Héroes anónimos que ayudan a salvar vidas
Entre las profesiones imprescindibles durante la cuarentena, como médicos, enfermeros y policías, también merecen una justa mención los repartidores a domicilio. La actividad de delivery fue considerada un servicio esencial desde el comienzo del aislamiento social obligatorio y además, muy incentivado desde el Gobierno para que especialmente las personas que integran los grupos de riesgo eviten salir a la calle.
Así, un batallón de más 25.000 repartidores, algunos en moto, otros a puro pedaleo, recorren las calles de Buenos Aires y las principales ciudades del país con paquetes de todo tipo. Ya no entregan tantos potes de helado y pizzas como antes: ahora los consumos se orientan principalmente a compras de supermercado y farmacia.
Eugenio Rivas, de 26 años, es venezolano, vive en una residencia en Palermo con un amigo y sale a trabajar con su bicicleta todos los días para Pedidos Ya. Su mujer y su pequeña hija de tres años quedaron en su país. Además de su habitual mochila cuadrada, ahora sumó el tapaboca, alcohol en gel y un antibacterial que usa a cada rato, antes y después de cada entrega. "No tengo miedo, porque tomo todas las precauciones, no tengo ningún contacto con las personas a las que les hago las entregas". El nuevo modus operandi incluye dejar la mochila en el piso, con el pedido arriba, correrse lo suficiente y recién ahí la persona lo levanta. Lo mismo para la propina, sin contacto. Cuando llega a su casa, se baña y lava la ropa.
"Siento que estoy ayudando a salvar vidas con lo que hago, especialmente a las personas mayores, porque con los pedidos evitan salir a la calle y eso me hace sentir muy bien".
Desde que empezó la cuarentena nota varios cambios en los pedidos. Antes se concentraban entre viernes a la noche y domingo. Ahora, de lunes a viernes y en otros rubros: "Llevo muchas cosas de farmacia, de supermercado, agua mineral y hasta papel higiénico".
La semana anterior, uno de los días que llovió, se llevó una grata sorpresa: "En una de las entregas me atendió un chico, y como me vio todo mojado me regaló una toalla. Hay mucha gente agradecida, pero otros que tienen miedo y apenas abren la puerta", cuenta Eugenio, que realiza por día unos 20 viajes en bicicleta.
Dylan Yanez, de 33 años, también venezolano, siente orgullo de su trabajo: "A las 21, cuando se aplaude a los médicos si estoy en la bici, me lo tomo para mí también. Porque somos un poquito héroes invisibles. La gente salva vidas al no salir. Nosotros salvamos vidas haciendo las compras", dice este repartidor de Glovo, otra de las aplicaciones con las que se pueden hacer pedidos de todo tipo.
Ahora trabaja 12 horas diarias y en el medio hace un corte para ir a ver a su hija, Natalia, de casi tres años. Antes de entrar en la casa que alquila en Belgrano, se desviste por completo en la entrada y mete todo al lavarropas. Se baña y recién entonces saluda a la familia. Unas horas después vuelve a salir en la bicicleta para terminar el día.
"El mayor miedo que tuve cuando empezó la cuarentena fue quedarme sin trabajo. Esto nos permite pagar las cuentas. Pero también nos exponemos, y a nuestras familias", dice. Dylan se sentó con Yuli, su esposa, y analizaron los pros y los contras. "Ya salir en bicicleta es un riesgo. Decidimos que siguiera trabajando. Tomo todos los recaudos. La empresa nos da guantes, barbijos. Llevo siempre un alcohol en gel en la mochila. Y evito el contacto social en la calle", dice Dylan.
Un ejército en la calle
- 25.000 repartidores. Hay aproximadamente 25.000 repartidores en la calle, entre las diferentes plataformas que operan en las principales ciudades del país.
- Otros consumos. Los pedidos de supermercados triplicaron su volumen y los de farmacia aumentaron casi un 80%. Disminuyeron los pedidos de restaurantes.
- Más entregas. Desde el comienzo de la cuarentena se incrementó la cantidad de pedidos y el volumen de trabajo, que puede demandar jornadas de 12 horas.
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