Son los que están en la primera línea de atención de las personas con Covid-19, los que las trasladan o los que salen a buscar a sus contactos para frenar la transmisión en la población. Son, también, los que tienen insomnio, miedo al contagio, sobrecarga laboral, poco descanso para recuperarse, temor porque falten elementos de protección, ansiedad e incertidumbre, desgaste acumulado y poliempleo con baja de los ingresos.
"El personal de la salud está pasando un momento estresante, muy exigente. En el país hay hospitales donde se trabaja bien y otros en los que no. Ahora, ya muchos están llegando a adaptarse a la pandemia, pero pasaron dos meses y medio", describe Santiago Levin, presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA). Con la Asociación Argentina de Salud Mental asistirán a los profesionales de las terapias intensivas del país a través de un "botón rojo" del sistema de telemedicina en red del Ministerio de Salud de la Nación. Ese servicio se activará recién si se desborda la demanda de atención crítica.
"Hay un descontento muy grande y, a la vez, un alto nivel de angustia, con signos de burnout o desgaste profesional", apunta Claudia Borensztejn, presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), que ofrece una red de contención virtual, con más de 700 consultas en dos meses.
Tomás Baliña es médico generalista y recorre barrios del conurbano con colegas de los centros de atención primaria locales, como el viernes pasado en el barrio Ejército de los Andes, de Ciudadela. Recuerda que lo primero que apareció en los equipos de salud fue miedo y que muchos profesionales de los centros de atención primaria pidieron licencia. "Con los días, indicaciones más claras y capacitaciones, eso bajó notablemente. Ahora, eso se convirtió en prudencia", dice Baliña, de la Unidad de Fortalecimiento del Sistema de Salud del Ministerio de Salud bonaerense.
LA NACION no pudo dar con un monitoreo del efecto que va teniendo la pandemia en este personal esencial. En un documento del Ministerio de Salud de la Nación sobre apoyo psicosocial orientado a Covid-19, se cita el impacto de la pandemia de gripe A (H1N1) de 2009. El grupo de Silvia Bentolila, del Equipo Regional de Respuestas frente a Emergencias de la OPS OMS, detectó en los enfermeros altos niveles de cansancio, agotamiento físico-emocional, ansiedad, nerviosismo, cambio súbitos del humor e irritabilidad. Ocho de cada 10 reaccionaban con ira, enojo y frustración en plena pandemia de gripe.
El mes pasado, la APSA difundió los resultados de una encuesta a 700 especialistas en salud mental de centros de salud públicos y privados. Uno de cada dos había recibido elementos de protección personal. "En nuestro hospital se colocó un hospital de campaña y esto multiplica las guardias y no llegamos con las energías", mencionó uno de los participantes.
Dos psicólogas de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) reciben consultas de los intensivistas. Cristina Orlandi, del Comité de Bioética, promueve que las instituciones acompañen desde los servicios de salud mental al personal en riesgo para detectar a tiempo síntomas de burnout.
En el Hospital de Clínicas, que depende de la Universidad de Buenos Aires (UBA), funciona un servicio de contención y asistencia psicosocial para el personal. "Se observa un aumento del estrés agudo por la mayor demanda laboral y el cambio de protocolos. Está, también, la preocupación por no llevar problemas a la casa. Como eso se prolonga, estamos en la transición al estrés crónico, que genera desde problemas personales hasta temor al contagio y provoca depresión y decaimiento. Y muchas personas que asisten a pacientes que mueren por Covid-19 pueden hacer estrés postraumático", puntualiza Luis Ignacio Brusco, jefe del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental del hospital y la Facultad de Medicina de la UBA.
Temor
En una encuesta en el Hospital Fernández, del barrio de Palermo, el 82,6% de los 305 profesionales de distintos servicios que participaron dijeron que sentían temor de que se repitiera lo que sucedió en otros países con la pandemia. "Hay un nivel de distrés psicosocial que nunca se había visto, que no causaron la epidemia de VIH ni otras epidemias de los últimos 30 años. Pero eso no está actuando como un disuasor en el personal sanitario para ir a trabajar", cuenta Jorge Zirulnick, psiquiatra de planta de la División de Infectología del Fernández.
Ahí organizaron grupos de reflexión con psiquiatras experimentados en el manejo de crisis. Primero, trabajarán en la Unidad de Terapia Intensiva y con los residentes. "El personal de la primera línea de atención de Covid-19 tiene miedo, pero está trabajando como siempre o más", agrega Zirulnick. Entre las principales preocupaciones están el riesgo de contagiar a la familia, no tener antivirales específicos para tratar la enfermedad y poder comunicarse bien con los familiares de los pacientes.
Aunque el sistema de salud se tuvo que readaptar rápido en todo el país, el mayor uso de los servicios y las áreas destinadas pacientes con Covid-19 a tres meses del primer caso confirmado se está concentrando principalmente en el áÁrea mMetropolitana de Buenos Aires (AMBA), Chaco y Río Negro.
Vocación
En el conurbano, donde creció la demanda en las últimas semanas, con las guardias o los turnos de enfermería que se resienten, se notan cansancio y agotamiento, afirma Juan Riera, director provincial de Hospitales del Ministerio de Salud. "En otros lugares de la provincia, donde los centros de salud están a la espera de la llegada de los casos, ahí todavía hay expectativa e incertidumbre, con algo de temor al contagio. Los profesionales le ponen el cuerpo a la pandemia y lo hacen con una vocación enorme. También, quieren cuidar a sus familias. Algunos profesionales ya decidieron autoaislarse", dice.
Daniel Abarquero es psicólogo, y director asociado del Hospital Iriarte de Quilmes. Le diagnosticaron Covid-19 y lleva 21 días de aislamiento. Esta semana recibió el primer resultado de hisopado negativo de los dos necesarios para determinar el alta. "Nunca una crisis sanitaria [como esta] generó tanto niveles de angustia en tanta cantidad de personal hospitalario al mismo tiempo –describe–. Los hospitales no estaban preparados para una pandemia a tanta velocidad. Al principio, la información sirvió para tomar medidas. Como la población, el personal se encontró desprotegido, con angustia.".
En el Iriarte, se organizaron para brindar contención en forma individual o grupal, como ocurrió la semana pasada con un trabajo con residentes de pediatría.
Los contagios en los profesionales suman preocupación, además de más horas de trabajo para compensar la ausencia de los colegas infectados y el resto del turno. Una pediatra que trabaja en dos centros privados porteños señala que el distanciamiento social es lo más difícil de sostener en el trabajo cotidiano. "En general, es a lo que más atención le presto porque no se puede asegurar, como el uso del barbijo y otros elementos de protección –indica la profesional, que elige no difundir su nombre–. Si veo que hay algún riesgo, me alejo no solo por el contagio, sino para no ser contacto y poder seguir trabajando si otros colegas tuvieran que aislarse.".
Para Borensztejn, lo importante es tener en cuenta los factores que están incidiendo en un deterioro de la salud mental "para incrementar los recursos de ayuda mientras dure. Todas las personas están sufriendo y más las que tienen condiciones de vida con carencias esenciales, que hoy son la población de riesgo". La pandemia, anticipa, "desnuda todas las condiciones previas".
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