Inciarte: "Estoy en deuda con mis amigos que murieron"
Seis sobrevivientes volvieron al lugar donde cayó el avión en plena cordillera.
MONTEVIDEO.- Hace veinticinco años, el mundo entero y en particular el Uruguay se conmovían con lo que se llamó entonces "El milagro de los Andes". Dieciséis jóvenes uruguayos del equipo de rugby Old Christians, del Colegio Stella Maris, de Montevideo, eran rescatados el 22 de diciembre de 1972 en la cordillera de los Andes, luego de haber sobrevivido durante más de dos meses en medio de las heladas montañas sin ropa de abrigo y alimentándose con los cuerpos de sus compañeros de travesía muertos. Setenta y dos días antes, el 13 de octubre de 1972, un avión Fairchild bimotor de la Fuerza Aérea Uruguaya que los trasladaba hacia Santiago, Chile, donde debían disputar un partido de rugby, se había estrellado en la cordillera.
De las 45 personas que viajaban en el avión, más de una decena murió en el momento del accidente, otros fallecieron en los días siguientes por las heridas sufridas en el choque y un tercer grupo pereció asfixiado y congelado en un alud que sepultó al fuselaje del avión.
Cuarenta y ocho horas antes de la Nochebuena de 1972, dos de los sobrevivientes, Roberto Canessa y Fernando Parrado, luego de haber caminado por la nieve durante siete días consecutivos y de haber escalado montañas de más de 6000 metros de altura, eran avistados y rescatados por el arriero chileno Sergio Catalán Martínez. Ese mismo día comenzó a gestarse la historia del "Milagro de los Andes".
José Luis "Coche" Inciarte tiene hoy 49 años, es productor rural, está casado con Soledad González y tiene tres hijos: José Luis, de 23 años; María Soledad, de 18, y María Eugenia, de 15. En 1972 tenía 24 años; a pesar de que no integraba el equipo de rugby, era ex alumno del Colegio Stella Maris y se había sumado al grupo de deportistas que viajaba a Chile. "Coche", como lo llaman desde siempre su familia y amigos, nunca imaginó que aquel viaje programado en "tren de diversión total" marcaría su vida para siempre.
Celebraron el aniversario
Un cuarto de siglo después, Inciarte, su esposa y sus tres hijos, junto a cinco sobrevivientes más, con sus respectivas familias, y a cinco familiares de tres personas que murieron en el accidente, regresaron la semana pasada al lugar de la tragedia.
Para llegar al lugar exacto donde se estrelló el avión, desde territorio chileno, el grupo fue acompañado y guiado por tres andinistas. Viajaron primero durante varias horas en camionetas del ejército trasandino, luego debieron instalar un campamento y posteriormente emprender un arriesgado trayecto a caballo, de cuatro días de ida y otros tantos de vuelta.
-¿Por qué regresó veinticinco años después al lugar de la tragedia?
-No fue la primera vez que volví. Ya lo había hecho dos años antes con otros amigos con los cuales vivimos la experiencia de los Andes. Pero esta vez fue diferente porque me acompañaron mi esposa y mis tres hijos. Ellos permanecieron en San Fernando (ubicado a 180 kilómetros al sur de Santiago), el pueblo donde fueron atendidos en primera instancia, en diciembre de 1972, Fernando Parrado y Roberto Canessa cuando los rescató el arriero.
-¿Qué sintió cuando se enfrentó al paisaje del que hace 25 años quería huir desesperadamente?
-Una impresión muy grande y una emoción extraordinaria. Aclaro que no por lo que yo viví en 1972, sino porque comprobé lo que mis dos amigos, Roberto Canessa y Fernando Parrado, a quienes les debo la vida, hicieron cuando resolvieron salir a caminar por la nieve para buscar ayuda.
Lo que lograron ellos nadie, absolutamente, lo puede hacer. Los andinistas que nos acompañaron nos comentaban que ni los guanacos, que son animales que pueden soportar los rigores del clima de la zona, lograron caminar en la nieve y transitar por las montañas como lo hicieron Canessa y Parrado.
Cuando dejaron de buscarlos
Nunca me olvidaré de la frase que me dijo Canessa cuando estábamos en el avión y nos enteramos a través de la pequeña radio a transistor que teníamos que los equipos de rescate abandonaban la búsqueda: "O nos morimos mirándonos las caras o nos morimos caminando". Ellos tuvieron el coraje de caminar sin rumbo cierto y nos salvaron la vida a las 14 personas que nos quedamos en el fuselaje del avión.
Yo en los Andes me había puesto como fecha límite el 25 de diciembre y si no, me moría. Y realmente me moría, porque había perdido 45 kilos y no tenía más fuerzas para sobrevivir.
-¿Cómo vivieron su esposa y sus hijos este viaje?
-Fue muy emocionante para todos. Mi esposa, de una manera muy especial, ya que éramos novios cuando sucedió el accidente. Comenzamos a noviar a los 19 años y ella me fue a buscar a Santiago cuando nos rescataron. De manera que ella también es parte de la historia.
Mis hijos vivieron una aventura humana inolvidable. No sólo vivieron el contexto geográfico de la historia - tantas veces les conté desde que eran niños-, sino que además afianzaron los lazos de amistad que ya existían con los hijos de los otros sobrevivientes que también viajaron.
Asimismo quedaron, mejor dicho quedamos (e incluyo a mi esposa), muy impactados por el respeto y la admiración que aún hoy genera la historia de los Andes en San Fernando.
Homenaje de los lugareños
Nunca en mi vida -se emociona- recibí un homenaje tan cálido como el que nos hicieron los habitantes de allí. Estaba prácticamente todo el pueblo y tuvimos la enorme felicidad de participar en una misa celebrada por el padre Andrés Rojas, un sacerdote jesuita, que nos recibió en diciembre de 1972 cuando nos rescataron de la cordillera. Rojas entonces estaba recién ordenado y fue él quien ofició la misa en la inolvidable Navidad de 1972. También estaban los médicos que nos atendieron en San Fernando hace 25 años. Lloramos mucho.
-Usted dijo que sus hijos le dieron la semana pasada en Chile un marco geográfico a la historia que tantas veces les había contado. ¿Cómo les narraba lo vivido en la cordillera?
-Desde que eran muy chicos les fui contando la historia como quien cuenta un cuento. Cuando eran bien pequeños, además del relato, gesticulaba. Les mostraba con las manos cómo caía el avión. Luego, cuando fueron creciendo, ellos mismos me pedían más detalles. "No me cuentes las cosas tan rápido -me decían-; queremos saber más detalles." A veces también eran sus amigos los que querían conocer la historia que habían escuchado en sus casas o en la escuela.
"Apuesto totalmente a la vida"
-¿Es usted un hombre religioso?
-Soy una persona de profunda fe cristiana, pero no la practico en el templo, sino en la calle, en la vida cotidiana. No voy a la iglesia a golpearme el pecho; mi apuesta total es a la vida y a ella me entrego.
-Para usted, ¿la experiencia de los Andes fue un milagro?
-Quizá para mucha gente fue una lotería, para mí fue un milagro. Fue un milagro salvarnos luego de haber chocado contra una montaña en un avión que viajaba a más de 400 kilómetros por hora.
Fue un milagro sobrevivir al alud que sepultó el fuselaje del avión mientras dormíamos. Fue un milagro que Canessa y Parrado, desnutridos, pudieran caminar durante siete días por la nieve, escalar montañas de más de 6000 metros de altura, sin contar con ropa de abrigo. Fue un milagro que Parrado luego encontrara con la fuerza aérea de Chile el lugar exacto donde había quedado el avión con nosotros adentro. No sé si fue un milagro formar la familia que hoy tengo, pero sí sé que es un regalo de la vida.
-¿Cómo se ve el "Milagro de los Andes" un cuarto de siglo después?
-Como una experiencia de amor, solidaridad y entrega única.
Allí los amigos que no volvieron dieron lo más que puede dar un ser humano, lo que hizo Cristo: dar la vida por el otro. Estoy en deuda con todos ellos, honran la especie humana.
Solidaridad
Inciarte manifestó que el motivo del viaje fue "cerrar junto a sus seres más queridos una dolorosa historia de amor y solidaridad".
"Los que llegamos al lugar exacto del accidente fuimos seis sobrevivientes y cinco familiares de tres amigos que no volvieron de la cordillera", dijo.
"Fue una experiencia humana que tenía que vivir y compartir junto a mi esposa y mis hijos -agregó-. Tal vez sirvió para que la historia cerrara."