Inédito y revelador estudio: cómo la red de amistades puede predecir si un chico será víctima de bullying
Un equipo de investigadores de universidades españolas cuantificó lo que suponen las conexiones personales en un aula y ofrecen un cuestionario para detectar posibles damnificados antes de que se produzca el acoso
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MADRID.– “Cuesta hacerse a la idea, pero los niños acosan, y el bullying requiere cierta planificación”, explica Ana Cobos, orientadora en un instituto público de Málaga. El acosador quiere tener espectadores y éxito, por eso escoge a alguien sin amigos. “No quiere una situación de igualdad, sino una víctima sumisa a la que vaya a hacer sufrir”, detalla la experta, que recuerda que los casos de acoso escolar en España son ínfimos. La literatura académica sobre bullying puso encima de la mesa hace más de una década que las amistades son la principal barrera de protección. Ahora, un equipo de investigadores de diferentes universidades españolas cuantificó lo que suponen las conexiones personales en un aula a la hora de predecir posibles víctimas de bullying: cada amigo extra reduce en un 10% el riesgo, mientras que cada enemigo lo incrementa en un 12%.
“Ya se vio que las conexiones personales son relevantes en muchos problemas sociales, por ejemplo, el número de amigos es una variable importante para saber las probabilidades de salir de una depresión; ahora lo llevamos al ámbito del acoso”, señala Antonio Cabrales, catedrático de Economía de la Universidad Carlos III y coautor del estudio “Predictores del bullying y la victimización en la escuela: un acercamiento desde las redes”, realizado con 3700 alumnos de primero a cuarto de la educación secundaria obligatoria (ESO), entre 11 y 16 años, de 16 centros educativos. “Quiénes sean tus amigos influye mucho en la vida de los adolescentes en cuestiones de salud o desempeño académico, nosotros hemos querido cuantificar el impacto a la hora de ser víctima de acoso escolar”, añade.
Para recabar los datos, los estudiantes respondieron a un cuestionario de una hora en el que, entre otros puntos, debían señalar a quiénes de sus compañeros se estaba acosando, y de un listado con todos los nombres de los alumnos de la clase, decir quiénes eran amigos, mejores amigos o personas con las que no mantienen una buena relación o por algún motivo les cayesen mal, así como aquellos con los que tenían una peor relación. “Al cruzar todos los datos, vimos que aquellos que se autopercibían como víctimas y que a la vez eran señalados por los demás, afirmaban tener más enemistades que amistades”, apunta Cabrales. El 75% de los alumnos que sufrían bullying reportaron tener más de tres enemistades en el aula y el 98% aseguraron tener al menos un amigo. “Cuando los enemigos ganan en número a los amigos, ahí deben saltar las alertas, aunque sea por mayoría simple”, dice el experto.
Sobre el grado de novedad del trabajo, Pablo Brañas, investigador en Economía de la Universidad de Loyola y coautor del estudio, apunta que los papers tradiciones no estudiaron el impacto de las redes de odio en el bullying desde una perspectiva numérica, ya que la literatura académica sobre este tema suele realizarse desde áreas como la educación o la psicología, y no es tan habitual que se analiza desde un punto de vista matemático.
En el trabajo, en el que también participaron investigadores de la Universidad del País Vasco, se vio que otros factores como la obesidad no tienen un potencial de predicción del bullying tan fuerte como las amistades. Los estudiantes debían escoger entre ocho figuras morfológicas, según su autopercepción del cuerpo, de más delgado a más obeso. Los que no sufrían bullying presentaron una media de 4,2, mientras que en las víctimas fue de 4,3. En el plano académico, sí se vio que los acosados obtuvieron un 30% menos de sobresalientes que el resto.
En España, no existen datos oficiales del porcentaje de alumnos que sufren bullying. Según el estudio de Cabrales, un 13% de los participantes fueron víctimas de bullying.
Una herramienta para las escuelas
Una de las características del bullying es que la víctima no suele alzar la voz y comunicarlo a su familia o profesores. Por eso, el objetivo de este estudio es ofrecer una herramienta a los centros educativos para detectar con ese cuestionario posibles víctimas antes de que se produzca el acoso. “Dentro del aula, a los profesores nos resulta complicado identificar las relaciones, solo vemos una parte de la realidad porque les vemos en un contexto de actividades pautadas... No sé qué porcentaje del iceberg percibimos”, admite Francis Lapuente, profesor de matemáticas del instituto público Blas de Otero de Madrid, uno de los centros que participó en el estudio.
Los resultados del cuestionario se manejan con nombre y apellidos únicamente desde el Departamento de Orientación de los centros para preservar la privacidad de las respuestas. Silvia Ibáñez es la profesora que trabaja en ese servicio en el Blas de Otero: “La herramienta es muy útil porque además de la radiografía de las relaciones, cuenta con un algoritmo que nos permite diseñar el ideal de agrupación de los chicos para los cursos siguientes; hay alumnos a los que no les hace bien estar juntos y a veces hay que optar por separarlos, es bueno poder mezclarlos de forma óptima”.
Otra de las ventajas es que se puede ver que algunos de los estudiantes que reportan no tener amigos sí fueron incluidos en la red de amistades de otros compañeros. “De una forma oculta, hacemos que pasen cosas que no sucederían de manera natural para acercar a esas personas; por ejemplo, favorecemos parejas en educación física... Hacemos que su día a día sea más llevadero sin que se den cuenta –indica la docente–. A través de nuestra intervención, podemos romper estructuras y cambiar el trato entre los alumnos”.
El cuestionario se pasa en tres momentos diferentes del curso, por lo que les permite “afianzar” sospechas de malas relaciones y actuar. “Gracias a nuestras intervenciones puntuales, vimos cambios en la intensidad de los conflictos”, cuenta Ibáñez. La herramienta les permitió ver que solo el 60% de las amistades reportadas son recíprocas. “Hay alumnos que no están entendiendo la vida social del instituto, creen que tienen muchos amigos y no los tienen”, explica Anxo Sánchez, catedrático en Matemática Aplicada de la Carlos III, que también participó en el trabajo.
La investigación forma parte de un proyecto pionero llamado TeensLab, un consorcio de diferentes universidades (Loyola, UB, Carlos III, Granada y Universidad del País Vasco) unidas para investigar sobre el comportamiento de los adolescentes.
Para Araceli Suárez, presidenta de la Federación Andaluza de Orientadores, resulta muy complicado entender las relaciones entre los adolescentes y herramientas de este tipo pueden resultar de gran utilidad. “Si te metes en sus cuentas de Instagram, ves que se insultan; eso forma parte de sus códigos y desde fuera parecen integrados, incluidos en las dinámicas sociales. Los adultos no sabemos verlo, y los que sí están siendo acosados van aguantando en silencio hasta que explotan, o no”.
Por Ana Torres Menárguez
©EL PAÍS, SL
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