"Borges vino acá en la década del 80, con María Kodama. Querían conocer el lugar", le cuenta a LA NACION el padre Alejandro Iwaszewicz, de la Iglesia Ortodoxa Rusa."Entonces lo llevamos al primer piso, donde está el templo. Se sentaron ahí. Y quedaron fascinados con el canto de nuestro coro. Nuestras liturgias siempre son cantadas. Al final de la ceremonia, se nos acercaron y nos preguntaron qué tipo de rito era. Le dijimos que era un funeral. Borges volvió muchas veces a visitar la Iglesia. Pero siempre antes preguntaba si había un funeral".
El templo la Santísima Trinidad está ubicado frente al Parque Lezama, en el barrio porteño de San Telmo. De estilo neorruso y neobizantino, es una joya arquitectónica. En la fachada del edificio, una representación de la Trinidad hecha en San Petersburgo, con mosaicos de Venecia, da la bienvenida. Arriba, las típicas cúpulas encebolladas y azuladas remiten a Moscú. Adentro de la iglesia, además de los cantos y ritos que encantaron al escritor argentino, decenas de iconos religiosos, frescos y detalles barrocos apabullan los sentidos con su dorado.
La construcción del templo empezó a fines del siglo XIX, a raíz de una serie de pedidos de la comunidad ortodoxa en Buenos Aires. Los fondos provinieron de donaciones particulares y no del Imperio ruso, lo que evitó que la iglesia, más adelante y durante la revolución bolchevique, pueda ser expropiada por la Unión Soviética.
En 1888, el emperador Alejandro III firmó el decreto que ordenaba la fundación de la Iglesia Ortodoxa en Buenos Aires. Casi diez años después, en 1897, el padre Constantino Izrastzoff, asignado a este distrito, emprendió un viaje a Rusia para recolectar fondos para la construcción del templo. Sus pedidos fueron escuchados por el emperador Nicolás II, que realizó importantes donaciones particulares. En 1989 se colocó la primera piedra de la iglesia y en 1901 fue inaugurada, con la presencia del entonces presidente argentino Julio A. Roca.
"Los ortodoxos somos… bueno, ortodoxos. Seguimos las prácticas de la iglesia primitiva, sin modificaciones. Por ejemplo, yo estoy casado, y para ser padre de la iglesia hay que estar casado. Así era antes. En algunas cosas somos tan antiguos que parecemos progresistas", dice el padre Iwaszewicz, vestido con una túnica tradicional negra y, con su pelo largo, parece un Ozzy Osborne con barba.
La disposición del templo también sigue la tradición más antigua del cristianismo. Se remonta al primer templo-tienda construido por el profeta Moisés, 1500 años antes del nacimiento de Jesucristo. Según ese modelo, el templo ortodoxo se divide en tres partes: el nártex, la parte central y el altar. El nártex es la parte oeste del templo, donde está la entrada principal. En la iglesia antigua, era el sitio para quienes se preparaban para el bautismo y para los penitentes. En el templo actual, el nártex es más pequeño y en él se venden velas. La parte central del templo, donde se encuentran los feligreses, se divide del altar con un muro, el iconostasio -una especie de "valla" adornada con muchos iconos-. El altar, en tanto, es la parte más sagrada de la iglesia. En el centro está la Santa Mesa, una mesa cuadrangular en la cual se realiza el Sacramento de la Eucaristía.
El edificio fue declarado monumento histórico nacional en 2001, cuando cumplió 100 años. Desde ese entonces, comenzaron una serie de restauraciones en el interior y exterior del templo. Se recuperaron la fachada, las cúpulas y varios iconos, y también el campanario. Y en 2006 se inició la restauración del iconostasio.
El renovado interés por el templo convive con la merma de fieles. "Yo recuerdo lo que era esto hace 40 años", dice Iwaszewicz, que sucede a su padre como titular de la iglesia de la Santísima Trinidad. "En las ceremonias más importantes, el templo estaba repleto y, si uno subía al campanario, podía ver el Parque Lezama repleto de fieles, repleto de velas. Era como un mar de velas. Ahora quedamos menos. Pero bueno, nosotros vamos a seguir haciendo lo que hacemos".
Cuando termina la entrevista, el padre Iwaszewicz comparte el disco del coro Likui, ortodoxo ruso y oriundo de Bariloche, que salió tercero en un concurso en Rusia y es un orgullo para los feligreses argentinos. Después, se acerca una persona que lo saluda como a un amigo de toda la vida. Vive en la calle desde hace dos semanas y necesita comida para él y para su familia. El padre Iwaszewicz pide permiso, vuelve a la Iglesia a buscar lo que queda y se lo da.
Fotos: Rodrigo Néspolo
Edición Fotográfica: Enrique Villegas
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