Han Lim Moon: "Admito que un obispo coreano no es algo esperable "
Llegó a la Argentina hace 21 años y ahora el Papa lo nombró en la Diócesis de San Martín
Un obispo coreano en el episcopado argentino "es algo raro", admite Han Lim Moon, a quien el papa Francisco designó la semana pasada obispo auxiliar de la Diócesis de San Martín. Su nombramiento se conoció casi al mismo tiempo en que trascendía que el Para prepara un viaje a Corea del Sur para agosto. Tiene 58 años y ningún parentesco con el polémico fundador de la Iglesia de la Unificación, conocida como "secta Moon". Llegó a la Argentina cuando tenía 21 años y llevaba nueve preparándose para ser sacerdote. Cuando sea consagrado, el próximo 4 de mayo, se convertirá en el primer coreano residente fuera de su país que es elegido obispo. Por eso, desde que se conoció su designación, su teléfono no deja de sonar con llamadas desde Corea y otros lugares del mundo de quienes quieren felicitarlo o de periodistas que buscan entrevistarlo.
El padre Moon fue párroco en varias iglesias porteñas y capellán del hospital Álvarez. Se licenció en teología en la Universidad Católica Argentina con una tesis sobre pastoral de los enfermos y luego hizo otra licenciatura en Teología Espiritual en la Universidad Gregoriana de Roma, donde se graduó con una tesis sobre la espiritualidad de los sacerdotes diocesanos. Recibió a LA NACION en su casa en Mataderos, a metros de la parroquia San Cosme y San Damián, que condujo hasta ahora desde hace once años.
-¿Cómo tomó esta designación?
-Me llamó mucho la atención porque tres horas antes de enterarme de esta novedad yo estaba rezando frente al sagrario [donde se conservan las hostias consagradas] y se me ocurrió preguntarle al Señor si quería decirme algo. Y Él empezó a dictar en mi corazón una oración que tengo escrita, en la que me pide que sea una hoja en blanco para que Él pueda hacer con mi vida según su voluntad. Que deje todo: mis límites, miedos, proyectos, deseos, bienes materiales. Me pide una disponibilidad total, como si fuera un cheque en blanco. Dice también: Preguntame siempre cuál es mi voluntad ; tratá de discernirla con la ayuda de la Virgen María y yo te contesto . Ése fue el mensaje. Y a las tres horas me llamaron para darme esta noticia. Por eso digo que el Señor preparó mi corazón para que estuviera a su disposición.
-¿Esperaba usted algo así?
-No. Y admito que para los argentinos un obispo coreano es un poco raro, no es esperable. No responde al sentido común. Llama la atención.
-¿Cuándo conoció a Bergoglio?
-Cuando él era obispo auxiliar de Flores, hace 20 años. Yo vivía en la parroquia que estaba a una cuadra de la suya. Yo quería traer a la Argentina a unas monjas coreanas y para eso tenía que tener su autorización. Fui a pedírsela y ahí nos conocimos.
-¿Le dio la autorización?
-Sí. Las monjitas están desde entonces en el hospital Álvarez. En ese momento Bergoglio pidió a Santa Teresita o San José, no recuerdo, una rosa blanca como señal de que estaba haciendo bien. Y cuando llegaron las religiosas y él celebró una misa en acción de gracias encontró una rosa blanca en el sagrario y la tomó como la señal que había pedido.
-¿Cuándo fue eso?
-Hace casi justo 20 años, en marzo o abril de 1994.
-¿Habló usted con Bergoglio desde que lo eligieron papa?
-No.
-Se dice que el Papa irá pronto a Corea y que intentaría favorecer la unión de ese país. En este momento lo designa obispo a usted. ¿Es coincidencia?
-Lo que puedo decir es que Bergoglio se interesó hace 20 años por los coreanos porque hacía muy poquito que había sido designado obispo vicario de Flores cuando le pedimos que vinieran las monjas coreanas. Además, la comunidad coreana en Buenos Aires vive en Flores, así que lo invitaban a cada fiesta que hacían. Y lo que le pasa a uno en un primer momento como cura o como obispo le queda grabado en el corazón. Es como un primer amor. No puede olvidarse.
-¿Por qué cree que lo eligió obispo?
-Dios sabe. San Pablo dice en una carta que no fue a misionar con elocuencia para convencer a la gente sino que se acercó a la gente con pocos argumentos, pero sabiendo que Dios actuaba a través de él. Así, si lo que él anunciaba transformaba el corazón de la gente, se hacía evidente que eso era obra de Dios y no suya. Si aplico esto a mí mismo, yo no hablo bien, me hago entender... Es decir que para llevar la buena noticia no es necesario que uno tenga muchos argumentos humanos convincentes. Al revés. Donde humanamente resulta raro, ahí se manifiesta mejor la obra de Dios. Si rompe el esquema humano, se ve que no es algo que hizo un hombre, sino que lo hizo Dios. Es raro. Jesucristo es raro. Raro en el sentido de que rompe el esquema humano.
-También es raro que usted haya elegido ser sacerdote en Corea del Sur, donde sólo el 11% de sus 50 millones de habitantes es católico.
-Según mi mamá, cuando me bautizaron, a los 4 años, dije que quería ser como el sacerdote que me bautizó. Después seguí diciendo que quería ser sacerdote y a los 12 entré en el seminario menor. De todas formas, en Corea hay un buen nivel de vocaciones religiosas.
-Sin embargo, en América latina se reducen las vocaciones.
-Es verdad, pero no es porque no haya vocaciones suficientes en América latina y en el mundo entero. El Señor llama, da la vocación. Pero falta el segundo paso, que es quien ayude a descubrir el llamado y acompañe a quien es llamado. Un ejemplo bien gráfico es el fútbol. ¿Cómo salen los jugadores argentinos que son famosos en el mundo? Entre miles de chicos que aprenden a patear un director observa y, cuando ve que uno tiene talento, lo acompaña. Con la vocación es igual.
-Apenas llegó usted al país pidió seguir sus estudios en el seminario. ¿Sabía castellano?
-No. Y por eso me costó muchísimo. Al principio aprobaba una o dos materias por año. Algunos bromeaban y me decían que no tenía vocación de ser sacerdote, sino vocación de ser seminarista, porque, en total, estuve 17 años preparándome para ser sacerdote.
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