia.
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