Horror en el desierto: el escalofriante secreto que revelaron las momias de Atacama
Un equipo de arqueólogos analizó los restos momificados de 194 personas y descubrió evidencias de un pasado donde la violencia extrema era la regla
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Un equipo de arqueólogos reveló que los restos óseos momificados del desierto de Atacama muestran evidencias de una oleada de violencia extrema ligada al auge de la agricultura. Los científicos analizaron los cadáveres de 194 personas que vivieron entre los años 1000 a.C. y 600 d.C. en el páramo chileno, y descubrieron que, aunque las agresiones eran más frecuentes al principio de la transición a la agricultura, persistían incluso después de que los pueblos agrícolas hubieran existido durante cientos de años.
Según el nuevo estudio, la violencia no distinguía entre sexos porque estaba dirigida tanto a hombres como a mujeres. Los investigadores aseguraron que una mujer parece haber sido torturada cuando la piel de su cara fue estirada tanto que su “boca” fue corrida encima de su posición natural.
“Probablemente se trató de un acto intencionado, ocurrido en el momento de la muerte, cuando la piel aún estaba fresca, y que causó una profunda agonía”, escribieron los especialistas en la investigación publicada en la revista Journal of Anthropological Archaeology.
Los arqueólogos estimaron que la agricultura (que dio lugar a asentamientos permanentes, picos de población, reclamaciones territoriales, nuevos problemas de salud y desigualdad social), cambió por completo la forma en que las comunidades interactuaban entre sí y desencadenó “tensiones sociales, conflictos y violencia”.
Antes de que la agricultura arraigara en la región, los antiguos habitantes de la costa del desierto de Atacama pasaron unos 9000 años cazando, pescando y recolectando. Pero hace unos 3000 años, los pobladores del páramo chileno comenzaron a cultivar y criar animales.
Los especialistas afirmaron que, mientras en algunas regiones andinas, como Caral-Supe, ubicada en la costa central, y Chavín, en la sierra central, se establecieron asentamientos más grandes, las aldeas del árido desierto de Atacama siguieron siendo pequeñas, probablemente porque no había suficiente tierra fértil ni agua para impulsar el crecimiento.
“La tierra habitable en esa zona es realmente marginal. Existe un valle angosto en el que se puede cultivar y hay una costa muy estrecha en la que se puede vivir y dividir los recursos costeros. Además de competir por unos recursos limitados, es posible que los antiguos moradores del desierto de Atacama participaran en ciclos de violencia”, aseguró James Watson, antropólogo de la Universidad de Arizona, quien no participó del estudio.
Para saber más sobre la violencia ocurrida en esta época, los investigadores del estudio examinaron los restos de los antiguos pobladores descubiertos previamente en seis cementerios del valle de Azapa. “Aunque este valle era pequeño, era uno de los más ricos y fértiles del norte de Chile”, señalaron los científicos en la investigación.
El estudio confirmó “traumas escalofriantes”
De los 194 restos de adultos estudiados, el 21% (40 individuos) tenían lesiones que probablemente provenían de la violencia. De los varones, el 26% (27 de 105) tenía heridas, frente al 15% (13 de 89) de las mujeres, una diferencia que no es estadísticamente significativa, lo que significa que tanto hombres como mujeres tenían la misma probabilidad de sufrir estas inquietantes mutilaciones.
Según los investigadores, la mayoría (51%) de los lesionados presentaba un traumatismo craneal, mientras que el 34% tenía heridas solo en el cuerpo, y el 15% presentaba lesiones tanto en la cabeza como en el cuerpo. Los hombres eran significativamente más propensos a sufrir traumas en la cabeza que las mujeres.
Sin embargo, no todos los traumas condujeron inmediatamente a la muerte. En 20 casos, las lesiones mostraban signos de curación, especialmente entre los más jóvenes y los adultos de 20 a 45 años. Dicho esto, una mujer tenía una herida curada y otra sin curar, lo que demuestra que fue atacada más de una vez. Pero más hombres (75%) tenían mutilaciones que no fueron curadas frente a las mujeres (25%), lo que indica que más hombres murieron cerca del momento de la lesión.
Los investigadores manifestaron que los traumas de los varones se debieron a intensas peleas en las que se utilizaban armas, como lanzas, hondas, mazas, palos y cuchillos. Mientras que las mujeres resultaron heridas debido a la violencia doméstica.
Además, el equipo de científicos descubrió que había todo tipo de lesiones. Por ejemplo, un hombre tenía la punta de una piedra que fue utilizada como proyectil, incrustada en su pulmón izquierdo. Varias personas tenían restos mutilados, incluida la mujer adulta con la piel facial estirada. En otro caso, un hombre tenía fracturados los huesos de la pierna y los dedos del pie izquierdo, “lo que puede indicar que los dedos fueron cortados intencionadamente (los dedos del pie derecho no estaban dañados)”.
¿Quién ejercía semejante violencia?
De los casi 200 individuos antiguos examinados por el equipo, los expertos realizaron un análisis químico más detallado a 69 momias para ver si eran habitantes de la zona. La prueba determinó la proporción de isótopos de estroncio en los restos de los cuerpos. Cuando una persona come y bebe, los isótopos de estroncio, que son exclusivos de cada región, terminan en los huesos y dientes de ese individuo. Al comparar las proporciones isotópicas de estroncio en las restos momificados, los investigadores pudieron establecer dónde crecieron los fallecidos.
De las 69 personas, 26 eran nativas del desierto de Atacama, mientras que 42 tenían resultados que mostraban que comían alimentos más allá del área local, incluyendo animales marinos. “Por esta razón, es probable que se produjeran conflictos y violencia entre los grupos de horticultores que colonizaban el valle de Azapa y los pescadores que vivían en la costa adyacente”, escribieron los investigadores en el estudio.
“Por su parte, la mujer con el rostro mutilado era la única extranjera y probablemente procedía de lo que hoy es el sur de Perú, según sus proporciones isotópicas y sus distintivos tatuajes”, indicaron.
Los investigadores señalaron que la crueldad en Atacama existía antes de la agricultura. “Tal vez esta violencia entre los agricultores era el resultado de la fuerte competencia entre los grupos locales para asegurar y mantener el acceso a nuevas tierras productivas y al agua de manantial para el riego”, dijeron.
La violencia comenzó a disminuir con el paso del tiempo. Los científicos descubrieron que en el periodo inicial (del 600 a.C. al 1 d.C.), la frecuencia de los traumas era el doble que en el período tardío (del 1 al 600 d.C.). “Tal vez la aparición de prácticas sociales que regulaban los conflictos ligados a los derechos de propiedad ayudó a sofocar la violencia”, escribieron.
También es posible que el patrón particular de los ciclos climáticos de la época de El Niño y La Niña contribuyera a la feroz competencia en el desierto de Atacama. Los inconvenientes climáticos de aquellos tiempos probablemente hicieron que los recursos marinos escasearan, lo que añadió presión a los agricultores para que produjeran alimentos para la creciente población.
Y para finalizar con las causas de la extrema violencia en la región, los arqueólogos explicaron que, además de las turbulentas transiciones sociales y de las dificultades que acompañaban a la agricultura, es posible que los líderes emergentes también hicieran una demostración brutal de poder para aumentar su prestigio y riqueza. Así, concluyeron que todos estos sucesos provocaron un “traumatismo potencialmente letal” que sacudió la vida de los pueblos agrícolas del páramo chileno.
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