Inteligencia artificial: el avance de las máquinas que piensan
Promesas y amenazas de las computadoras que aprenden y deducen
"Un robot no hará daño a un ser humano ni permitirá, por inacción, que un ser humano sufra daño; un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si éstas entrasen en conflicto con la primera ley; un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con las dos primeras leyes." Según cuenta Isaac Asimov, el 23 de diciembre de 1940, él y John Camp-bell, ambos figuras estelares de la ciencia ficción, les dieron forma a las leyes que deberían regular la existencia de los autómatas.
En esos tiempos, la posibilidad de construir máquinas inteligentes era sólo una especulación, pero bastó una década y media para que el pionero norteamericano John McCarthy introdujera el término inteligencia artificial para describir "la ciencia e ingenio de lograr que las computadoras piensen y aprendan".
Aunque no sepamos aún qué es "pensar" o "aprender", la inteligencia artificial ya está en todas partes sin que lo advirtamos: en los juegos electrónicos, los motores de búsqueda de Internet, la seguridad informática y, sí, también en los robots industriales y hogareños.
Semejante ubicuidad actualiza los temores que planteaba la ciencia ficción. ¿Podrá la inteligencia artificial superar a la humana? ¿Llegaremos a depender hasta tal punto de las máquinas inteligentes que una falla (o una rebelión) ponga a la humanidad en riesgo de extinción?
Entre el 25 y el 31 de este mes, Buenos Aires será el centro global de la inteligencia artificial (IA), disciplina en la que confluyen filósofos, psicólogos, lógicos, matemáticos y especialistas en ciencias de la computación. Durante esos días se realizará la conferencia más importante del mundo sobre el tema, la International Joint Conferences on Artificial Intelligence 2015, que por primera vez se reúne en América del Sur. "Participarán los investigadores más importantes del planeta. Ya superamos las 1200 inscripciones", cuenta desde Bahía Blanca Guillermo Simari, organizador local e investigador de la Universidad Nacional del Sur.
El de la inteligencia artificial es un campo tan amplio, que incluso a los expertos les resulta difícil definirlo. "Lo que pasa es que cada vez que dominamos una técnica, dejamos de pensar en eso como «inteligencia artificial», y pasa a ser parte del arsenal diponible para resolver problemas con computadoras -comenta Emiliano Kargieman, pionero de los nanosatélites, pero que casi adolescente fundó una empresa que emplea algunas de estas tecnologías-. Nos cuesta pensar en lo que hacemos con las computadoras como «inteligencia». Una frase conocida dice que «preguntarse si una computadora puede pensar es como cuestionarse si un submarino puede nadar». Si lo hace un pez es nadar, si lo hace un submarino es otra cosa."
Según explica Ricardo Rodríguez, profesor e investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA), además de integrante del comité local de la conferencia, en un esfuerzo de síntesis se podría decir que "los programas inteligentes son aquellos que resuelven problemas para los cuales no se conocen algoritmos específicos [secuencias de pasos para que una computadora resuelva una tarea]". Los que cada mes calculan los sueldos de los empleados de una empresa siguen un algoritmo específico. En cambio, un programa que juegue al ajedrez conoce las reglas de movimiento de las piezas y en cada paso elige la mejor jugada.
"Existen muchos problemas que enfrentamos cotidianamente para los que aún no se encontró un algoritmo que resuelva todas las posibilidades en las que este problema puede aparecer -dice Rodríguez-. Por ejemplo, determinar el trayecto óptimo para recorrer una cantidad de puntos turísticos para una región arbitraria. Algo parecido sucede con un médico cuando trata de identificar la enfermedad de un paciente. El profesional busca que los síntomas que va encontrando se correspondan con las afecciones que conoce. Va descartando algunas y siguiendo el análisis de otras hasta llegar a un diagnóstico. Este esquema exploratorio responde más a una búsqueda guiada por la inteligencia que a un algoritmo específico. Otros comportamientos naturalmente humanos, tales como el razonamiento de sentido común, el aprendizaje, el reconocimiento de patrones (un rostro, una melodía, una voz) y el análisis de datos (evolución de la bolsa, comportamiento de consumo o del clima) todavía se resisten al desarrollo de algoritmos que los resuelvan."
Muchos sistemas con los que interactuamos cotidianamente utilizan técnicas de IA sin que lo sepamos. Cuando llamamos a un servicio telefónico de emergencia médica o de asistencia técnica, el operador que nos atiende está detrás de una pantalla que le sugiere qué preguntas realizar y cómo seguir sobre la base de cada respuesta. Emplea "árboles de decisión".
La forma en que Google selecciona y ordena los resultados de sus búsquedas antes de entregarlas a los usuarios responde al uso de una combinación de técnicas de IA. Lo mismo ocurre con los sistemas de recomendaciones tales como TripAdvisor, Booking, Amazon, etc.
En el país trabajan actualmente en este campo alrededor de 50 doctores distribuidos en todo el país. En 2002, un equipo argentino integrado por profesores y alumnos del Departamento de Computación de la UBA atrajo la atención de sus colegas cuando jugó un papel muy decoroso en el Mundial de Fútbol Robótico de Corea: utilizando pequeños robots prearmados, en lugar de emplear el "juego supervisado", en el que una computadora central le daba instrucciones a todo el equipo, en el conjunto argentino cada robot era independiente e informaba a los demás cuál era su jugada.
Esta amplitud también hace que el rango de investigaciones sea muy heterógeno. "Esencialmente lo que quiere hacer la IA es dar soluciones a problemas que no son «algoritmizables» -agrega el científico-. Porque somos inteligentes, los humanos podemos afrontar problemas cuando no sabemos lo que hay que hacer. En IA hay muchas técnicas para resolver problemas cuando uno no sabe cómo resolverlos, desde las redes neuronales hasta el aprendizaje automático o la minería de datos. Se utilizan cuando uno tiene grandes bases que no son abordables por algoritmos porque habría que esperar demasiado para saber el resultado. De alguna manera uno tiene que procesar esa información y eso se hace con técnicas de inteligencia artificial."
Uno de los principales obstáculos de la IA es que desde el punto de vista filosófico no puede definir su objeto de estudio, porque la inteligencia es algo que no sabemos exactamente qué es.
"Para las neurociencias existen varios tipos de inteligencias -explica Agustín Ibáñez, director del laboratorio de psicología experimental y neurociencias del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco)-. En la neurociencia tratamos de entender las bases cognitivas y cerebrales de la inteligencia. En cambio, la inteligencia artificial se ocupa más bien del desarrollo de software y hardware para la solución de casos concretos."
Así, las herramientas de la IA resuelven situaciones que antes no se podían enfrentar. El avance es exponencial. Una de las aplicaciones más extendidas se encuentra en los juegos de computadora, entre los cuales los más avanzados exigen que la máquina "aprenda", porque si siempre hace lo mismo, el humano se aburre.
"Uno en algún sentido también es automático y se repite -explica Rodríguez-. Lo que hace la computadora es fijarse en patrones, los va clasificando, y sabe cuándo ganó y cuándo perdió. El chiste es que si en un momento el jugador se da cuenta de que le adivinaron el patrón, tiene que cambiarlo y la computadora tiene que volver a aprenderlo. Lo que sucede es que a veces no es tan fácil para nosotros cambiar el patrón."
Otro ámbito de gran expansión es el de aprendizaje automático y la minería de datos, un área prioritaria de investigación para Google. "Usamos el aprendizaje automático para hacer más útiles nuestros productos, como una app para hablar por el smartphone, que usa reconocimiento del lenguaje, convierte sonidos en palabras y procesamiento del lenguaje natural -afirma Jason Freidenfelds, vocero de Google-. Con una técnica llamada aprendizaje profundo mejoramos un 25% el reconocimiento del lenguaje. Tal vez el mayor desafío en esta área es entender verdaderamente el language."
La empresa global, cuyo director de ingeniería es el futurólogo, músico, escritor e inventor Ray Kurzweil, está por poner en la calle un auto que se maneja solo. Mientras algunos auguran que volverá las rutas mucho más seguras, porque el principal factor de los accidentes es el error humano, otros, como Jeffrey Greenblatt y Samveg Saxena, del Lawrence Berkeley Laboratory de los Estados Unidos, auguran que para 2030 taxis autónomos ahorrarán energía y, con una reducción de emisiones de entre el 87 y el 94%, ayudarán a mitigar el cambio climático.
En Japón, donde el mundo de lo inanimado y lo animado están conectados, los robots ya forman parte de la vida cotidiana de muchas personas. Sony, por ejemplo, produjo y vendió entre 1999 y 2006 más de 150.000 mascotas Aibo. "Unos son juguetones y otros duermen un montón -dice Michiko Sakurai en un documental producido por The New York Times-. Éste baila y mueve la cola. Es como un perro real. Como tener un nuevo bebe. Ahora no puedo vivir sin ellos y temo que se rompan."
Esa inquietante dependencia de las máquinas no sólo alimenta tramas fantásticas en la literatura y el cine, sino que inspiró pronunciamientos apocalípticos. El año último, el físico y emprendedor sudafricano Elon Musk, cofundador de PayPal y SpaceX, dijo que la IA podría ser la mayor amenaza que enfrente la humanidad. Y el célebre Stephen Hawking advirtió que podría significar el fin de la especie humana. Recientemente, el profesor Geoff Hinton, contratado por Google para ayudar a crear máquinas inteligentes, le dijo a The Guardian que la compañía había desarrollado algoritmos para codificar pensamientos que podrían conducir a que las máquinas tuvieran sentido común en una década. Describió un escenario en el que las personas conversarán con sus computadoras no sólo para obtener información, sino por pura diversión, como en el film Ella, en el que Joaquín Phoenix se enamora de su sistema operativo.
Sin embargo, muchos aseguran que la idea de que los pensamientos pueden ser capturados y destilados en secuencias de dígitos es controvertida, y que la ciencia está lejos de esa meta. "Yo no coincido -dice Rodríguez-, me parece exagerado, pero creo que es probable que en 2030 en términos de hardware tengan la misma capacidad que el cerebro humano." Para Simari: "Es difícil prever si la inteligencia artificial superará a la humana. Para eso las máquinas tendrían que tener no sólo inteligencia, sino también conciencia, y eso no está en el panorama cercano".
"Se puede definir inteligencia como la capacidad de resolver situaciones inesperadas -agrega el matemático y experto en seguridad informática Hugo Scolnik-. En ese sentido las computadoras distan mucho de equiparar a los seres humanos. Un ejemplo fue Deep Blue, pues como en ajedrez es estándar decir que dominar el centro del tablero es esencial, cuando Kasparov le jugó por los bordes, la máquina perdió (a pesar de tener una enorme base de datos de aperturas y finales)." Y subraya que, tal como la seguridad informática protege a las máquinas de los ataques humanos, también puede crear ambientes invulnerables para las máquinas.
Por su parte, el investigador del Conicet y miembro del Laboratorio de Inteligencia Artificial Aplicada de la UBA, Agustín Gravano, que trabaja en el procesamiento del habla "para mejorar la naturalidad de las interacciones con sistemas de diálogo modelando computacionalmente las sutiles, pero importantes variaciones en nuestra voz a lo largo de una conversación", admite que la computadora viene ganándole al ser humano cada vez en más tareas. "Incluso en algunas consideradas intrínsecamente «humanas», como el manejo del lenguaje -afirma-, los sistemas informáticos ya están llegando a desempeños sobrehumanos: por ejemplo, podemos procesar automáticamente grandes volúmenes de textos para extraer datos útiles, lo cual a un humano le llevaría décadas o siglos. Entonces, sí, veo como algo inevitable que la inteligencia artificial vaya ganando lentamente esta batalla. La pregunta es si habrá tareas que quedarán como territorio exclusivo de la mente humana, y cuáles. Es difícil saberlo."
Gravano piensa que para que exista una "rebelión" de las máquinas sería necesario que tengan algún nivel de conciencia y, dado que no tenemos claro qué es la conciencia, queda menos claro en qué consistiría programar a una máquina para dotarla de esta capacidad, por lo que la amenaza parece remota. Pero enseguida aclara: "Sí creo que hay un temor más fundado respecto de que construimos sistemas cada vez más complejos, que dan lugar a fallas difíciles de predecir y prevenir. Además, nuestras vidas dependen más y más de esos sistemas, por lo cual las fallas tienen mayor impacto".
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