Hizo una réplica de la Torre Eiffel en un pueblo de Córdoba y gente de todo el mundo viaja para conocerla
Claudio Marchetti habló con LA NACION y contó en detalle cómo fue la odisea que emprendió para edificar el segundo monumento de este tipo en la Argentina; su increíble historia y el objetivo final de su obra
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Córdoba es famosa por su naturaleza serrana que, durante las temporadas de invierno y verano, atrae a miles de turistas de todos los rincones del país con el fin de ofrecerles un momento de relax sin igual. Además de estos sitios distintivos, la provincia ganó relevancia semanas atrás, cuando Claudio Marchetti posicionó en el mapa a un pueblo remoto de 5000 habitantes al erigir una réplica de la Torre Eiffel en el patio de su casa. Sin un título de arquitecto, pero con los conocimientos y experiencias que aprendió a lo largo de la vida, creó una obra que es furor. A poco de cumplir 60 años, reveló en diálogo con LA NACION cómo logró tal hazaña en soledad y qué lo motivó a hacerlo.
Claudio -de 58 años- se acomoda en un espacio de su hogar, casi ajeno a lo que sucede en el exterior. Sencillo y colmado de felicidad, se dispone a contar por qué eligió la Torre Eiffel y qué significa para él este logro que se viralizó en la Argentina y llegó a otros países en todo el mundo.
Nunca se imaginó que construiría una torre de 31 metros de alto y que llegaría a ser una personalidad famosa, culpable -en el buen sentido- de ubicar en el mapa al pueblo Alicia y transformarlo en un punto de atracción para los turistas nacionales y extranjeros.
A tres semanas de inaugurar este espacio para que todo el mundo pueda conocer de cerca la pequeña Eiffel, Claudio contó que luego de hacer la primaria se vio obligado a trabajar para ayudar a sostener su casa. En ese entonces, ingresó como operario de construcción de estructuras metálicas, entre ellas, torres de televisión. Tras la muerte de dos compañeros juró no volver a trabajar en las alturas, pero 30 años después todo cambió.
“Psicólogos me han analizado para entender por qué volví a las alturas. Por qué una persona autodidacta pudo meterse a crear semejante obra y ser la primera en el mundo que lo hace totalmente sin ayuda. Yo no me doy cuenta de la inteligencia que tengo, lo llevo todo mentalmente, incluso el dibujar los planos y calcular todo”, explicó.
Para levantar la estructura solo utilizó una soldadora de hace 40 años y una amoladora “pequeña”. Además, le consumió 308 pinceles, 200 litros de pintura y 12.000 trocitos de hierro. La obra mide en total 31 metros y es desmontable. Fue hecha de manera única en el mundo a mano de un solo hombre. Los módulos se pueden desarmar en dos días y volver a armar en cinco. El tiempo de construcción le demandó 26 meses.
La Torre Eiffel tal vez sea uno de los monumentos más admirados y replicados en diminutos souvenirs, pero Claudio aseguró que la eligió porque a diferencia de otros edificios, esta era íntegramente de hierro, un material que ya conocía a la perfección. “Quise poner a prueba cuánto aprendí y cuánto me enseñó la vida. Además, por Internet busqué los planos de la verdadera y me interesó los cálculos que tenía que hacer para poder levantarla”, dijo.
A pesar del riesgo que representó para este hombre esta hazaña de más de dos años, decidió darlo todo, porque según él, cerca de cumplir 60, quería dejar su huella en el pueblo y hacerse un lugar en la historia de Córdoba y de nuestro país. “Tenía 25 por ciento de quebraduras en el cuerpo mientras la construía, si algo me pasaba tenía un trapo que me ponía en la boca para no gritar de dolor. Calculé hasta si un cable tensor se cortaba y me amputaba una pierna o un brazo, sabía que tenía 10 minutos hasta morir desangrado”. De igual manera se atrevió.
“Creo que me llamó Dios o la vida en el momento y edad justa. Con la mentalidad y la sabiduría de todo lo que estudié y de los oficios en que trabajé”, reconoció el hombre, padre de tres hijas. En ese sentido, indicó que muchos turistas se acercan porque afirman que la torre tiene una conexión particular con el cosmos, a tal punto que no faltan quienes desean hacer rituales. También se presentan algunos que solicitan el espacio para hacer diferentes eventos como cumpleaños de 15 o casamientos.
A Claudio no le molesta el turismo, de hecho lo disfruta. Llega a recibir 400 visitantes por día, desde el interior de la Argentina y de países limítrofes. “Es una locura lo que pasó”, sentenció entre risas al hablar de que la noticia se expandió por el mundo y ahora tiene amigos de otros sitios, como Escocia e Inglaterra. Incluso, representantes de la Embajada de Francia se acercaron a su domicilio para conocer la estructura y felicitarlo en persona.
En América Latina existen solo tres réplicas de la Torre Eiffel: la primera, de 16 metros, está en Ituzaingó, (Buenos Aires); mientras que la segunda se sitúa en Sabaneta, Colombia, y tiene una altura de 42. Cabe remarcar que la original alcanza los 300.
Con esta obra maestra, Claudio solo quería dejarle a sus hijas y nietas algo por lo que le recordaran, sin embargo, y sin proponérselo, logró algo más grande. “No me doy cuenta de lo que hice. Subo hasta la punta y busco respuestas y miro para abajo, veo la cantidad de hierro que pasó por mis manos y no encuentro respuesta. Todavía no caí”. Para erigir de a poco la estructura, lo hizo por la noche más que nada para no llamar la atención de los vecinos. De 8 a 18 se dedicaba a su trabajo normal en aberturas de aluminio y luego, daba todo por la réplica.
A pesar de que diferentes personas le ofrecieron trasladar la réplica a parques y centros públicos de todo el país, Claudio no quiso y la respuesta que dio fue contundente: ahí está impregnado su “sudor” y su “sangre”. De trabajar a escondidas hasta recibir a centenares de turistas a diario, anhela guardar por un tiempo más a la mini Torre Eiffel en su casa. Antes de despedirse, adelantó que se metió de lleno en un nuevo proyecto que buscará hacer una réplica aún más alta. De esta manera, dejó en claro que no hay edad para hacer lo que uno ama.
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