El Pequod fue la embarcación con la que Hernán Álvarez Forn hizo base en 1987; su nuevo dueño lo restauró y repitió el viaje
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El lunes de la semana pasada, después de realizar su segundo viaje a la Antártida, regresó a su puerto de origen en Olivos el Pequod, el primer velero argentino que en 1987 llegó al continente blanco. Sólo seis embarcaciones de este tipo, con bandera de nuestro país, hicieron base allí.
Pasaron más de 30 años desde que su antiguo capitán Hernán Álvarez Forn construyera el Pequod y se convirtiera en el primer argentino en llegar a la Antártida con un velero. En 2021, luego de restaurar la antigua y olvidada embarcación, bajo las instrucciones de su nuevo capitán, Manuel Pardi, el barco de menos de 9 metros (28 pies de eslora) repitió la hazaña y se convirtió en un hito de la navegación.
Conocer otra cara del mar
Manuel Pardi, 48 años, abogado, es un aficionado de la náutica desde pequeño, aunque por diversas obligaciones pospuso siempre su sueño de navegar en los mares del sur. “Si bien me gusta navegar a Colonia (Uruguay), mi objetivo siempre fue la navegación oceánica, en especial la Antártida. Creo que es el lugar máximo al que puede aspirar un navegante”, explicó Pardi a LA NACION desde el puerto de Mar del Plata, parada obligada para reparar la botavara dañada durante el viaje de regreso.
Pardi, que hasta el momento había navegado solo en mares tropicales sintió que tenía una deuda pendiente consigo mismo: comprar su propia embarcación y conocer “otra cara del mar”. La navegación en frío y hielo, una de las más complicadas, pero con increíbles paisajes. “Cuando uno habla con cualquier navegante extranjero la meca es la Antártida, porque el del sur es un mar desafiante”, explicó.
La evolución de la campaña de vacunación
Decidido a concretar la hazaña, durante el 2019 Pardi realizó el curso de piloto de yate, que habilita para hacer navegaciones oceánicas en cualquier parte del mundo. “Nunca en mi vida hice algo tan difícil como ese curso, es muy exigente con una carga horaria intensa”, dijo. Allí, conoció a Hugo Luis Velázquez, 53 años, docente jubilado y Juan Manuel Etchuhn, 48 años, artesano, que luego serían, en enero de 2021, quienes lo acompañarían en la travesía.
“Mientras buscaba barcos, empecé a leer libros de navegantes que habían ido a la Antártida y cuando estaba leyendo el libro de Álvarez Forn, Antarktikós, me apareció en internet que el Pequod, completamente deteriorado, estaba a la venta”, dijo.
“No lo dude ni un segundo” aseguró Pardi para quien la restauración del antiguo velero se sumó a su desafío. “Era viajar a la Antártida, pero no en cualquier barco, sino en el que lo había hecho primero. Me pareció un proyecto fascinante”, explicó y enseguida recibió el apoyo de su familia, en especial de su esposa e hijas.
El Pequod
Hernán Álvarez Forn, conocido como Hormiga Negra (un apodo que recibió de su tío por ser chiquito, movedizo y morocho), fue el primer dueño y diseñador del Pequod. Forn, que murió en noviembre del 2020, con 94 años, fue un arquitecto apasionado de la náutica. Realizó alrededor de 700.000 millas a lo largo de toda su vida y navegó hasta pasados los 80. Colaboró en el suplemento dominical del diario La Prensa durante 18 años y en las revistas El Navegante, Barlovento, Yachting Argentino y Yachting Mundial, entre otras. Publicó varios libros, entre los que se destacan Memorias Posibles de Luís Piedra Buena, El Nauticomio, Antarktikós y Cronicón de un marinero.
Para construir el barco, Forn se basó en unos diseños holandeses. Su Pequod es un velero pequeño, pero muy fuerte. El nombre es en homenaje al barco ballenero de la historia Moby Dick de Herman Melville, de la cual Forn era fanático. Su construcción demoró tres años.
En 1987, Forn partió desde el puerto de San Isidro y luego de navegar dos meses, llegó a la Antártida a bordo del Pequod. Se convirtió en el primer argentino en hacer base allí con este tipo de embarcación. “Muchos navegantes de vela vienen de Europa y de otras partes del mundo a conocer el sur argentino, pero ningún barco argentino -salvo el Fortuna de la Armada- había ido nunca por allí” explicó Forn a los periódicos de aquel entonces. Su hazaña fue relatada en su libro Antarktikós.
“Cuando fui a ver el barco para comprarlo, estaba Hormiga Negra que es un prócer de la náutica, es un hombre que dio ocho vueltas al mundo”, relató Pardi. Generaron una relación de camaradería en la que el experto capitán le transmitió la experiencia de su viaje en los mares del sur.
El Pequod estaba destartalado, y Pardi inmediatamente pensó en Francisco Gigena, un viejo constructor, para reparar el velero. “¿Quién mejor para arreglar el barco que la persona que lo hizo?”, argumentó.
Con la reconstrucción, Pardi convirtió al Pequod en un velero “ecológico y autosustentable”. Quería llegar al lugar más prístino del planeta sin contaminar. “Cambié el motor, puse un generador eólico y paneles solares. También un motor eléctrico que es algo novedoso en navegación porque se carga con energía solar, del viento y la misma energía que produce el barco cuando navega. El proyecto era ir a la Antártida generando cero emisiones de carbono”, dijo.
Para conocer y ajustar el barco, Pardi tenía programado realizar varios viajes a Mar del Plata durante el 2020. Sin embargo, sus planes fueron alterados por la pandemia del coronavirus y debió conformarse con realizar un solo viaje de prueba en noviembre. “Con la cuarentena estuve muchos meses sin poder navegar. Me encontré con un barco que tenía un motor, generadores y tecnología sin estrenar que tuve que ir probando en el camino, conociéndolo a medida que iba a avanzando en el viaje”, explicó.
El primer día de 2021, tras hisoparse sus tres tripulantes, el Pequod inició por segunda vez su hazaña rumbo a la Antártida. Era muy importante para Pardi procurar que nada se dañase. “Lógicamente en un viaje tan largo siempre alguna cosita se rompe, pero las vas solucionando y eso es lo que me gusta de la náutica, que te presenta desafíos permanentemente y hay que ir resolviendo en el camino. Hay que tener mucha imaginación para sobrellevarlos”, explicó.
En la travesía se deleitaron con fideos al pesto y polenta con tuco que preparaba Hugo y aportaba las calorías necesarias para enfrentar el frío. También fueron testigos de cautivantes atardeceres que disfrutaban con la melodía de la gaita de Pardi, que los acompañó todo el trayecto.
Por la pandemia decidieron realizar la menor cantidad de escalas posibles. “No queríamos que alguno se pegue el bicho y se terminara el viaje”, dijo.
Con esa idea, hasta llegar a la Antártida, el Pequod paró en Mar del Plata, en Quequén (Buenos Aires) y en Puerto Deseado (Santa Cruz). También hicieron una escala en Puerto Parry y en la isla de los Estados, provincia de Tierra del Fuego. Desde ahí, iniciaron el cruce del pasaje de Drake hasta su destino final: la isla Decepción, en la Antártida.
El pasaje de Drake, ubicado entre los 56° y 61° de latitud Sur, es el mar que separa el continente sudamericano de la Antártida. Es la ruta marítima de comunicación entre el océano Pacífico y el Atlántico más meridional y sus aguas son tradicionalmente consideradas por los navegantes como las más turbulentas del planeta. “Las olas más grandes del mundo están allí porque no hay costa que interrumpa su formación. Son olas que recorren toda la circunferencia del globo en esa latitud sin que ninguna tierra corte su viaje, están dando la vuelta al mundo permanentemente sin que nada las pare. Y ahí es bastante complicada la navegación”, explicó Pardi. Tardaron diez días en cruzarlo.
“Un día, el Drake mostró su cara más furiosa. Fuertes vientos del noroeste y montañas de agua que nos rodeaban por todos lados hicieron que el Pequod pareciera un cubito de hielo en una coctelera”, contó Pardi y explicó como el pequeño velero ascendía y descendía de tres a cuatro metros, entre la cresta y el valle de cada ola.
El miércoles 17 de febrero, alrededor de las 9 de la mañana, el Pequod cumplió su proeza y llegó a la isla Decepción, el puerto de entrada a la Antártida. “No tiene nada que ver con el nombre que lo define, es un lugar fantástico. Alucinante”, dijo Pardi.
La isla Decepción, que tiene forma de herradura, es un anillo de tierra formado sobre una caldera volcánica inundada. “Es un cráter de un volcán activo, que tiene una pequeña parte que está abierta, por allí entra el mar y se forma un puerto natural. Se llama los Fuelles de Neptuno y en ese lugar hay distintas caletas donde se puede fondear”, explicó.
La isla Decepción atrae como un imán a miles de turistas todos los años, pero este 2021, como consecuencia de la pandemia, solo estaban allí el Pequod y una embarcación francesa. “Parecía que estábamos en la isla de los primeros exploradores, un lugar inhóspito. No parece un lugar de este planeta. Es muy lindo y los argentinos le dimos la espalda, tanto al mar como a la Antártida. Se pierden un lugar alucinante”, dijo Pardi. Permanecieron allí cinco días disfrutando del paisaje.
El descanso de un navegante
Antes de emprender su regreso, los tripulantes del Pequod debían cumplir una última misión, un encargo que selló su viaje. Lu familia de Álvarez Forn encomendó a Pardi esparcir las cenizas del legendario marinero en el continente austral.
“Nos sentimos honrados de que se nos encomendara esa tarea, pensamos que de alguna manera él nos acompañó durante el viaje, por eso con mucho respeto y agradecimiento dejamos que Hernán descanse en ese lugar que él tanto amaba”, contó Pardi y detalló que lo hicieron en la ventana de Neptuno en caleta Balleneros.
Sobre la experiencia del viaje, Pardi piensa que fue movilizadora, “muy fuerte” y cree que él ya no volverá a ser el mismo. “Hay otra valoración de lo cotidiano”. Por otra parte, el amor por sus afectos a la distancia también lo marcaron. “Si bien yo me subo a un barco y estoy muy cómodo, extrañas mucho a tu familia, mis hijas, mi mujer, mis padres y amigos porque hace tres meses que estoy navegando”, dijo.
En su regreso a Buenos Aires, que iniciaron el 22 de febrero, debieron hacer una escala obligada en el puerto de Mar del Plata ya que un viento rompió la botavara del velero. El lunes de la semana pasada, a las 630, regresaron al puerto que los vio partir.
El Pequod, el séptimo velero de bandera argentina en llegar al continente blanco, había repetido la hazaña. Pardi planea grabar un documental para animar a otros navegantes.
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