Historia de cuatro muertes dudosas
Las víctimas eran de Salta y, según la autopsia, fallecieron por las bajas temperaturas, aunque el clima estaba templado
PASO DE LOS INDIOS, Chubut.- Desde una loma de la ruta 25, que une Trelew con Esquel, el pueblo se ve como un lugar agónico, cuadriculado y ventoso.
Aquí, hace seis años, hubo cuatro muertes extrañas. Las víctimas -según las autopsias- presentaban cuadros de cristalización pulmonar, propios de una intoxicación con hexafluoruro de uranio.
En invierno -seis meses al año-, las temperaturas bajan aquí hasta los 30º bajo cero y los vientos soplan desmedidos. En el caserío y sus alrededores viven unas 600 personas, y en la única estación de servicio se venden puntas de flecha que, a lo sumo, tienen dos meses de antigüedad.
Es un pueblo como tantos, apacible, desolado y fantasmal en medio de la Patagonia. Pero tiene una particularidad: está edificado en las últimas estribaciones de la sierra del Medio, el mismo cordón donde se pensaba instalar el basurero nuclear de Gastre, y es la puerta obligada para las minas de uranio de Los Adobes.
Según documentos publicados ayer por La Nación , el yacimiento de Los Adobes tuvo una inusual actividad en los últimos días de 1990, pese a que estaba oficialmente cerrado desde hacía nueve años.
Hacia allí se hicieron traslados de gente por cuenta de la empresa Investigaciones Aplicadas (Invap), al tiempo que se concentraban en Trelew 36 toneladas de baritina, un mineral utilizado en el sellamiento de repositorios nucleares.
Tres años después de esos movimientos, que el Invap no pudo explicar, los vecinos se vieron sacudidos por una sucesión de muertes dudosas, y un juez de Trelew se constituyó aquí y trajo con él a una fiscal, un médico forense y una dotación policial.
Ninguno de ellos, en su momento, pensó que las muertes pudiesen tener algo que ver con una mina de uranio.
Las minas de uranio
Desde 1977, cuando comenzó a funcionar, la mina de uranio de Los Adobes fue motivo de conflicto entre la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y los ecologistas.
Oficialmente, la CNEA dejó de explotarla en 1981, y el diagnóstico de Greenpeace fue preocupante: en las 2,2 hectáreas que ocupaba la mina a cielo abierto habían quedado 55.000 toneladas de residuos radiactivos.
Cuatro kilómetros al sur de Los Adobes hay otra mina de uranio, Cerro Solo, ahora en proceso de licitación, y según el licenciado Héctor Perl, consejero de la CNEA, hacia allí fueron en noviembre de 1990 los materiales y la gente de la que dan cuenta los documentos publicados por La Nación .
"Los documentos son correctos, pero no encubren un movimiento clandestino de residuos nucleares. Las 36 toneladas de bentonita se destinaron a tareas de prospección en Cerro Solo, y la gente que se trasladó de Mendoza a Los Adobes fue para hacer esos trabajos", dijo.
Según el licenciado Perl, en el lugar se hicieron entre 500 y 600 perforaciones, y después se abandonó.
La explicación es lógica y sería del todo convincente, excepto por un detalle: en la CNEA no aparece la documentación oficial sobre esos trabajos, y Los Adobes y Cerro Solo están en la zona de Paso de los Indios, donde tres años después de estos movimientos empezaron a suceder cosas raras.
Entre el 28 de agosto y el 12 de noviembre de 1993, cerca del pueblo habían aparecido muertas cuatro personas en circunstancias misteriosas.
El primer cadáver fue encontrado unos 60 kilómetros al norte del pueblo, en las instalaciones de una mina. El muerto fue Damián Benigno.
El cuerpo de Hipólito Valderrama apareció cuatro días después, y el de Damián Valerio, el 20 de septiembre. El 12 de noviembre, cuando la serie parecía terminada, fue hallado Osvaldo González, el cuarto muerto.
"Parecía raro que en un lugar de tan poca gente hubiera tantas muertes", dijo a La Nación la fiscal Susana Vilaseca, que intervino en el caso.
"Para la policía, en principio, se trataba de muertes dudosas, y el juez Rubén Portela decidió que nos constituyéramos en Paso de los Indios", dijo.
Además del juez y de la fiscal, el equipo llegado desde Trelew se completaba con el forense Ezequiel Cablinsky y un grupo de policías de la Unidad Regional.
Lo primero que determinaron fue que las muertes sucedieron dentro y en las inmediaciones de una mina de baritina, un material usado en la perforación de pozos petrolíferos.
El segundo dato fue que los muertos eran salteños y estaban empleados en la empresa Riscos Bayos, propiedad de la familia Sapag, de Neuquén.
El tercer dato fue el más sorprendente: según consta en las autopsias guardadas en el expediente judicial, dos de las cuatro muertes se habían producido por "espasmo por diferencia de temperatura" (congelamiento) y los cuerpos presentaban un cuadro de "cristalización pulmonar".
Un cuadro confuso
Según los registros del Servicio Meteorológico, en la zona de Paso de los Indios los días en que se produjeron las muertes las temperaturas mínimas no bajaron de los 11 grados, y las máximas llegaron a 16º.
"No sabemos por qué el doctor Cablinsky dijo que esa gente había muerto por congelamiento. Es imposible", admitió a La Nación una fuente del Cuerpo Médico Forense de Trelew, del que Cablinsky es el decano.
"Los cadáveres que aparecieron dentro de la mina fueron encontrados en sus camas, donde dormían, con una estufa de cuarzo encendida", abundó la fiscal Vilaseca.
El "error", aparentemente, se subsanó en las siguientes dos autopsias: en una de ellas figura como causa de muerte una intoxicación con alcohol metílico y en la otra, "asfixia por inmersión".
Pero el dato médico, la "cristalización pulmonar" que presentaban los cadáveres, es más difícil de explicar.
El doctor Cablinsky, que firmó la autopsia, no aceptó hablar.
Quien lo explicó a La Nación fue el doctor Juan Carlos Giménez, especialista en radiopatologías del Instituto de Radiomedicina y Seguridad: "El uranio se encuentra en la naturaleza, y hasta 90 microgramos, en un hombre de unos 70 kilos, es tolerable. Pero cuando el uranio se enriquece, se transforma en un agente radiotoxicológico que al incorporarse por vía inhalatoria puede producir lesiones graves. El hexafluoruro de uranio, al penetrar en el organismo, reacciona frente al agua y genera ácido fluorhídrico, causante de irritaciones agudas y edemas agudos de pulmón. Eso se llama cristalización pulmonar", dijo.
"Nosotros nunca tuvimos ninguna sospecha (de que pudiera tratarse de algo relacionado con la radiactividad). Si no, hubiésemos trabajado en ella", dice Vilaseca.
De la misma opinión es el forense Jorge Boschetti, que hizo la autopsia del tercer cadáver y determinó que la muerte se había producido por intoxicación con alcohol metílico.
Con sospechas o sin ellas, a casi diez años de que haberse descartado la construcción de un basurero nuclear en Gastre, Chubut, algo sigue oliendo mal en la Patagonia.
Hay pruebas documentales de que hubo traslados de personas a minas abandonadas, de que se concentraron en la zona cantidades inusuales de selladores para depósitos radiactivos y de que después de eso hubo muertos con síntomas propios de una intoxicación con hexafluoruro de uranio.
El Invap no puede dar explicaciones sobre eso y la Comisión Nacional de Energía Atómica lo atribuye a tareas cuyas constancias, hasta el momento, no aparecieron. El basurero que se iba a construir en Gastre parece haber pasado al olvido, pero un manto de duda sigue cubriendo toda la cuestión.