Hisopado obligatorio: así llegan cientos de argentinos a Montevideo cada fin de semana
MONTEVIDEO (El País/GDA).- El buque Francisco de Buquebus es un recordatorio permanente de la pandemia. Trajes aislantes, máscaras de acetato, olor a alcohol. Con trajes de astronauta, apenas se le ven los ojos a los tripulantes, que repiten como máquinas "por favor, mantengan la distancia" a medida que embarcan los pasajeros.
Varios dicen lo mismo: ya no hay trato preferencial para clientes de antaño. Ahora es igual para todos. Todo es protocolizado, estandarizado. La misma fila, guardar una distancia de dos metros, sentarse en el asiento indicado y no deambular por el barco, ir al baño solo cuando se los autoriza.
"Uno se acostumbra", dice Antonio Sáfari, jefe de cabina, dentro de su traje protector. "Al principio me sorprendió todo el protocolo, ahora me lo tomo con normalidad. Pero a veces pienso, ‘pa, estamos en una guerra’".
Es jueves, el día más "tranquilo", dicen los empleados. El ya tradicional buque con destino a Buenos Aires tiene una capacidad total para 950 pasajeros, pero hoy transporta 70 a la ida y 130 a la vuelta. Más del doble son argentinos en ambos casos. Los viernes son los días más complicados: Buquebus transporta entre 200 y 300 personas en cada viaje.
Un tripulante le indica a un pasajero qué camino debe tomar para ir a su asiento en primera clase. Le explica que debe hacer cierto recorrido, ese y solo ese. Es que está todo diseñado para evitar cualquier contacto entre personas. El pasajero que todo lo sabe sube la escalera sin otra alternativa que obedecer.
La tripulación tiene ojos en la nuca y paciencia infinita.
Con el alza de casos de Covid-19 en Uruguay y la crisis que siempre está por tocar fondo en la Argentina, Buquebus anuncia nuevas frecuencias en primavera. Desde Buenos Aires ensayan la posibilidad de que uruguayos crucen a hacer turismo de compras, únicamente a través de esta empresa. Cientos de pasajeros —en su mayoría argentinos— van y vienen todos los jueves, viernes y lunes. En noviembre lo harán de domingo a viernes, tras una resolución del Ministerio de Transporte y Obras Públicas. Pero siempre son más los que vienen y siempre son más argentinos.
"Vendemos seguridad", insisten las autoridades de la empresa, que se respaldan en un laboratorio de la empresa uruguaya ATGen a bordo del buque, además de un protocolo de 24 hojas diseñado por el infectólogo Jorge Facal, quien también asesora al Gobierno.
El laboratorio es relativamente nuevo: fue instalado en julio, cuando el Gobierno uruguayo comenzó a exigir que quienes llegaran de afuera debían contar con un test negativo realizado al menos 72 horas antes de viajar.
Pero hace cinco meses Buquebus ya tenía frecuencias especiales cada 15 días. "A fines de abril empezamos con los primeros viajes, con un protocolo dispuesto por el Gobierno que consistía en tomar la temperatura y mantener el distanciamiento social", comenta Javier Santomé, capitán de armamento.
"En esa condición fue que entraron el padre y el hijo que dieron positivo en Maldonado. Entraron en un contexto sin hisopado, pero fue el Estado el que dictó las normas", explica Santomé sobre dos casos que se conocieron a principios de julio en Maldonado, lo que obligó a aislar a 86 personas que habían viajado en la misma embarcación.
Santomé asegura que ahora todas las personas que embarcan en Buenos Aires "viajan sanas" a Uruguay. Pero no se puede afirmar lo mismo respecto de los viajes que se realizan desde Montevideo, ya que el hisopado para ingresar a la Argentina no es obligatorio. Basta con no presentar ningún síntoma en el momento de viajar.
Protocolo estricto
Facal, el diseñador del protocolo, no es terminante frente a la posibilidad de transportar a una persona que esté incubando el virus, pero sí asegura que, siguiendo el protocolo, no hay probabilidad de contagio a bordo.
"Lo que se sabe es que cuando la persona sube al barco, al menos en ese trayecto de horas, es negativo". Aún incubando el virus, "en el barco no contagiaría porque no tiene el virus en sus secreciones respiratorias", fundamenta Facal.
Y explica como un mantra lo que se sabe hasta ahora sobre el comportamiento del Covid: "Una vez que se tiene contacto con un positivo, si hay contagio, los síntomas demoran promedialmente entre seis y siete días en aparecer, aunque pueden llegar a 14".
Eso es lo que tarda el virus en llegar a las secreciones respiratorias. "Ese es el fundamento por el cual no solo se hisopa cuando se aborda sino también siete días después, para contemplar ese periodo de incubación", aclara Facal.
¿Qué pasaría, entonces, si el barco trajera a tierras uruguayas a un portador del virus en plena incubación? "La gente se va a hacer cuarentena y ya no depende de nosotros", señala Santomé. La lista de pasajeros es enviada al Ministerio de Salud Pública en el caso de Uruguay y al Ministerio de Salud de la Nación en el caso de la Argentina, y corresponde a esas autoridades el control de la cuarentena y el segundo hisopado a los siete días. En total, Buquebus lleva hechos alrededor de 4500 hisopados in situ. Santomé sostiene que solo cuatro de ellos dieron positivo en la terminal de Buenos Aires y en esos casos no se les permitió abordar.
No obstante, la tripulación del barco comenta que no hay una cifra exacta de positivos detectados en la terminal de Buenos Aires. Cuando se detecta uno, el laboratorio informa al capitán del barco y, a su vez, la empresa le informa únicamente al pasajero —que aguarda en un salón con distancia social en la terminal— y a las autoridades sanitarias. El pasajero no sube y ya queda en manos de la autoridad sanitaria argentina. Tampoco, por ahora, ha habido casos positivos después del primer negativo en el barco.
A la ida, un pasajero de unos 50 años me comenta que vuelve a Buenos Aires "por cuestiones laborales", pero prefiere no dar más detalles. Está tranquilo porque ya tiene la residencia uruguaya, lo que lo habilitaría a volver en cualquier momento. Tiene una casa de verano en Punta del Este que pasó a ser también una casa de invierno, ya que vivió ahí casi todo el año con su familia, que optó por quedarse en Uruguay.
Sin embargo, como en la Argentina misma, todo sigue siendo un "por ahora". Por ahora no planean radicarse por completo en Uruguay, por ahora "van viendo", por ahora va a solucionar las cuestiones laborales a Buenos Aires y por ahora va a volver a Punta del Este. Sin dejar de terminar la pregunta sobre qué le preocupa más en su país, el argentino responde en forma contundente: "La economía".
El capitán, de nacionalidad uruguaya, cuenta que antes de tener el laboratorio a bordo viajaba estresado. "Si entraba un caso positivo a Uruguay era yo el que lo traía. Era mi responsabilidad. Me preocupaba por la empresa pero también porque tengo abuelos", comenta en el almuerzo.
Abajo, en la bodega donde van los autos, ya empezaron a hisopar a los pasajeros que viajan a las17 con destino Montevideo. Ingresan de a uno, los técnicos les piden los datos y van a un costado donde los esperan con el hisopo. "¿Sos vos la que me hizo el test el otro día?", le pregunta un joven a una técnica envuelta en el equipo de protección. "Ojalá seas vos porque la última vez no sentí nada", agrega él.
La bioquímica encargada del laboratorio a bordo es Cecilia Ruibal. Lleva dos semanas en el barco y tiene un equipo de cuatro personas los jueves. Por ATGen son tres responsables en total, y el resto de los técnicos son estudiantes o recién recibidos. Ruibal es la cara visible ante el capitán y se encarga de hacer los PCR.
La bioquímica explica el método por el que obtienen los resultados al cabo de una hora: hacen "pooles y grillas". Por ejemplo: en este viaje, donde van a subir 130 pasajeros, no van a hacer 130 extracciones de ARN porque perderían mucho tiempo. Entonces, a través de ese método en el que mezclan las muestras, obtiene resultados más rápidos y tan fiables como si hicieran las extracciones una por una.
Por ahora ha tenido suerte. En estas dos semanas no le tocó ningún positivo y todo se desarrolló con "normalidad", si es que cabe esa palabra en un laboratorio a bordo de un barco, cuya instalación costó 75.000 dólares y donde cada test ronda los 4000 pesos uruguayos.
Ahora el tiempo apremia a bordo: antes de las 17 los pasajeros tienen que haber embarcado. Desde la una hasta que terminan los test cada segundo vale. El resto es tiempo muerto para los técnicos.
La vuelta
Son las 15. Ansorena, el capitán, recibe el segundo informe que le envía Ruibal. La racha se terminó para ella: un caso positivo.
Ansorena lo comenta como al pasar; tiene la tranquilidad de que no hay riesgo. De no ser por el hisopado, ese positivo habría subido al barco. Buquebus sería responsable de ingresar a otro portador de Covid-19 al país. Pero se activa el protocolo y el pasajero no sube. Ahora es uno más entre los miles de casos diarios registrados en la Argentina.
Todo se hace casi en tiempo récord: poco después de las 16, y tras una limpieza profunda con amonio cuaternario en todos los rincones, empiezan a subir los pasajeros. De nuevo, más de la mitad son argentinos con residencia o que viajan amparados en alguna de las causales que permite el Gobierno uruguayo.
Julia es una de las pocas uruguayas a bordo. Vive en la Argentina desde hace 13 años. Es la primera vez desde que empezó la pandemia que vuelve al país. Lo hace con su empleadora, quien es de Buenos Aires, tiene una casa en Punta del Este desde hace 40 años y está tramitando la residencia uruguaya.
"Regresamos en febrero a Buenos Aires, al cabo de un mes nos encerramos. Después, con los permisos, nuestras salidas eran a la farmacia. Estamos ¡ahhh!", dice y se agarra la cabeza. "Ya es demasiado. Aparte de estar encerrado, te cambia la predisposición para las cosas, no tenés tolerancia, vas perdiendo la tolerancia a todo...".
La persona para la que trabaja le pregunta a Julia que por qué tanta cosa, por qué tanto protocolo. "Si usted quiere viajar a Uruguay va a tener que aceptar las reglas, no queda otra", le responde ella. "Somos lentos pero seguros".
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