Inseguridad. ¿Por qué algunos asesinatos salen en la televisión y otros pasan al olvido?
El asesinato del kiosquero de Ramos Mejía y el de un referente social del mismo partido ocurrieron el mismo día, pero sólo uno de ellos trascendió
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“Tengo miedo”, admitió Edith Tejada para explicar sus silencios, la forma en que bajaba la voz cuando le preguntábamos detalles sobre la inseguridad en La Loma, el barrio humilde de La Matanza en el que vive y es una referente social.
Era el final de la recorrida que hicimos con Ricardo Pristupluk, un fotógrafo batallador con cientos de incursiones en territorios inhóspitos, el martes previo a las últimas elecciones. Buscábamos entender cómo podía afectar el asesinato del kiosquero Roberto Sabo al clima social y político de ese distrito inviable, gobernado desde 1983 por el peronismo. Al final lo afectó poco y nada -el peronismo terminó sumando más votos que los que había sacado en las PASO- y pronto entendimos de qué estaba hecho el miedo de Edith.
“Ese mismo domingo, acá cerca mataron a otro”, lanzó. Hablaba de René Mendoza Parra, un dirigente social de 78 años al que habían asesinado de tres balazos en la puerta de su casa.
Había dado una charla con vecinos para denunciar la inseguridad con que viven por el avance del narcotráfico. Por la noche, dos jóvenes tocaron la puerta de su casa. Mendoza Parra los atendió y lo acribillaron a balazos. “Necesito visibilizar el caso”, imploró su hijo, que también se llama René, en una nota que le hicieron cuando su caso al fin logró cierta trascendencia en los medios.
Su reclamo está justificado. Dos vecinos de La Matanza murieron baleados el mismo día, con apenas horas de diferencia. Sobre uno -Roberto Sabo- se escribieron cientos de notas, incluyendo la que hicimos con Pristupluk, ocupó decenas de horas de programas de televisión y generó marchas y protestas. El otro -René Mendoza Parra- pasó casi inadvertido para la prensa.
Preguntas
¿Por qué algunos crímenes generan más repercusión que otros? ¿Por qué nosotros recorríamos La Matanza preguntando por Sabo y no por Mendoza? Las preguntas son incómodas y no tienen respuesta fácil. Atraviesan cuestiones políticas, diferentes concepciones en materia de seguridad y, sobre todo, el interés de las audiencias.
Los periodistas estamos detrás de lectores y éstos, así lo demuestran las métricas que evalúan cada uno de los contenidos que subimos a nuestras plataformas, estaban más interesados en el asesinato del kiosquero de Ramos Mejía, una zona de clase media, que en el de un referente social de Villa Dorrego. La misma semana en que mataron a Sabo y Mendoza Parra hubo otros seis homicidios en La Matanza. Sólo uno de ellos logró penetrar la agenda de los medios y la política.
Similares consideraciones se pusieron en juego luego de que efectivos de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires mataran a Lucas González, un futbolista de 17 años que salía de entrenar con tres amigos del club Barracas Central. El episodio ocurrió el miércoles pasado e involucró a tres oficiales porteños -Gabriel Isassi, Fabián López y Juan José Nieva- a quienes los fiscales pidieron detener.
La primera versión surgida de la Policía era que los jóvenes se habían enfrentado a los policías. Incluso dijeron que habían exhibido un arma de fuego. La familia afirma, y los fiscales sospechan, que lo que en realidad pasó fue otro caso de gatillo fácil. Ni los policías, ni el móvil en el que circulaban, estaban identificados. Lucas y sus amigos pensaron que los querían robar y se escaparon. Los policías reaccionaron con los tiros que terminaron causando la muerte.
El caso remite a la Masacre de Pompeya. El 25 de enero de 2005, a Fernando Carrera lo confundieron con un ladrón y policías sin identificación intentaron detenerlo. Carrera se asustó, huyó y le dispararon. Ya herido, atropelló y mató a tres peatones. La policía le plantó pruebas falsas y estuvo siete años preso, hasta que la Corte Suprema lo absolvió. The Rati Horror Show, un documental realizado por Enrique Piñeyro, fue fundamental para su causa.
El caso de joven futbolista asesinado, acaso como el espejo de lo que había ocurrido unos días antes en Ramos Mejía, esta vez sí logró penetrar en la agenda de los medios y convocó al lado opuesto del espectro político.
Facundo Manes había publicado una foto en Twitter abrazándose con una persona y con una leyenda .”Abrazar el dolor”- que remitía de manera directa a las marchas de Ramos Mejía. “Para los delincuentes, cárcel o bala (...). Transformemos en un queso gruyere a un par de estos delincuentes”, escupió José Luis Espert luego del asesinato del kiosquero. Desde el otro lado de la grieta, Alberto Fernández se puso a disposición de la familia del chico asesinado en Barracas por la Policía de Ciudad.
Las mezquindades de la política, sin embargo, no resuelven el drama de Edith, que sufre cada vez que uno de sus nietos, de 16 años, sale para ir a la escuela nocturna donde cursa el secundario. “Por las noches se escuchan tiros”, explica angustiada.
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