Una firma sin antecedentes en estudios clínicos está a cargo de los testeos, con resultados en tiempo récord; el enigma sobre el verdadero dueño
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Hace poco más de un mes, el Gobierno definió que todos los argentinos que llegan a Ezeiza deben pagar obligatoriamente $2500 por el test de antígenos, conocido como hisopado rápido, similar al que el gobierno porteño realiza en los centros de testeo. Nada llamativo si no fuera porque detrás de esa decisión funciona una sociedad recién creada, sin antecedentes en análisis clínicos, cuyas dueñas son dos monotributistas que no se conoce si pisaron una facultad de bioquímica, al menos, como alumnas.
Una, Paola Perillo Orellana, está inscripta en la categoría más baja, con una facturación de $18.000 por mes; la otra, Laura Cáceres, puede facturar hasta $34.700 cada 30 días. Ambas figuran como dueñas de Labpax, la firma que maneja todos los hisopados requeridos para entrar al país y que genera al menos cinco millones de pesos por día. Pero eso no es todo, hay una carpa y una guardia de Labpax fuera de la estación para quienes se van y desean llevarse sus “negativos” listos para acreditar en el exterior. Para salir, el precio es otro: $4000 el hisopado y $6000 el PCR. Las previsiones de quienes conocen la demanda de ese tipo de test consideran que la recaudación seguramente está entre seis y siete millones de pesos diarios.
El emprendimiento de las dos monotributistas vio la luz de la mano de la decisión administrativa 268 –firmada el 25 de marzo de 2021–, pero la contratación corrió por cuenta de Aeropuertos Argentina 2000. Tanto en el Ministerio de Salud como en el de Transporte deslindaron responsabilidades, aunque aquella norma estableció que esas eran las autoridades de aplicación de la puesta en marcha del testeo obligatorio. “Nada tiene que ver el Ministerio”, señalaron en la cartera que maneja Carla Vizzotti. Quienes trabajaban con Mario Meoni cuentan que el entonces ministro envió a fines de marzo al Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (Orsna) una carta para que, junto a la concesionaria, dispongan la forma de cumplir con el requisito.
Fuentes de la compañía de Eduardo Eurnekian indicaron que no estaban al tanto de que el servicio de salud, vital para controlar la pandemia, lo prestaba Labpax. Sin embargo, AA2000 firmó un contrato de colaboración con la Fundación Educativa San Lázaro, manejada por la propia empresa, para que organice el sistema de testeos en espacios cedidos por la concesionaria. Finalmente, la fundación fue la que delegó el sistema en Labpax, representada al momento de la rúbrica por Laura Cáceres.
LA NACION llegó al domicilio de Cáceres y un hombre, que se identificó como su esposo, dijo que la mujer no estaba en el lugar y rechazó la posibilidad de conversar con este medio. Sin embargo, reconoció que sabía de qué se trataba cuando se lo consultó por el laboratorio que funciona en Ezeiza.
El intento por lograr el testimonio de alguna de las dueñas incluyó un recorrido por varias direcciones de Orellana Perillo. Durante el trayecto por los inmuebles vinculados a esta socia, todos dijeron no conocerla, tanto en Paraguay al 2400 como en la calle Iturri al 300 de Villa Crespo, donde tiene su domicilio fiscal.
Antes, entre la noche y la madrugada de ayer, este cronista había permanecido en la estación aérea para conocer de cerca la dinámica de testeos. Sobre las 19 de ayer, los asistentes de la firma recibieron una orden: no hablar con la prensa. El dato lo reveló uno de ellos que se disculpó.
Los costos
La historia de los hisopados bien podría abordarse desde otro costado: los costos. Si bien el valor del estudio está por debajo de lo que se cobra en la mayoría de los laboratorios, el set para hisopar de la marca Abbot tiene un costo de entre 4 y 5 dólares más la mano de obra para la extracción de la muestra. Las monotributistas lo cobran 28 dólares, según dijo a LA NACION un viajero que llegó desde Estados Unidos y que pagó en moneda extranjera. Además, tienen a la clientela cautiva.
Labpax se creó el 1° de diciembre de 2020 cuando a Cáceres y Orellana Perillo les cedieron las acciones de Real Estate Investments, una empresa que nada tenía que ver con los análisis clínicos. Unos días antes, la primera de las dos socias había asumido como gerenta de la firma y desde allí cambió la denominación de la sociedad.
“Cuando se dispuso la obligatoriedad de implementar los hisopados para todos los pasajeros que arriban a Ezeiza, llevamos rápidamente a cabo esta acción de manera conjunta con Sanity Care, histórica empresa a cargo de la prestación del servicio de sanidad y de ambulancias del aeropuerto, y Labpax, que posee convenios con las más prestigiosas compañías de salud mediante su contratación por seis meses -consignaron fuentes de Aeropuertos Argentina 2000-. De esta manera le garantizamos a nuestros pasajeros un servicio de calidad, homologado por la Anmat, a un precio mucho más bajo que el promedio del mercado, que nuestro propio departamento médico auditó oportunamente”.
Por otro lado, destacaron que 15% del valor total de los hisopados obligatorios se dona al Hospital de Ezeiza. “El servicio ha tenido muy buena aceptación entre nuestros pasajeros”, remarcaron por último en la concesionaria.
LA NACION pudo establecer que el contrato es de la Fundación San Lázaro y la empresa Labpax, y que esta firma dice que cuenta con profesionales sanitarios de varias universidades, asociaciones y empresas, entre las que se encuentra Sanity Care Internación Domiciliaria, referida por la concesionaria. Pero el contrato no se firmó entre ellas.
Ante las consultas, ayer respondían con evasivas. “Cabe destacar que la cartera sanitaria no tiene vínculo contractual alguno con la empresa que lleva a cabo los testeos”, contestaron cerca de Vizzotti.
“En cuanto a la prestación que se realiza en el aeropuerto de Ezeiza, desde el Ministerio de Salud y a través de la dirección nacional de Habilitación, Fiscalización y Sanidad Fronteras se comunica que se recibe todos los días la información estadística correspondiente a los testeos realizados, con los correspondientes casos positivos y contactos estrechos para realizar el análisis epidemiológico y la gestión de los mismos en relación a los viajeros que ingresan al país. También, las muestras que allí se obtienen en los casos positivos, son enviadas al Instituto Malbrán para la secuenciación genómica que permite tener una vigilancia de las variantes de preocupación”, agregaron las fuentes oficiales.
Nadie se quiso hacer cargo de la criatura llamada Labpax, la empresa que tiene a su cargo, ni más ni menos, que la venia sanitaria para cada argentino que entra al país por Ezeiza, el lugar por donde el virus ingresó el año pasado cuando el Gobierno no logró armar un sistema eficiente para controlar a los pasajeros que arribaban de lugares en los que el Covid-19 hacía estragos.
LA NACION recolectó al menos 30 testimonios de viajeros y todos coincidieron en que el sistema está bien organizado en el interior del aeropuerto. Destacaron que el resultado se obtiene en unos pocos minutos. “¿En cuánto?”, preguntó este cronista más de una docena de veces. “A mí en un minuto, increíble. Más rápido que en Estados Unidos”, precisó Jonathan Sivilla, un joven que arribó procedente de Miami a las 5.30 del miércoles.
Ninguno contó más de 5 minutos entre la toma de la muestra y la aparición del resultado en el mail del teléfono celular. Todos, apurados por hacer rodar las ruedas de sus valijas, festejaron la efectividad.
LA NACION tomó nota de algunos de los certificados de negativos con los que salían los viajeros. De ellos se desprende que el test realizado es denominado “Ag Test Rápido Device-Abbot (Pambio) Nasofaríngeo / Detección Cualitativa”. Alcanza con ir al prospecto de la empresa para certificar que el resultado se obtiene a los 15 minutos. Pero las monotributistas lo hicieron posible: todos contaron con la respuesta casi de inmediato.
Fuentes de salud del ámbito porteño confirmaron en un cuarto de hora el tiempo necesario. “En manos expertas, 15 minutos”, indicó el director de un hospital de conurbano bonaerense. Quizá en los playones de Ezeiza haya empezado a surgir una innovación global.
Controles
Formalmente, cada viajero que llega debe hacerse el test de antígenos. De ser negativo, deberá cumplir un aislamiento de siete días en un domicilio informado, realizarse luego un segundo estudio y, recién en esa instancia -en caso de ser negativo-, podrá salir. Sin embargo, una vez que el pasajero abandona Ezeiza, el seguimiento es deficiente: viajeros consultados refirieron a este diario que apenas hay algún llamado telefónico para consultar por la eventual aparición de síntomas. El control de la realización del segundo hisopado es inexistente.
En Aeroparque
Labpax tiene, además, una carpa en Aeroparque, donde hay pocos vuelos regionales y no rige la obligatoriedad de hisopados. Allí, compite con el control gratuito de la Ciudad de Buenos Aires, que está por fuera del aeropuerto, a la altura de la zona de “Partidas”. La oferta del laboratorio privado tiene los mismos valores que en Ezeiza, $4000 el de antígenos y $6000 el PCR.
Ayer, todos miraban para otro lado. La pregunta es quién está detrás. Algunos datos llevan a viejos conocidos de negocios en Ezeiza; otros, también. La búsqueda del verdadero dueño seguirá. Mientras tanto, las emprendedoras facturan sin parar. Autodidactas o prestanombres, se dedican al servicio. Tanto que marcan récord de rapidez en sus test.
Colaboraron María Ayzaguer, Belisario Sangiorgio y Ricardo Brom (LN Data)
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