Ernesto García Ladevese,14 de enero de 1895. "En este momento se halla reunido el consejo de guerra para juzgar al capitán Alfredo Dreyfus. El interés de este proceso es inmenso y los partidos políticos han querido apoderarse de él, para dar rienda suelta a sus pasiones y saciar odios y rencores. Unos sostienen que los espías hallan oculta protección de altas esferas gubernamentales; otros exaltan el patriotismo y consideran peligrosa para Francia la existencia de los agregados militares extranjeros en las embajadas".
9 de julio de 1894
Torcuato de Alvear, que dio la orden de expropiar las viviendas necesarias para la construcción de la Avenida de Mayo, no pudo ver el trabajo concluido: falleció en 1890. "Al cabo de mucho tiempo de encarnizada lucha, ha podido verse terminada la Avenida de Mayo, la obra pública de más importancia llevada a cabo hasta ahora por la municipalidad de Buenos Aires. Hoy se inaugura la gran arteria ya completamente abierta. Se ha creído una obra impracticable; el atrevido proyecto del intendente Alvear que tantos enemigos tuvo ya es un hecho consumado". La crítica principal fue el costo: 12.655.282 pesos. Hubo quienes cuestionaron el valor exageradísimo; otros reconocieron el visionario proyecto imperecedero.
Los Juegos modernos y el rescate de la enseñanza helénica
8 de mayo de 1896
ANTAÑO Y OGAÑO
La primera cita olímpica, acompañada por la historia del arte
En la época en la que, bajo el cielo azul de Grecia, los hombres creían todavía en los dioses, mientras que éstos, desde lo alto del Olimpo, se interesaban todavía por las cosas de la tierra; cuando en las profundidades de los océanos reinaba, todopoderoso, el hermoso Poseidón, el hermano de Zeus y de Ades, señor de los vientos y de las tempestades: cuando en la tierra no había sitio que no fuese habitado por alguna divinidad; cuando en los valles, los arroyos y las selvas jugueteaban las Ninfas en Olimpia, tenían lugar, una vez al año, los Juegos Olímpicos, Píticos o Nemeos. Era la fiesta de la belleza física puesta al servicio de la belleza ideal manifestada por el baile, la poesía y la música.La Grecia entera acudía al santuario de Olimpia a presenciar en el estadio las luchas, las carreras a pie y de carros. Los reyes mandaban sus mejores caballos a disputar los premios. La flor de la juventud griega concurría a los ejercicios físicos, a los juegos del cesto y del disco.Un moderno poco familiarizado con Grecia se inclinaría a no ver en dichos juegos más que una fiesta de gimnasia o una especie de steepchase. Nos hallamos tan aplastados por la vulgaridad de la vida moderna, tan hundidos en la prosa de nuestra civilización industrial; tenemos tan escasa idea del noble desarrollo de las fuerzas humanas bajo el imperio de la Belleza; las miserias de tantos siglos pesa a tal punto sobre nosotros, que ya no concebimos el encanto divino y el sentido profundo de la vida helénica. Las fiesta olímpicas eran algo más que brillantes ejercicios: eran la fuente en que toda la raza helénica acudía a renovar el sentimiento de su vida superior, y ofrecía en homenaje a sus dioses la belleza de su cuerpo.Píndaro es tan grande porque es el intérprete entusiasta de ese pensamiento. No habla en su propio nombre, sino en el de la comunidad que representa; y no es él solo quien canta, sino un coro que celebra al vencedor. A la tarde, después de los Juegos, cuando toda la juventud se hallaba reunida para el alegre festín en el santuario de Olimpia adornado con estatuas, el coro se presentaba.Los jóvenes de cuerpo resplandeciente y las jóvenes vestidas del blanco peplo, con palmas en la mano, mientras que el corego llevaba el ramo del laurel de Apolo, premio de la victoria, rodeaban al coro que, con evoluciones majestuosas, celebraba al vencedor, a sus antepasados y a los dioses protectores de su raza.Los Juegos Olímpicos, al propio tiempo que una solemnidad religiosa, eran la fiesta del arte divino: la belleza plástica puesta de relieve por el baile de los efebos traducía lo que el poeta pusiera de místico y de misterioso en sus versos, mientras que los acordes de las liras de siete cuerdas y de las flautas hacían penetrar hasta las almas lo que los espíritus y los ojos dejaran de entender.En Olimpia, los luchadores y los corredores eran griegos; los poetas se llamaban Píndaro, Esquilo, Sófocles, Eurípides; griegos eran los coros y también los espectadores; creían en los dioses del Olimpo y desde su niñez recitaban los versos de Homero. En nuestros tiempos modernos un hombre hubo que quiso resucitar esa fusión divina de las tres artes en un solo arte: fue Wagner. Mas en la Europa septentrional no brillaba el mismo sol que el que cobijaba al Partenón, cerca de las olas azules del Egeo; los griegos de la época de los juegos ya no existían; y nadie quiso entender a Wagner, el más religiosamente antiguo de los modernos.Se celebran en Atenas los Juegos. Tienen lugar en conmemoración del aniversario de la declaración de la independencia. Según los telegramas, Atenas está de fiesta y la afluencia de forasteros es extraordinaria. ¿Qué serán dichos juegos? La Grecia de Pericles ya no existe; el mercantilismo occidental ha concluido con lo poco que resistiera al tiempo. Atenas está de fiesta. Hay concursos de gimnasia, carreras de caballos; quizás las hay de bicicletas; los hoteles están llenos de forasteros; los ingleses saborean las sensaciones de antigüedad que les proporcionan las guías Kook y Conti. Los vencedores de los juegos son norteamericanos; para celebrar sus hazañas hoy están los diarios y a la noche, la parte musical es representada por las funciones en los teatros donde se da quizás La Belle Hélène y los cafés conciertos del Pireo donde se canta la chansonnette da boulevard.
Una fisonomía distinta para la Plaza de Mayo
6 de febrero 1894
El séptimo arte se estrena en Buenos Aires
19 de julio de 1896
ÉXITO DEL CINEMATÓGRAFO
La primera crítica de cine publicada en LA NACION
Acudió anoche mucha concurrencia a las cuatro secciones que dio en este teatro su nueva y apreciable compañía cómico-lírica, pues en todas ellas se exhibieron por primera vez las vistas del cinematógrafo adquirido por el empresario Sr. Pastor. Este fenómeno ha podido últimamente ser aprovechado para efectos sorprendentes de ilusión óptica por los adelantos de la fotografía instantánea; y no hay duda que por razón de su relativo perfeccionamiento, el aparato que anoche funcionó por primera vez en el Odeón ofrece bastante novedad y tiene extraordinario atractivo por el precioso efecto de muchas de sus vistas, en las cuales el movimiento de las personas y vehículos está representado con un grado de verdad que maravilla y cautiva.
Los bomberos y un simulacro de salvamento
Mayo de 1890
Circo criollo: el origen del teatro argentino
1890