Historias de sonámbulos: desde hablar hasta jugar al truco dormidos
Es un estado disociado y se cree que hay un componente hereditario; vivencias en primera persona
No están dormidos ni despiertos. Deambulan, hablan, juegan, se ríen y olvidan todo a la mañana siguiente, como si se tratara de un sueño. Es que el cerebro del sonámbulo está a medio funcionar: "Es un estado disociado, el cerebro está parcialmente despierto –se mueve, habla, actúa– y a la vez dormido, porque no toma conciencia ni tiene responsabilidad sobre lo que hace o dice", explica el doctor Horacio Encabo, neurólogo y jefe del Laboratorio de Sueño y Vigilia de la Fundación FLENI.
No se sabe qué produce el sonambulismo, se cree que hay un componente genético y hereditario. Es frecuente en la población –entre el 1 y el 6% son sonámbulos, según Encabo–, común en los niños de 4 a 12 años, menos habitual en los adolescentes y excepcional después de los 45. La mayoría de las veces, desaparece con la madurez.
Tengo los ojitos abiertos, no me choco con nada...si no sabés que soy sonámbula te engaño
A Judith Córdova, de 42 años, sus amigos le dicen que "no para ni de noche". Pasea por la casa durante la madrugada, aparece en las habitaciones de sus familiares y hasta mantiene conversaciones lógicas con su marido y sus hijos.
"Mi hija aprovecha para pedirme permisos cuando estoy dormida porque sabe que al otro día no me acuerdo de nada", relata.
Esto tiene explicación lógica: "Durante el sueño los procesos responsables de la memoria están bloqueados o, con mayor precisión, la memoria no persiste durante el dormir", amplía Encabo.
Judith siempre lo vivió "como algo natural", no así sus padres, que se desvelaban pensando en la nena fugándose en medio de la noche o lastimándose. "Un día me encontraron con la puerta de casa abierta, saliendo a la calle. A partir de entonces me escondieron las llaves por si se me ocurría irme", cuenta.
Un día me encontraron con la puerta de casa abierta, saliendo a la calle. A partir de entonces me escondieron las llaves por si se me ocurría irme
El colmo del sonambulismo de Judith se dio en la facultad, cuando jugó un partido de truco absolutamente dormida. "Tengo los ojitos abiertos, no me choco con nada...si no sabés que soy sonámbula te engaño bien", resalta. Enseguida aclara que los episodios nunca la pusieron en peligro: "No es que me duermo manejando, sino cuando me voy a dormir. Ahí parece que algo sigue funcionando".
Otros sonámbulos sí corren riesgos. En un estudio publicado este año en la revista Sleep, científicos del Laboratorio del Sueño Gui-de-Chauliac del Hospital de Montpellier, Francia, evaluaron a 100 sonámbulos y hallaron que el 17% había experimentado al menos un episodio de lesiones: hematomas, hemorragias nasales o fracturas, además de un caso de fracturas múltiples y traumatismos graves en la cabeza por saltar de un tercer piso.
En el medio de la noche lo veo a Leandro con el teléfono en la mano, hablando con el contador de la oficina. Era súper lógica la conversación
Para reducir los peligros, el neurólogo de FLENI recomienda bajar las persianas de la casa, no dejar a mano armas o instrumentos cortantes, no olvidar las llaves en sus cerraduras y evitar el fácil acceso a sustancias tóxicas o medicaciones. También se aconseja instalar un sensor de movimiento o una alarma que suene si alguien abre la puerta principal.
Por su parte, el doctor Harry Campos, psiquiatra y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, sostiene que "cuando uno está estresado, intranquilo o con mucha actividad, el sonambulismo es más frecuente". Combatir el origen del estrés es, para el especialista, otra forma de mitigar el problema.
En los adultos, aconseja estudiar más minuciosamente los casos, ya que hay que diferenciar si el sonambulismo esconde estados epilépticos o si se atribuye a algún medicamento que la persona consume. "Conviene consultar cuando los episodios son reiterados, cuando aparecen en adultos y cuando se dan situaciones de riesgo", indica Campos.
Familia de sonámbulos
Margarita S., de 46 años, está rodeada de sonámbulos. Descubrió primero a su marido, la noche de la luna de miel. "Llegamos tardísimo al hotel, después del viaje, y nos acostamos. En el medio de la noche lo veo a Leandro con el teléfono en la mano, hablando con el contador de la oficina. Era súper lógica la conversación, se estaba despidiendo y le decía ‘nos vemos, nos vemos’. Le pregunté con quién hablaba y ahí me di cuenta de que era sonámbulo porque no me respondió y siguió durmiendo", relata.
Otra escena típica de la vida conyugal: "Se para al lado mío y me observa. Me despierto muerta de miedo", cuenta Margarita.
El hermano de Leandro, por su parte, saca a pasear al perro mientras duerme. Y la cuñada de Margarita le hace, sonámbula claro, masajes en los pies a su marido.
Respecto a posibles tratamientos, Encabo advierte que "los resultados con antidepresivos y benzodiacepinas son mediocres o nulos". Resta aceptar la situación en la familia, cuidar al sonámbulo ante una situación de riesgo y esperar a que crezca o madure.
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