A la hora en que despunta el día, el sonido de la alarma despierta a Gonzalo Figueroa. La primera imagen que descubre al abrir los ojos es la de su mujer, embarazada de ocho meses. Se viste con su uniforme verde que lleva el logo del SAME y se prepara "para la primera línea del scrum", según dice. Antes de irse, camina hacia la habitación de su hija de siete años. Desde la puerta entreabierta, la mira y no puede evitar preguntarse: "¿Y si soy yo el que trae el coronavirus a casa?".
"Hace diez años que trabajo en la calle, pero ahora el temor es inevitable. El mundo entero está en emergencia y nosotros tenemos una tarea comunitaria que cumplir", dice el médico del Sistema de Atención Médica de Emergencias de la Ciudad (SAME), que actualmente asiste a los casos sospechosos de coronavirus.
En medio de la pandemia, el temor generalizado y el resguardo de los ciudadanos por la cuarentena obligatoria, los integrantes de la compleja red de cobertura estatal del SAME se exponen al riesgo de contagio para cuidar la salud de toda la comunidad.
El sonido de las llamadas telefónicas es incesante en la planta baja del call center de la línea 107 del SAME, ubicado en el Ministerio de Salud porteño, en Parque Patricios. Frente a una pantalla gigante, en la que se proyectan cuatro imágenes con información de último momento, 32 operadores de la sala atienden alrededor de 6000 llamadas por día. Según explica Alberto Crescenti, el responsable del organismo, desde que se implementó la línea para estos casos se triplicaron las llamadas y se duplicó el número de operadores.
En este marco, si el usuario reúne las condiciones para ser categorizado como "sospechoso", se activa de inmediato un protocolo de traslado seguro para la detección temprana de los casos.
Protocolo
En el estacionamiento de la base, personal de las ambulancias de alta complejidad aguarda la orden para salir de inmediato. Hasta el momento hay ocho móviles destinados para casos de esta categoría.
Sergio Sosna será el próximo chofer designado. En unos minutos, junto al médico que lo acompañe en el operativo, llevará parte del rostro cubierto con un barbijo, una cofia de tela y antiparras. Con las manos enguantadas tomará el volante y se abrirá paso por las calles hasta el destino asignado. Conforme al protocolo, ya sabrá de antemano si se trata de un código rojo o un código verde y dónde debe trasladar al paciente sospechoso.
El mundo entero está en emergencia y nosotros tenemos una tarea comunitaria que cumplir
En caso de que la persona tenga cobertura, Sosna deberá verificar que el centro privado cumpla con las condiciones de aislamiento recomendadas por el Ministerio de Salud, hasta que se analice el caso conforme al protocolo. De lo contrario, solicitará la derivación o lo llevará a uno de los hospitales asignados para los aislamientos.
"¿Cómo mantener la calma cuando hay tanta responsabilidad en mis manos? Lo más importante es tener plena conciencia de lo que uno está haciendo. Es decir, respetar el protocolo a rajatabla. En estos casos, higienizarse bien es fundamental. Uno tiene que estar predispuesto a todo. Ya trasladé a cuatro pacientes sospechosos en el transcurso de la semana. Afortunadamente, todos estaban en buen estado de salud", explica este conductor, que a su vez es enfermero y fue capacitado, como el resto del personal, para atender casos de esta índole.
Caso sospechoso
El reloj marca las 13, los operadores reunidos en la base despejan la zona y dejan ingresar a un móvil que regresa de un operativo de "caso sospechoso". Desde la puerta del conductor, desciende Paola Garbalena, que hace un año y medio se convirtió en la primera mujer al volante de una ambulancia en la ciudad.
"Como radioperadora del SAME por ocho años ya me relacionaba con temas de salud, pero pasar al territorio fue un gran salto. Pase lo que pase, hay que mantener la calma. Siendo chofer, no tengo contacto con los pacientes y siempre desinfectamos el móvil conforme al protocolo. De igual manera, la posibilidad de contagio no es nula. Me resulta difícil, y más en este contexto, dejar en casa a mi hija de cuatro años, pero por suerte ella aún no alcanza a comprender lo que está pasando", confiesa.
Gonzalo Figueroa acompañó esta mañana a Garbalena en el operativo. Siguiendo el protocolo, cargó al paciente en la ambulancia. "No bien llegué, me encontré con las caras preocupadas de los guardias del edificio. Atendí sus consultas y emprendimos rumbo al Sanatorio Otamendi".
Como Figueroa, los operadores de ambulancia trabajan en este contexto un promedio de 16 horas al día. Según explica, al salir de su casa no sabe con certeza cuándo regresará. En su auto se amontonan los uniformes de los cuatro hospitales donde atiende. "Hace una semana que estoy haciendo jornada laboral todos los días. El auto se convirtió en mi segundo hogar", comenta.
Desde hace 22 años, Emiliano Fiumara abrazó la profesión de médico de emergencias. Al referirse a su labor, le brillan los ojos. "Cuando todos buscan reparo, nosotros estamos expuestos. Hace unos días, dejé de ver a mi mamá para no ponerla en peligro. Mis hijos y mi mujer están asustados por mí, pero también entienden que la profesión te prepara para estas circunstancias".
El primer caso sospechoso de coronavirus del día lo hizo el conductor Daniel Maneiro. Según expresa este enfermero, uno de los aprendizajes más importantes que le aportó la profesión en sus 32 años de trayectoria es el espíritu de compañerismo. "Una vez que te calzás la camiseta verde, no te la querés sacar más. Acá ya no tenemos horarios y hasta hay choferes anotados en la lista de voluntarios para trabajar si la situación lo amerita. Después de haber puesto el cuerpo en el atentado contra la AMIA, la tragedia de Once y otras tantas circunstancias complejas, creo que es muy importante conservar el humor y cuidarnos entre nosotros".
Avanzada la noche, Hernán Chaile habrá terminado su jornada laboral. Se dirigirá a la habitación que el SAME reserva para los trabajadores de guardia, donde ya lleva más de una semana durmiendo. Observará en la cama contigua a su padre, de quien heredó la vocación. Imaginará que al día siguiente lo esperan largas horas al volante y una sensación de incertidumbre ya casi naturalizada. Pese al cansancio acumulado, se le escapará una sonrisa. Según confiesa, ama su trabajo y no lo cambiaría por nada del mundo.
- Edición fotográfica: Fernando Gutiérrez
- Edición audiovisual: Jesica Rizzo, Andrea Platón y Lucio Sepliarsky
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