Infancias trans: la lucha de las familias por defender la identidad de sus hijos
"¿Qué te pasa mi amor? ¿Por qué tenés esa carita?", preguntó Laura a su hija de seis años. "Nada mamá, la maestra nos dio una tarea muy difícil y se enojó porque no supe responder. Nos pidió que dibujemos a una persona normal".
Ese día Laura, mamá de Ana*, una niña trans**, se preguntó a sí misma qué dibujaría ella ante ese simple pedido de la maestra. Ese día, Laura se preguntó, ¿qué es normal? Ana llegó para cuestionar, desde la inocencia de una niña que no pudo cumplir una tarea y que con tres años le dijo: "Yo no soy lo que vos me decís mamá", todo lo que Laura daba por sentado. Ana se dibujó a ella misma con vestido y pelo largo, y desde entonces no se saca los disfraces de princesa y es fanática de los unicornios.
Su historia es una de las tantas que conforman hoy la Asociación Infancias Libres, una agrupación que reúne a más de 55 familias para que niños y niñas trans compartan un espacio con sus pares con actividades que buscan que las niñeces aumenten su autoestima y trabajen con la aceptación del cuerpo, que cultural y biológicamente te obligan a rechazar. Su fundadora, Gabriela Mansilla, es madre de Luana, la primera niña en el mundo en cambiar su DNI a los 6 años por el nombre que responde a su identidad de género autopercibido gracias a la Ley de Identidad de Género. Luana nació con pene, pero a los 18 meses, apenas pudo expresarse, dijo: «Yo nena mamá, yo princesa».
En el siglo de la revolución de género, cada vez son más los niños y niñas que manifiestan una identidad de género distinta a la asignada por genitalidad desde una edad muy temprana, entre los 3 y 6 años.
Según una encuesta realizada por el equipo de médicos y especialistas del Hospital Durand (pionero y referente en el tema), ocho de cada diez adultos trans afirman haber percibido su propia identidad en esa edad, pero aseguran haber vivido una infancia de represión, manifestando su verdadera identidad al salir de la escuela.
Valeria Pavan, psicóloga y coordinadora del Área de Salud de la CHA (Comunidad Homosexual Argentina) fue la primera en comprender el grito desesperado de Gabriela, que no encontraba refugio ni explicación a lo que estaba viviendo Luana, en ese entonces, Manuel. Llevaba incontables médicos visitados porque a Manuel se le caía el pelo, lloraba sin parar, se golpeaba la cabeza. Manuel no quería existir más, Manuel era Luana y nadie parecía entenderla. Valeria acompañó a la familia en el proceso y juntas, con Gabriela trabajaron para asegurarle los derechos a esa niña que hoy se volvió una referente a nivel mundial.
Mansilla allanó un camino, colectivizó su lucha, escribió dos libros y desde entonces, armó un equipo de trabajo, amplió su familia y creó una red de soporte para acompañar a todas las madres y padres que viven un proceso similar. Acompañar una infancia trans es a veces confundido con no poner límites a la niñez, pero criar es construir territorio y la identidad subyace en esa construcción personal.
Hoy, cada vez son más las familias que se acercan para pedir ayuda en el proceso, y no preguntan ya cómo "curarlos o cambiarlos", sino cómo acompañarlos desde el amor. Desde su fundación, Gabriela ha recibido consultas de más de 150 familias de distintas provincias, (San Juan, Córdoba, Mendoza, Salta) y asegura que no hay nada que instruir, es simplemente "aprender a escuchar a tu hijo o hija y tener sentido común".
Matías Veneziani, secretario de la asociación y coordinador del grupo de adolescentes trans explica: "Es duro ver que una familia se acerca a consultar y luego no vuelve, porque sabemos que, del otro lado, hay una personita que está sufriendo y que está siendo excluida".
Victoria Lagos, licenciada en expresión corporal (UNA), trabaja en la asociación con los menores de edad y coordina talleres con los integrantes de las primeras infancias. "Les enseñamos a que transmitan a través del arte, con dibujos, con bailes y con actividades variadas a expresar todo eso que sienten y que están viviendo". Lagos cuenta que para los pequeños encontrarse con pares es muy enriquecedor porque suelen sentirse excluidos en otros ámbitos fuera del seno familiar. "En las niñeces prevalece el cuidado, el amor, lo lúdico", dice. Trabajar en la asociación ha cambiado su propia manera de ver el mundo, y hoy, cursando su primer embarazo ha decidido junto a su pareja no saber el género de su hijo/a y darle el lugar a elegir.
"No podes hacer eso", pum, "Sos varón", pum, "Basta", pum, "Deja de jugar con eso", pum, "Las nenas no saltan así", pum, "No muestres", pum, "Parala", pum,"¿Qué hacés?", pum. Pum, suena cada frase seguida de un sonido de tambor que invoca Lagos. Al rato, la incomodidad en la sala se hace presente, cada golpe, cada sonido, entra despacio pero golpea profundo, cada rechazo, cada represión. Con ejercicios simples, Lagos intenta transmitir la realidad que viven a diario las infancias trans, y las no trans también y apela a la memoria personal para visitar aquellas cosas que nos fueron reprimidas de niños.
"La familia es el primer lugar de exclusión que viven los y las trans", explica Pavan a LA NACION. "Luego la institución escolar y por último el mercado laboral". Es un ciclo: si no se sienten contenidos en su casa y no tienen acceso a la educación porque ahí tampoco son contenidos, es muy difícil que consigan un trabajo digno. Pavan defiende la importancia de evitar que transiten una infancia traumática para el desarrollo de la autoestima y de la conciencia adulta luego.
La discriminación en las escuelas
Florencia, madre de Marcos, un niño trans que ingresó a la primaria el año pasado, cuenta que, al ingresar al colegio, dependen de la buena voluntad que presenten los docentes o directivos. "Depende de la recepción que tenga cada maestra particular, cada directora y ni hablar de las familias de los compañeros", lamenta Florencia. "Que no te quieran en una reunión es violento, que mi hijo no pueda ir al baño de hombres es violento", describe y explica las dificultades a las que se enfrentan los niños para día a día, al hacer la fila, al ser nombrados en la lista, al armar equipos de "varones y mujeres".
"En muchas ocasiones, la asociación se tiene que hacer presente con un equipo de abogados para exigir que se respete la ley de Identidad de Género que establece que no se necesita un cambio de DNI para que la identidad autopercibida sea respetada", agrega Laura y asegura que es un trabajo cansador ya que cada año, las maestras cambian y comienza el trabajo de nuevo. "Es un derecho garantizado por ley, no es un capricho nuestro, pero ir con una asociación no es lo mismo que ir y pararse sola frente a una institución".
Uno no elige quien es, uno es, y eso los niños lo entienden mejor que nadie
Para Laura el error está en los adultos en creer que la identidad de género es algo que se elige. "Uno no elige quien es, uno es, y eso los niños lo entienden mejor que nadie", explica y agrega: "Los que menos sufren son los pequeños porque no tienen los preconceptos que nosotros los adultos tenemos", dice y desmiente la teoría de elección afirmando que nadie, si pudiera optar, elegiría el camino difícil de enfrentarse a toda una sociedad. Es por eso que, desde Infancias Libres, el equipo de psicólogos también trabaja con las familias, padres, madres y hermanos para acompañar esa transición.
Contar con la ayuda de Infancias Libres fue el eslabón que terminó de darle fuerza a Laura para enfrentarse también a sus familiares, que no acompañaron a su hija. "Al verla feliz me sentía segura, ver su valentía para enfrentarse al mundo me dio mucha seguridad para acompañarla", recuerda. Sin quererlo, estas familias se han vuelto militantes de una causa que interpela a muchas niñeces que no pueden enfrentarse a los adultos que no respetan sus derechos.
Tiempo ganado para las infancias
"A los adultos les da terror que los niños y las niñas elijan y sean libres", opina Alan Otto Prieto, un adulto trans que se crió en Santa Cruz y abrazó su identidad de género cuando llegó a la capital para estudiar. "Mi mamá hizo todo lo humanamente posible para que yo no sea", cuenta mientras relata que en su casa en el sur no le permitían jugar con ciertos juegos, o vestirse de maneras que no sean de "niño".
Alan recuerda con mucho dolor su infancia, y cuenta que por más de que tenía excelentes notas, y era muy buen estudiante, nunca pudo ser abanderado porque en su boletín siempre figuraba "mala conducta". Su mala conducta, según los docentes, se daba porque Alan no hacía caso cuando le decían que no podía nombrarse como él quería o que no podía jugar al fútbol "porque él era una nena", y "las nenas no juegan a la pelota". Junto a otros amigos fundó el colectivo Capicüa y trabaja para llevar la Educación Sexual Integral (ESI) a las escuelas de Buenos Aires contando su experiencia con el objetivo de evitar que otros niños y niñas transiten con el mismo dolor que él su paso por la escuela. "Es tiempo ganado para esas infancias", resume.
"La diferencia con otro chico o chica que la pasa mal en la escuela porque lo molestan por otra cosa es que yo volvía a mi casa y no tenía amor esperándome. Tenía más rechazo", cuenta Tomás Casavieja, varón trans, amigo de Alan y miembro de Capicüa. "Cuando en tu familia y en la escuela te enseñan que estas equivocado, que lo que vos sos está mal sufrís constantemente". Para Tomás, Capicüa es su nueva familia, es la necesidad de construir en colectivo cuando el vinculo de sangre desaparece.
Olga es docente y madre de Elian, un adolescente trans que manifestó su cambio de género luego de su infancia, y que hoy es parte del grupo que coordina Matías, relata el dolor de ver a su hijo sufrir durante la infancia y la falta de información que ella como madre, recibía para poder acompañarlo, por tratarse de un tema tabú. "Desde la docencia, tampoco nos enseñan a acompañar a las niñeces trans", explica.
Veneziani explica que el trabajo más difícil es con los adolescentes. "Trabajamos en el momento del desarrollo, que es la edad más difícil porque el cuerpo atraviesa muchos cambios hormonales". Por lo general, a esa edad muchos jóvenes trans inician un proceso de hormonización y desde el trabajo en grupo intentan romper con esa corriente. "La sociedad enseña que hay que tomar hormonas para entrar nuevamente en el binario cisgénero y nosotros intentamos mostrar que el cuerpo es uno solo, y que hay que quererlo como es, no es necesario someterse a un tratamiento", explica Matías, aunque asegura que en el caso de atravesar el proceso médico, también acompañan a los adolescentes.
Transitar el secundario es difícil para cualquier adolescente, pero de por si, la adolescencia trans presenta un segundo desafió porque deben enfrentarse a todos los prejuicios y la discriminación de los docentes, de los compañeros y la falta de inclusión que lleva a muchos jovenes trans a abandonar sus estudios o a sentirse presionados a insertarse en el modelo binario que nuevamente los encasille en lo que la sociedad "acepta".
La asociación y el colectivo trans viene luchando para combatir estas estadísticas.En los últimos diez años, según el Ministerio de Salud, se triplicó la cantidad de personas trans que estudian, y de un 58% pasó a un 87% las que controlan periódicamente su salud.
* Los nombres fueron modificados para mantener la privacidad de las familias y los menores
** La expresión trans es utilizada como síntesis de las identidades trans: travestis, transexuales y transgéneros.
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