Hasta las últimas consecuencias
Todo lo que un gran actor y maestro de actores puede enseñar entre sus pares sin proponérselo, sólo con el ejemplo. lo cuenta su compañero en el puntero
Julio Chávez es un actor incansable, apasionado y uno de los más interesantes de este país, tanto por su calidad profesional como por su compañerismo. Todo el que trabajó con él habrá comprobado cómo se aboca al oficio y al estudio, cómo llega al set de rodaje todos los días, de una manera muy potente, con mucho trabajo previo. Por ahí la mayoría llegaba con la cosa no tan revisada (en televisión suele ser así, con todo más librado a la espontaneidad), pero Julio era contundente, ya tenía absoluta idea y certeza de lo que iba a hacer en cada escena, de los detalles, con muchísimos vericuetos e implicancias.
Lo pude comprobar hace dos años, cuando trabajé con él en El puntero: la preparación de Julio marcaba una diferencia notable con la forma de encarar la filmación de los otros trabajadores de televisión. El resultado se ve. Cada plano, cada fotograma que imprime la expresión de Julio da cuenta de eso.
Yo, como actor, me dejo influir por mis compañeros; en mayor o menor medida, todos me influyen y me inspiran, porque se trata de una tarea donde cada uno aporta su expresión, su color. En el caso de Julio, por supuesto que influye muchísimo sobre su entorno: si uno va a actuar con él, él ya coloca la escena que se va a hacer en un piso muy elevado, instala la calidad. Favorece mucho la expresión del otro. Es llevar a cabo una escena juntos hasta las últimas consecuencias, las más expansivas.
Hicimos muchas escenas durante nueve meses. Recuerdo una, cuando su personaje de Pablo Perotti, el Gitano, echa de su casa a Lombardo (mi personaje), cuando le estaba ofreciendo un hogar y un cobijo, debido a las macanas que se manda, relacionadas con drogas y situaciones muy intensas. Fue una escena muy intensa y vehemente, con el Gitano sintiéndose defraudado y muy violento. En ese momento sentí el enorme placer de trabajar con un gran actor, de saber que estábamos construyendo una escena muy buena, y eso pocas veces se da en televisión. Tener la certeza absoluta de que estábamos haciendo las cosas bien.
Hicimos escenas increíbles durante un año, se acabó el proyecto y hace mucho que no lo veo. En televisión uno arma esas familias momentáneas que duran un tiempo, y después los trabajos nos van desviando por distintos caminos. Julio me dejó uno de los mejores recuerdos en mi profesión. Ojalá se repita esto de trabajar con él.
Este año fue un momento de muchísima expansión en su vida y en su carrera: es excepcional cómo construye su personaje del abogado Guillermo Graziani en Farsantes.
Aprendí de Julio que se puede combinar un talento muy grande con el trabajo previo en la casa; es posible dar clases de actuación, hacer teatro, ensayar y llegar al set con todas las escenas estudiadas, sin nada librado a la que te criaste. Eso, hasta el momento de trabajar con él y observarlo, para mí era imposible. Ahora veo que es posible.
Otra cosa que aprendí de él es que todo ese esfuerzo vale la pena.
Mirá los retratos de las 50 personas que nos inspiraron en 2013
Rodrigo de la Serna
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