Hace 40 años se lanzaban las naves Voyager, emisarias de la Tierra al reino de las estrellas
La misión de las hermanas viajeras inspiró al mundo entero y abrió caminos insospechados en la exploración espacial
Un día como hoy, pero de 1977 (el año de la muerte de Charles Chaplin y el último partido de Pelé como profesional), se lanzó al espacio desde Cabo Cañaveral la Voyager 1, integrante de una misión al Sistema Solar exterior que se transformaría en un ícono de la creatividad y el espíritu de exploración humanos. Su melliza, la Voyager 2, había partido dos semanas antes, el 20 de agosto.
A 40 años de entonces, la Voyager 1 dejó atrás nuestro barrio cósmico y se convirtió en el primer objeto humano en ingresar al vacío interestelar. Pero aún más extraordinario es que su periplo seguirá hacia mundos y tiempos remotos, llevando un mensaje al universo: dos discos de cobre bañado en oro con sonidos, imágenes y saludos en más de 60 idiomas.
“Las naves Voyager son una de mis misiones favoritas –dice Enzo De Bernardini, autor de Manual del Astrónomo Aficionado (Ediciones Maizal, 2017)–. Las conocí alrededor de 1990. Tenía 11 años y una conocida revista había editado un número especial. Recuerdo lo emocionante de pasar las páginas y ver las fotografías en color. Eran vistas y paisajes completamente nuevos, imágenes con un nivel de detalle que no tenía precedente para los mundos más lejanos del sistema solar. En aquellos momentos, antes de la masificación de Internet, tener en las manos ese material era increíble. Los discos con los «murmullos de la Tierra», mostrando de dónde provienen y quiénes construyeron las naves, las convierten en verdaderas testigos de una civilización de exploradores”
La historia de las Voyager no tiene parangón. Aprovechando una alineación inusual de los cuatro planetas exteriores, los ingenieros que planearon la trayectoria de estas viajeras calcularon con mucha precisión su rumbo para que el envión gravitatorio que sufrirían al pasar cerca de esos cuerpos celestes permitiera condensar en doce años un viaje que por los medios normales hubiera durado 30.
“Indudablemente, ha sido uno de los hitos de la exploración espacial robótica”, comenta Miguel San Martín, ingeniero argentino que estuvo a cargo del desarrollo y amartizaje de la sonda Curiosity, de la NASA, entre otras.
“Las Voyager son el ícono de los programas de exploración robótica –opina Diego Bagú, director de Gestión del Planetario de La Plata–. Superando los más grandes desafíos, obtuvieron logros asombrosos. El derrotero de Voyager 2, que visitó los cuatro gigantes helados, es inigualable.”
Carambola cósmica
Entre otras cosas, la misión sin igual fue posible por una extraña conjunción de dinámica planetaria y visión científica. A finales de los años setenta, los planetas exteriores del Sistema Solar se alinearon como no lo hacían desde 1801. Esto no hubiera sido mucho más que una curiosidad astronómica, si Gay Flandro, un posgraduado del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, según sus siglas en inglés), no hubiera advertido que una sonda lanzada entre 1976 y 78 podría aprovechar la “asistencia gravitatoria” que recibiría al pasar por las cercanías de esos cuerpos celestes para acelerarse. Flandro llamó a esta hipotética misión grand tour. Desde entonces, numerosas naves aprovecharon esta técnica para ahorrar combustible y reducir el tiempo de viaje.
Cada Voyager estaba provista de una antena de 3,66 metros de diámetro y pesaba 826 kg, incluyendo 115 kg correspondientes a 10 instrumentos científicos.
En una época en la que no había telescopios espaciales, las Voyager enviaron las primeras imágenes cercanas de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, y de sus lunas, aunque solo disponían de un grabador con cinta magnética con capacidad para guardar unas cien fotos de máxima resolución.
Una larga lista de récords
Según detalla en un comunicado de la NASA James Green, director de la División de Exploración Planetaria, las Voyager visitaron más planetas, descubrieron más lunas y tomaron imágenes de más lugares desconocidos que ninguna otra nave de la historia.
Pioneras en hacer vuelos rasantes del Sistema Solar exterior, esta misión sigue aportando un tesoro de nuevos conocimientos. Fue la primera en visitar Urano y Neptuno (Voyager 2) y la primera en enviarnos imágenes de los anillos de Júpiter, Urano y Neptuno. También la primera en descubrir volcanes activos más allá de la Tierra (en Io) y múltiples lunas de los cuatro planetas exteriores: tres nuevas lunas en Júpiter, cuatro en Saturno, 11 en Urano y cinco en Neptuno, explica Green.
También fue testigo de relámpagos en un planeta distinto de la Tierra (en Júpiter) y la primera que detectó rastros de un océano en otro planeta (debajo de la cubierta helada de la luna Europa).
“Yo ya estaba en el JPL cuando hacían los pases por los planetas, y me acuerdo de que los científicos se «agarraban la cabeza» por lo que estaban viendo –recuerda San Martín–. Especialmente, las lunas, que en ese momento no tenían ni idea de cómo se habían formado, con estructuras que nunca se habían visto en un cuerpo celeste.”
Dentro de miles de milones de años nuestro Sol habrá reducido la Tierra a la condición de ceniza chamuscada. Pero el disco Voyager estará casi intacto, en otra región remota de la Vía Láctea (Carl Sagan)
La Voyager 2 también fue una pionera de los acercamientos extremos. Llegó a 5000 km de las cubiertas de nubes del polo Norte de Neptuno para observar su luna Triton. Esto inició el desarrollo de las trayectorias de precisión para acercarse mucho a estos planetas. Cassini, que el 15 de este mes se zambullirá en Saturno, voló muy cerca de su luna, Encélado.
“Con las Voyager vimos «cara a cara» a Júpiter, descubrimos parte de sus más intrincados secretos. Por ejemplo, que su magnetósfera es más intensa que la solar, algo que desconcertó a todos –destaca Bagú–. Incluso, que sus lunas galileas tenían características tan distintas unas de otras que tuvieron que reescribirse los libros de texto. Pudimos disfrutar como nunca de la belleza de los anillos de Saturno. Pero además, pudimos comprobar que también Júpiter, Urano y Neptuno, poseían su propio sistema de anillos.”
La variedad y complejidad de los anillos de Saturno fueron una sorpresa revelada por las Voyager. Gracias a ellas, los astrónomos descubrieron que Titán es una bola anaranjada con una atmósfera brumosa tan densa que no se pudo fotografiar su superficie.
Voyager también es la primera misión en dejar atrás la heliosfera e ingresar en el espacio interestelar (Voyager 1, 2012); la primera que midió la intensidad total de los rayos cósmicos sin la protección del Sol y la densidad del medio interestelar (Voyager 1), y la primera que midió el shock de la finalización del viento solar (Voyager 2).
“Con seguridad la Voyager 1 ya abandonó el limite difuso de la heliosfera, donde la influencia del viento solar y el campo magnético del Sol son perceptibles –explica Alejandro Gangui, investigador del Conicet en el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE)–. Su escape de la esfera de influencia y de protección del Sol y su entrada en el medio interestelar se hace evidente cuando miramos cuánto se incrementó la tasa de detecciones de rayos cósmicos extrasolares a partir de mediados del año 2012.”
En busca de vida extraterrestre
Pero más allá de los descubrimientos, las Voyager capturaron nuestra imaginación con sus discos de cobre y oro. Como afirmó Carl Sagan, que comandó al grupo encargado de seleccionar el contenido, “Lanzar esta botella al océano cósmico dice algo esperanzador acerca de la vida en este planeta”.
“El disco que puso Carl Sagan les dio el toque poético y filosófico al describirnos a nosotros mismos como humanidad –apunta San Martín–. La misión Voyager ha sido una maravilla de la ciencia y la tecnología. Y proyecta a la humanidad más allá del Sistema Solar. Ya no hay forma de pararla.”
Bagú recuerda que la conoció al comenzar la secundaria. “Al saber que Sagan presidía la Sociedad Planetaria, el grupo de entusiastas más grande del mundo dedicado a la exploración del Sistema Solar, escribí una cartita desde mi querida Tandil y a las pocas semanas recibí las primeras revistas que publicaban –recuerda–. Gran parte de las notas reflejaban los increíbles y hermosos hallazgos de estos increíbles navíos, los más importantes de la exploración robótica. En lo personal, no tengo la menor duda de que debe existir vida más allá de nuestra frágil atmósfera. Pero hasta el momento, no hemos detectado ningún indicio. Por eso debemos ser muy cautos. La química y la matemática nos indican «a gritos» que la vida debe ser algo usual en el universo. Tendremos que avanzar en el estudio del sistema Solar para ver si esto ocurre aquí mismo, en nuestro barrio galáctico. En cuanto a si la vida puede lograr algo tan singular como la inteligencia, ahí soy mucho más cauto.”
“Ojalá sea así, y ojalá nuestra inteligencia sea capaz de comprender lo que nos es extraño –reflexiona Gangui–. Por eso, hay que seguir buscando, con radiotelescopios y con todos los medios que podamos imaginar. Parafraseando a Picasso, cuando dijo que la inspiracion existe, pero que tiene que encontrarte trabajando, podríamos decir que la «serendipia» (de un descubrimiento sorpresivo) es una posibilidad cierta, pero que debe encontrarte buscando.”