Tras su muerte, se comprobó que durante los 15 meses en que el niño estuvo con su madre y la novia fue sometido a constantes castigos, golpes y abusos sexuales
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SANTA ROSA, La Pampa (De una enviada especial).- El barrio donde vivía Lucio Dupuy junto a su mamá, Magdalena Espósito Valenti (25), y la pareja de ésta, Abigail Páez (28), se llama Colonia Escalante. Está al sur de la ciudad de Santa Rosa y es tranquilo y silencioso. Las casas son bajas, las calles anchas y los vecinos dejan las motocicletas estacionadas a 45 grados sobre la vereda.
Por eso, llamaba la atención el alto volumen de música que salía del domicilio ubicado en Allan Kardec al 2385. Allí, según los investigadores y los testigos, las dos mujeres ponían canciones de rock, cumbia o cuarteto a todo volumen y hasta altas horas de la madrugada para ahogar los gritos del niño de cinco años mientras lo torturaban y golpeaban.
En esa casa, cuyo frente es un paredón blanco con un portón de chapa y el número 2385 pintado con aerosol negro sobre el cemento, Lucio conoció el horror. De acuerdo a la investigación judicial, entre las 17.30 y las 19.40 del 26 de noviembre de 2021, Espósito Valenti y Páez abusaron sexualmente y agredieron “en forma conjunta” al menor ocasionándole múltiples lesiones que le provocaron la muerte luego de un período de agonía.
El caso, ya tiene su veredicto. Los jueces Andrés Olié, Daniel Sáez Zamora y Alejandra Ongaro condenaron a la madre y su pareja como coautoras de homicidio calificado. Páez, además, fue condenada por abuso sexual gravemente ultrajante. La madre de Lucio, Espósito Valenti, fue absuelta por este último delito.
Por los delitos, a las condenadas les correspondería la pena de cadena perpetua, pero esto se sabrá con certeza en la jornada del 13 de febrero fijada a tal fin por los jueces.
El caso impactó e indignó a la sociedad argentina. En primer lugar, por la crueldad con la que Lucio fue maltratado y asesinado, pero también por otros factores asociados al crimen: la cadena de fallas institucionales que hizo que nadie detectara a tiempo la violencia que sufría el pequeño, el reclamo social por una supuesta falta de cobertura mediática del caso y la denuncia por violación de los deberes de funcionario público a la jueza que le quitó la tenencia del menor a la familia paterna y se la otorgó a Espósito Valenti.
Durante el juicio, que comenzó el 10 de noviembre pasado en la sede del Poder judicial de La Pampa, varios testigos recordaron que Lucio recibió los primeros auxilios en la vía pública, en las inmediaciones del Centro de Salud Río Atuel, a donde Páez lo trasladó en brazos ya que queda a pocos metros de donde vivían. Luego, como éste estaba cerrado, los mismos vecinos los trasladaron en auto hasta el Hospital Evita, a donde el niño llegó con lesiones, quemaduras, mordiscos y una hemorragia interna que le causó la muerte. Al revisar el cuerpo, los médicos advirtieron las lesiones -recientes y de larga data- y alertaron a la policía. Desde entonces, las dos mujeres permanecen detenidas.
En Santa Rosa, y especialmente en Colonia Escalante, los vecinos aseguran que el caso les duele.
“El caso de Lucio tuvo un impacto muy fuerte en la ciudad. Nos conmocionó a todos. Los vecinos y comerciantes del barrio lo veían todo el tiempo al chiquito y cuando pasó lo que pasó lloraban mucho. Yo también lloraba. Pobre criatura, espero que se haga justicia”, dijo Edgardo Pereyra, que tiene su casa en la misma manzana en la que vivían las acusadas y el niño.
Como Pereyra, muchos en Santa Rosa hablan del asesinato de Lucio sin nombrar el crimen. “Cuando pasó lo que pasó”, dicen. “Ay no, por favor, duele mucho”, responden algunos comerciantes ante la consulta de LA NACION. Se refieren a Lucio y automáticamente piensan en sus propios hijos: agachan la mirada y no quieren comentar nada. Solo piden “justicia por Lucio”.
Una cadena de fallas
Tras la muerte de Lucio, se comprobó que durante los 15 meses que Lucio estuvo con su madre y la novia fue sometido a constantes castigos, golpes y abusos sexuales.
“En mis casi 30 años de profesión nunca vi algo así”, dijo Juan Carlos Toulouse, el médico forense a cargo de la autopsia.
Según el informe, el niño presentaba politraumatismos por golpes, mordeduras y quemaduras, de vieja y reciente data. De hecho, durante el juicio se determinó que la víctima había sido asistida al menos cinco veces en un lapso de tres meses por politraumatismos en distintos centros asistenciales de La Pampa, aunque no había denuncias de profesional alguno al respecto, como así tampoco de las autoridades del jardín de infantes al que asistía.
Además, se indicó que algunas de esas lesiones eran compatibles con abusos sexuales a los que el niño fue sometido el mismo día que lo mataron.
La revisión tecnológica de los celulares y las conversaciones de Espósito Valenti y Paéz mostró que ambas planeaban cómo ocultar las lesiones del niño. Los representantes del Ministerio Público Fiscal enumeraron los siguientes castigos: “Falta de comida, hacerlo pasar frío, penitencias interminables contra una pared, golpes de puño en la panza que le provocaban vómitos continuos, golpes en la cara que le provocaron lesiones visibles, amenazas respecto de que no podía contar a nadie lo que vivía y no mandarlo al jardín -algo que Lucio disfrutaba- para que las maestras no vieran sus lesiones”.
A su vez, de dicho informe se desprenden las razones por las que ambas sentían rencor por la presencia de Lucio. “En esos mensajes se puede leer cómo Lucio era una molestia para Abigail y Magdalena. Todo el tiempo pensaban cómo quitarlo de sus vidas para que no arruinara su relación de pareja. Según ellas, sus peleas y discusiones las motivaba Lucio”, explicaron los funcionarios judiciales.
Hasta 2020, a partir de un acuerdo entre Espósito Valenti y el papá de Lucio, Christian Dupuy, el niño vivía con sus tíos paternos en General Pico, a 140 kilómetros de Santa Rosa. Pero entonces la progenitora comenzó a pedir la custodia argumentando que, a diferencia del pasado, ya tenía una casa y trabajo. Para lograrlo, presentó diferentes denuncias contra la familia paterna que la familia Dupuy asegura que eran falsas.
Así fue como la jueza Ana Clara Pérez Ballester, a cargo del Juzgado de Familia y del Menor 1 de General Pico, dispuso que se les otorgara la tenencia completa del menor a Espósito Valenti y su pareja.
“La jueza Ana Pérez Ballester sentenció a muerte a Lucio al darle la tenencia a estas dos asesinas”, dijo en los últimos días Ramón Dupuy, abuelo de Lucio.
Y ayer, la Fundación Más Vida denunció a la jueza por “violación de los deberes de funcionario público”.
El juicio
La etapa probatoria del juicio oral contra las dos acusadas se desarrolló del 10 de noviembre al 22 de diciembre pasado y contó con la presencia de las dos acusadas durante las 18 audiencias. Todas ellas se realizaron a puertas cerradas, ya que la víctima era menor de edad y se debatía un delito contra la integridad sexual.
Este jueves 2 de febrero fue la primera vez que los medios tuvieron acceso presencial al juicio. En este acto se leyó solo la parte resolutiva de la sentencia, es decir si las acusadas son condenadas o absueltas por los cargos imputados. El fallo se divulgará el 13 de febrero. La de hoy también fue la primera vez en que las acusadas no estuvieron presentes en el recinto.
Los representantes del Ministerio Público Fiscal acusaron a Espósito Valenti de “abuso sexual gravemente ultrajante por las circunstancias de realización con acceso carnal vía anal con un objeto agravado por haber sido cometido por la ascendiente (progenitora), con el concurso de dos personas y aprovechando la convivencia con la víctima menor de 18 años y todo como delito continuado en concurso real con homicidio calificado por ser la ascendiente, por ensañamiento y alevosía”. Para Páez, los cargos son los mismos salvo por el agravante vincular.
José Aguerrido –abogado representante del padre de Lucio, Christian Dupuy–, adhirió a esas calificaciones legales y agregó la agravante de “odio de género”.
Las defensas, en cambio, plantearon la hipótesis de un hecho preterintencional, es decir, cuando el agresor tiene intenciones de causar un daño, pero no la muerte.
Por un lado, María Silvina Blanco Gómez, defensora oficial de Páez, afirmó que no existió un homicidio agravado sino un homicidio preterintencional y que la imputada –que admitió haberle pegado a Lucio– no buscó su muerte.
Por otro, Pablo De Biasi, defensor oficial de Espósito Valenti, pidió su absolución por ambos delitos. Aseguró que “en el lugar de los hechos hubo una persona y no dos” y descartó la coautoría del homicidio. “La única testigo fue Abigail”, acotó.
Al dar por finalizada la última de las audiencias, las imputadas hicieron uso de sus últimas palabras antes de pasar a la instancia del veredicto.
“Todo lo que puedan decir de mí es horrible, por eso le pido perdón a las personas se hayan sentido tocadas por el tema y por toda esta situación, y que lo lloran y lo extrañan como me pasa a mí y a su mamá –acotó–. Y también quiero pedirles disculpas a mi familia y a mi mamá porque le fallé, porque ella no me enseñó estas cosas. No sé realmente lo que pasó, tengo muchas lagunas en la cabeza, y si no conté detalles es porque estoy muy traumada. Sé que él [por Lucio] me perdonó. Ojalá yo me pueda perdonar”, dijo Páez.
La madre de la víctima, por su parte, afirmó: “Se me critica a mí, pero no al progenitor, porque padre le queda grande. A él [Christian Dupuy] se lo justifica cuando la responsabilidad era de los dos. Sin embargo, en todo momento se desentendió de la criatura. Y tampoco es verdad que Lucio no tenía contactos familiares. Tenía contactos con el progenitor, sus abuelos, mi familia y la de Abigail. Si ellos no quedaron conformes con esos contactos será porque no se esmeraron en tenerlos más”.
Desde que ocurrió el crimen, en Santa Rosa muchos esperaban que el tribunal declarara culpables a las acusadas y las condenara con prisión perpetua. Mientras tanto, a 14 meses del asesinato, los vecinos han canalizado el dolor de diferentes maneras. En una pared contigua a la casa de las acusadas alguien escribió “Lucio” y dibujó un corazón. A pocos metros de allí, en el cruce de Allan Kardec y Tierno, hay un mural. Lucio sonríe con los ojos achinados. A su alrededor vuelan inmóviles unas mariposas de colores. “Con mucho cariño, tus compañeritos del jardín”, dice la leyenda en la pared.
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