Herminio Iglesias, el caudillo que quemó en un cajón las esperanzas electorales del peronismo
Viernes 28 de octubre de 1983, a dos días de las elecciones para regresar a la democracia luego de una dictadura feroz. Obelisco. Casi un millón de peronistas braman en sus adyacencias. Promedia el discurso de cierre de campaña de su candidato a presidente, Ítalo Argentino Luder. Aparece en escena el caudillo peronista Herminio Iglesias, candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires y comienza a manipular un mini ataúd con la sigla de la UCR, el nombre de Alfonsín en el frente, los colores blanco y rojo del partido radical y una corona.
Junto a él se encuentran, de un lado, el empresario Carlos Spadone, quien posa sus manos sobre un afiche con la imagen de Evita y la leyenda “Volveré y seré millones”; del otro, Norberto Imbelloni (líder sindical del gremio metalúrgico), quien le acerca un encendedor. Herminio prende la mecha de papel que termina con la quema del cajón y, según sus detractores y su propia tropa del movimiento, también con las pocas chances que tenía el justicialismo de alcanzar la presidencia. Ese día marca su vida y su destino para siempre.
El país hierve. Raúl Alfonsín y Víctor Martínez son los candidatos de la fórmula radical. El justicialismo, por su lado, bate el parche con el slogan: “Luder-Bittel a la Nación. Herminio Iglesias gobernador”. Y el siguiente jingle se repite hasta el hartazgo en radios y canales de TV, las “redes sociales” de los años ’80: “Herminiooo, Iglesias, justicialista y trabajadooor, a votarlo compañero, a votarlo el pueblo entero, con Herminio triunfa el pueblo de Peróóón”. Y, también, el cantito: “Borombombooom, borombombooom, Herminio Iglesias, gobernadooor”.
Pero no pudo ser. Alfonsín se impone por el 51.75% de los votos, contra el 40.16 de Luder. Herminio logra un poco menos, el 39.73, y su rival, Alejandro Armendáriz, quien se consagra finalmente gobernador, 51.98. Aplastante.
Compañero de emociones
Este 16 de febrero se cumplen catorce años de la muerte del polémico Herminio Iglesias (1929-2007), militante justicialista, autor de frases que pasaron a la posteridad como “Conmigo y sinmigo ganaremos la elección” o “Trabajaremos las veinticuatro horas del día y de la noche también”.
Herminio, oriundo de Villa Castellino, partido de Avellaneda, donde se radicaron sus padres, provenientes de Orense, al sur de Galicia en España, escapando del hambre allá por los años ’20, se fue haciendo de a poco en la política como dirigente sindical de la mano de otro peso pesado del peronismo como Norberto Imbelloni (fallecido en 2015).
Con él compartió tareas como trabajador en la empresa Siam Di Tella, donde ingresó a los 13 años y luego fue delegado gremial. Tanto el candidato a presidente Italo Luder, como Herminio e Imbelloni, habían escalado posiciones trascendentes en el movimiento justicialista por presión del poderosísimo líder de la Unión Obrera Metalúrgica, Lorenzo Miguel.
“El Beto” (así se lo conocía a Imbelloni en el ambiente), proveniente del gremio metalúrgico, de la vieja guardia del peronismo ortodoxo, era considerado el ladero de Iglesias y hasta disfrutaba cuando entre los ’70 y ’80 se rumoreaba que le daba vida al personaje de El Caballero Rojo en Titanes en el Ring, el programa que supo hacer popular el armenio Martín Karadagián y que provocó furor entre niños y adolescentes de la época.
Si bien Iglesias era un adolescente, su historia marca que participó del 17 de octubre de 1945 de la gran movilización obrera y sindical en la Plaza de Mayo, que exigió y obtuvo la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón, detenido pocos días antes. Durante la “Revolución Libertadora”, como se autodenominó la dictadura cívico-militar que gobernó la República Argentina tras derrocar al presidente Perón, Herminio terminó en prisión varias veces y denunció que fue torturado. Ante la persecución se exilió en Uruguay.
Violencia, política y lealtades
Los accidentes y la violencia también dejaron rastros en su vida. De muy pequeño perdió el dedo índice de su mano izquierda cuando manipulaba un motor. Y ya de grande sufrió un accidente de auto que le dejó secuelas y un corte en su ojo izquierdo.
El 27 de enero de 1972 fue baleado y el 12 de septiembre 1973 sufrió otro ataque con disparos. Ambos episodios se adjudicaron a la pesada interna peronista de aquellos años híper violentos. En el último, un proyectil le atravesó las dos piernas y le rozó el escroto, por lo que debió afrontar una delicada operación en el hospital Fiorito.
Su carrera política establece que Iglesias fue intendente de Avellaneda durante el período 1973-1976, finalmente depuesto por el Golpe de Estado de 1976; luego diputado nacional (1985-1989) y concejal de la mencionada ciudad (1991-1999). Si bien se postuló, no pudo lograr una banca como legislador por un partido vecinal en 1999 ni por el Partido Laboralista en 2001.
Los peronistas legendarios destacan su lealtad, algo poco común en la política. Y recuerdan su valiente gesto de firmar en 1979, década de plomo, el documento a través del cual se denunció la desaparición de personas, las torturas y la detención por parte del gobierno de María Estela Martínez de Perón ante la visita de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA.
Como intendente recibió elogios por estar cerca de sus vecinos, pero también críticas porque se lo definía como un fiel exponente de la “patota” peronista, y quienes no lo querían ni un poco hacían circular versiones, como que andaba “calzado” (armado), y que manejaba con mano dura las fuerzas policiales y la prostitución de su ciudad.
Herminio nunca se bancó la crítica que lo señalaba como el culpable de la derrota de 1983. Cuando lo entrevistaban respondía con los tapones de punta. “Hay gente en la calle que me dice que antes de quemar el cajón tendría que haber puesto a alguno adentro”, repetía. Y señalaba como artífice de aquel fracaso a la Renovación Peronista que por entonces encabezaba otro legendario del movimiento, Antonio Cafiero, y de la que también formó parte Carlos Menem, quien terminó consagrándose presidente en 1989.
Iglesias consideraba que ambos lo alejaron de la escena y de los puestos de trascendencia en el justicialismo. Aunque, con el correr del tiempo, firmó la paz con Menem y como símbolo terminó apoyado su reelección de 1985.
En 1994 fue sometido a un triple bypass, y desde 2002 enfrentó varias internaciones en la Fundación Favaloro a causa de la arritmia que padecía, luego de haber realizado un tratamiento cardiovascular.
Murió a los 77 años y sus restos fueron velados en el Concejo Deliberante de Avellaneda, cedido a su viuda, María del Carmen y a sus hijos, por uno de sus archirrivales de entonces, el otrora intendente de esa ciudad, Baldomero “Cacho” Álvarez. Ahora descansa en la bóveda familiar del cementerio local.
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