"Estoy en blanco, he avanzado, ascendí, soy líder de proyecto. En términos generales estoy ganando bien, tengo un buen nivel de vida, vivo en Belgrano, comparto departamento con un amigo, pero podría vivir solo", afirma, contento, Luis Manrique (30 años), un ingeniero en sistemas venezolano que llegó al país en julio de 2015 y trabaja en la empresa IT Resources para el Citibank.
En Caracas, Luis trabajaba como consultor pero vivía en la casa de sus padres, porque no podía alquilar debido a la política de congelamiento de precios del gobierno, que hacía que nadie ofreciese su casa en alquiler. Mensualmente, les manda plata a su padre y a su hermana mayor, que siguen en Venezuela pero pronto emigrarán a Chile, adonde emigraron su otra hermana y su madre.
La inmigración venezolana a la Argentina, producto del descalabro económico y social que vive el país gobernado por Nicolás Maduro, tiene una particularidad: la mayoría de los inmigrantes son jóvenes profesionales de clase media a los que no les cuesta conseguir empleo. No sólo eso, muchos de ellos estudiaron Ingeniería, una carrera en la que escasean egresados en la Argentina y cuenta con muchos profesionales en Venezuela. Como consecuencia de las expropiaciones del gobierno bolivariano, muchas empresas petroleras y alimentarias cerraron y los ingenieros venezolanos comenzaron a mirar hacia nuevos horizontes donde trabajar.
De acuerdo a datos oficiales de la Dirección Nacional de Migraciones, en 2017 se les otorgó la residencia argentina a 31.167 venezolanos, 27.075 en forma permanente, casi el triple que en 2016. De ellos, 15.680 declararon ser graduados universitarias. El año pasado se radicaron 4.116 ingenieros, 1.599 administradores de empresas, 1.143 técnicos, 856 abogados, 615 periodistas, 245 chefs y 250 arquitectos.
Horacio García, director nacional de Migraciones, asegura que la primera migración venezolana eran profesionales que podían costearse el pasaje. Lentamente, esa tendencia empieza a menguar y vienen personas con instrucción secundaria. Los más pobres no pueden salir de Venezuela.
"Vinieron un montón de ingenieros. Estamos pensando cómo usar esa mano de obra en beneficio del país. Vinieron ingenieros en petróleo a un país que tiene petróleo y pocos ingenieros. Es un recurso humano altamente calificado que tenemos que aprovechar. Hay que orientar los flujos migratorios a las zonas donde la Argentina necesita. El ministerio de Educación también facilitó ese proceso. Acá las personas vienen sin documentos porque no los pueden obtener allá, por eso flexibilizamos la norma", asegura García.
El director de Migraciones señala que los venezolanos tuvieron una muy buena integración en el país: "No escuché a nadie hablar en contra de la inmigración venezolana. En los comercios se contraponen con cierta rudeza que ha adquirido el argentino a la hora de atender, lo que les generó un halo de bondad, es muy llamativo, siempre me hablan bien de ellos".
Por su lado, Manrique asegura que le gustó el trato de la gente en Buenos Aires, más cuando se enteran de que es profesional y viene a trabajar. A eso se suma las facilidades para ser residente: dice que los requisitos son mínimos, comparado con otro país. Según el ingeniero, le resultó "relativamente fácil" conseguir trabajo. Llegó en julio y empezó a trabajar en septiembre.
A los abogados venezolanos que llegan a Buenos Aires les resulta más difícil encontrar trabajo, porque no pueden litigar y por la competencia de un país lleno de colegas. Sin embargo, logran insertarse en el mercado laboral.
Victoria Maneiro es una joven abogada de Maracaibo que llegó a Buenos Aires en julio de 2015 junto a una familia amiga, que la trajo como niñera para cuidar a sus tres hijas. "Yo andaba allá de freelance. Me recibí en 2014 en la Universidad del Zulia (en el extremo noroeste de Venezuela) y no me alcanzaba el dinero, vivía con mis padres", dice. Desde abril de 2016, Victoria trabaja para Accenture, que necesitaba una profesional que hablara portugués e inglés para hacer trabajos offshore ayudando a abogados de Estados Unidos e Inglaterra.
Victoria vive en Núñez y asegura que la plata le alcanza "pero cortito". "A los ingenieros venezolanos que vinieron les va muy bien, porque según me contaron acá faltan ingenieros, entonces los absorben de una vez, igual que a los contadores, y les pagan mucho dinero", afirma.
Estudiar y trabajar
A Luisa Franco (22 años), le faltaba poco para recibirse de ingeniera industrial en una universidad privada de Caracas. Pero la hecatombe económica del país caribeño hizo que para sus padres fuera imposible seguir pagándole la carrera. Entonces decidió seguir el camino de su hermano mayor y venirse a la Argentina, donde en marzo ingresará a la UTN para completar sus estudios.
"Allá hay un montón de ingenieros. Tengo muchos compañeros que están analizando venir acá. Desde que nos fuimos, mis padres me cuentan que ya no hay comida. Eso es lo más devastador. Hay mucha gente que no tiene para comer. Se toma un vaso de agua o un cambur (banana) por día", relata la joven, que llegó en noviembre y ya trabaja en Volmedia, una empresa de publicidad en la vía pública.
Luisa, que vive en Palermo, cuenta que su hermano mayor es ingeneiro químico y trabaja en el laboratorio médico Baliarda. El caso de él es diferente, porque llegó al país con una entrevista de una empresa de gas.
La joven vino al país acompañada por su novio, que también estaba estudiando ingeniería industrial y terminará su carrera en la UTN. "Como no hay muchos ingenieros hay oportunidades. Vinimos con mi hermana de 15 años, que va a comenzar las clases en un colegio privado y está contenta", cuenta la joven con una sonrisa. Sus padres pronto realizarán el mismo camino y la familia estará unida de nuevo en la Argentina.
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