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Los hoteles de Chapadmalal, donde millones de familias pasaron sus primeras vacaciones frente al mar, no fueron ajenos a la desidia y al abandono que sufrieron los centros vacacionales de la década del 40 y del 50. El complejo de tejas rojas está en ruinas y saqueado. Las paredes descascaradas esconden una larga historia de promesas incumplidas. Ahora, con una inversión de 1.630 millones de pesos, Chapadmalal comenzó a ser rescatado del olvido con un plan integral de modernización y puesta en valor a cargo del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación.
Chapadmalal ocupa casi 75 hectáreas de bosques de pinos y playas tranquilas con acantilados y fuertes olas. Está sobre la ruta 11, a media hora de Mar del Plata y a 15 minutos de Miramar, en una zona ideal para el surf, que viene creciendo, con nuevas casas, barrios cerrados y emprendimientos en los alrededores. Tiene capacidad para 4.000 plazas. Posee nueve hoteles, con tres plantas y pabellones de una cuadra y media de longitud cada uno, 19 bungalows o chalets, un polideportivo y los edificios de administración, correo y ermita.
Su estilo es monumentalista, con edificios de grandes dimensiones, un tipo de arquitectura nacida con el fascismo europeo pero luego elegida en países democráticos como los Estados Unidos o Francia. Según cálculos estimativos, el balneario tendría alrededor de 100.000 metros cuadrados construidos. A esto hay que sumarle la Residencia Presidencial de Chapadmalal, lindante a los hoteles, utilizada por todos los presidentes. Con Mauricio Macri este sector pasó a depender directamente de Presidencia. Su esposa Juliana Awada fue la última en remodelar la casona. LA NACION intentó ingresar al sitio pero una tranquera de madera despintada prohíbe pasar.
Clausuras
Si bien algunos hoteles funcionaron en forma parcial hasta antes de la pandemia, otros estuvieron clausurados durante más de 20 años. Sin embargo, esta temporada de verano serán reabiertos los N 1, 2, 5 y 9 con 1000 plazas disponibles. En el 2022 será el turno del 6, 7 y 8. Al 4 le tocará en el 2023 y finalmente será el turno del 3, gracias a un financiamiento externo, en el 2024, informó el ministerio de Turismo, propietario de la unidad.
“Estamos llevando adelante una inversión histórica para reparar años de desidia. Estos emblemáticos hoteles forman parte de nuestro patrimonio arquitectónico, histórico y emocional, y los estamos poniendo en valor para que cada vez más argentinos y argentinas puedan disfrutar del derecho a vacacionar”, dijo a LA NACION Matías Lammens, titular del ministerio.
“¿Cuántos hoteles en el mundo hay en los que te levantás a la mañana, te ponés la malla y las ojotas, y caminás tan solo unos pocos metros desde tu habitación para disfrutar el mar? Los pocos de ese tipo cuestan fortunas, son impagables”, asegura con orgullo Lautaro Rompato Oviedo, maestro mayor de obras. El hombre abre con dificultad las persianas de madera rotas en una de las habitaciones, donde se ven paredes descascaradas, guano de paloma, grafitis, humedad, y el parquet de Canadá levantado. Contempla el mar en toda su extensión y las playas públicas del centro turístico. “Desde acá podemos ver hacia el norte la playa presidencial de Chapadmalal y hacia el sur, los edificios de Miramar. Y lo más lindo es ver pasar las ballenas”, dice durante una recorrida por el complejo, donde se observa un fuerte contraste entre los edificios ya recuperados y los que permanecen en ruinas.
Las obras comenzaron en los edificios más cercanos a la orilla, con varias salidas al mar. Son categoría A, con baño privado. Allí, y por primera vez en 80 años, unos 60 operarios cambian caños de luz, de plomería, quitan grafitis, pintan maderas y paredes, recuperan el brillo de la confitería, hidrolavan las piedras exteriores oriundas del lugar, devuelven el color rojizo a las tejas e instalan baños accesibles, ascensores, estufas y aire acondicionados. Una de las tareas que demanda más tiempo es la carpintería. “Las ventanas, los postigos y los revestimientos exteriores, están muy dañados por estar expuestos al mar”, explica la arquitecta Lorena Ruhl, a cargo de las tareas.
El hotel en peor estado es el 3, cerrado desde 1995, invadido por miles de palomas, a oscuras y con un olor nauseabundo. Allí se alojaban 600 chicos y tenía en ambos extremos de los pabellones las habitaciones de los celadores. Este edificio era el único destinado a alojar a chicos en situación de pobreza que llegaban al lugar en un ómnibus de la Fundación Eva Perón, un vehículo Mercedes Benz que está siendo restaurado para exponer en el museo del lugar. El proyecto de puesta en valor fue aprobado por la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, ya que Chapadmalal es Monumento Histórico Nacional.
Historia
En el año 1945, justo antes de la primera presidencia de Juan Domingo Perón, se firmó el decreto impulsando la construcción de una ciudad balnearia en Chapadmalal para ser usada por los empleados públicos nacionales y trabajadores de todas las disciplinas pagando precios módicos. También estaba destinada a los niños, ancianos y discapacitados, que accedían en forma gratuita. Estos complejos graficaron el pasaje de un turismo sólo reservado a la clase alta de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX a un turismo masivo para la clase media y un turismo social para la clase baja en la segunda mitad del siglo XX.
El concepto se refleja en la arquitectura de Chapadmalal que “pareciera ser más el resultado de una actitud pragmática que el deseo de una necesidad expresiva particular”, dice el profesor de historia de la arquitectura Julio Valentino. La idea de “construcción en serie” potencia la racionalización en la elección de los materiales y técnicas constructivas. Es insoslayable la referencia a los barrios residenciales del primer período peronista, los denominados “chalets californianos”, que se observan a lo largo de toda Argentina. “Los techos de tejas coloniales, la articulación de volúmenes de diferentes alturas, el uso del ladrillo visto y el ritmo de las aberturas son las características más evidentes de esta arquitectura”, agrega Valentino.
Sin embargo, con el tiempo, los grandes hoteles fueron quedando en desuso para terminar casi en ruinas. Luego de finalizada la segunda presidencia de Perón, hubo una reconversión del turismo social que impactó en el complejo. Los sucesivos gobiernos dejaron sin efecto la estructura de prestaciones y transferencias de recursos provocando un lento desgaste de los hoteles. Con la vuelta de la democracia se intentó reactivar el sistema, pero el turismo ya había cambiado y la crisis económica perjudicó el mantenimiento de los complejos, que demandaban grandes montos para seguir funcionando.
Recién a partir del año 2003 comenzó cierta reactivación del turismo estatal reestableciendo la infraestructura y las actividades de la Unidad. Pero las inversiones requeridas seguían siendo muy superiores a las recaudaciones destinadas al sector. A esto se sumó la pandemia, empeorando aún más la situación que recién ahora empezó a ser revertida.
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