Gustavo Lombardi: "Hay una exagerada cantidad de tiempo dedicado al fútbol"
Con #todoesfútbol como tópico, entrevistamos a uno de los autores de Pelota de papel, libro que compila cuentos escritos por futbolistas y prologados por escritores futboleros
Unos meses antes de convertirse en el nuevo premio Alfaguara, a Eduardo Sacheri le llegó un pedido curioso, al que su conocido fanatismo por el fútbol le impedía decir que no. Debía prologar el cuento de un ex futbolista, devenido en periodista deportivo, que había intentado imaginarse cómo sería un mundo sin fútbol. El proyecto, Pelota de papel, fue publicado por la editorial Planeta y en total participaron 24 deportistas y una gran cantidad de hombres de letras e ilustradores, con la idea de donar a distintas fundaciones lo recaudado con las ventas.
Sacheri aceptó el desafío con cierto escepticismo. Finalmente tuvo que admitir que el texto de Gustavo Lombardi, ex jugador de River y de la Selección, que se retiró a los 26 años porque se había hartado del fútbol, lo sorprendió. Un mundo sin fútbol, para Sacheri, sería un mundo empobrecido.
"El cuento de Gustavo recorre el difícil camino del género fantástico. Ese escenario donde las fronteras de la realidad se desdibujan y se confunden. No es habitual que los cuentos de fútbol se animen a ese territorio resbaladizo. Sólo autores muy baqueanos, como alguna vez hicieron Borges y Bioy en 'Ser est percipi', se han animado a una incursión semejante. Porque no es fácil para ningún escritor aventurarse en semejante embrollo. Y porque cualquiera puede perderse en ese ambicioso derrotero. Pues bien: les aseguro que Lombardi emerge, al otro lado de ese laberinto, erguido y elegante, pelota al pie, dueño y señor de ese mundo extraño y distinto que ha construido. Y a sus espaldas deja, ni más ni menos, lo que se propuso construir: un gran cuento de fútbol", describe.
–¿Un mundo sin fútbol es mundo empobrecido, como dijo Sacheri?
–Un mundo sin emociones, sin pasiones, sin amor puro es un mundo empobrecido. El fútbol genera como pocas cosas esos sentimientos. Un mundo sin fútbol sería una vida recortada, limitada. Lamentablemente, algunas personas, sólo a través del fútbol es que se permiten volar y despegarse de la rutina, romper con la monotonía y vivir intensamente.
–¿Qué ganaríamos y qué perderíamos si sucediera?
–Ganaríamos la posibilidad de encausar toda esa energía y atención, hoy depositada en el fútbol, en otros lugares, tal vez y sólo tal vez, más interesantes o importantes. Hoy hay una exagerada cantidad de tiempo dedicado al fútbol (en los medios, en las oficinas, en los cafés, en la mesa familiar), que lógicamente le quita tiempo a otros temas. Volver a un saludable equilibrio sería lo ideal. Pero si algún día sucediera que el mundo se queda sin fútbol perderíamos o, cuanto menos, achicaríamos la posibilidad de que un padre y su hijo compartan una tarde juntos sentados en una tribuna, de que dos desconocidos se abracen fraternalmente tras ese golazo en el último minuto, que un pueblo que está pasando por un mal momento olvide sus penurias y, aunque más no sea, durante 90 minutos se permita soñar con una época mejor.
–Un ex futbolista devenido en periodista deportivo ahora autor de cuentos sin fútbol. ¿Qué diría Freud acerca de te imaginaste un mundo sin fútbol?
–Me encantaría saber qué diría Freud porque nunca entendí demasiado mi relación con el fútbol. Lo amo, lo odio, lo necesito pero quiero que desaparezca. Abandoné el fútbol a los 26 años porque no lo soportaba más, pero años más tarde elegí el periodismo deportivo como mi nueva profesión. Sin duda mi relación con el fútbol es tormentosa.
–¿Cómo se explica tu no fanatismo por el fútbol? ¿Es cierto que tu mujer y tu hijo son más fanáticos que vos?
–La profesionalización del juego me robó el fanatismo. Recuerdo que a los 15 años grité mi último gol como hincha. Luego comencé a convivir con un plantel profesional, a conocer cómo era el fútbol de primera división y, poco a poco, entré en un mundo adulto donde el fútbol no era otra cosa que una profesión y un trabajo. Donde la competencia interna y con tus rivales eran una constante. Donde si no avanzás te quedás, y eso al tiempo significa ser desplazado. En el deporte profesional hay una tendencia al egoísmo, a mirar sólo hacia adentro como una manera de defenderse. En ese contexto es muy difícil mantener una mirada como la que puede tener un hincha desde la tribuna. Por eso mi mujer y mi hijo son los fanáticos en casa.
–¿Qué cuestiones cotidianas cambiaron de cómo se vive el fanatismo por el fútbol en los últimos 30 años?
–La sociedad ha cambiado y, con ella, la forma de vivir las cosas. El fútbol es una parte más dentro de esa sociedad. Potenciado, además, por lo que significa el deporte para nuestro país. Todo fanatismo dura hoy menos tiempo, pero se vive de una manera mucho más intensa. Hace 30 años un niño se iba haciendo adulto y su ídolo era el mismo durante toda su infancia. Ese ídolo jugaba 15,16, 17 años con la misma camiseta, toda su carrera en el mismo club y el crecimiento de uno y otro era a la par. Hoy, los buenos jugadores duran seis meses o un año y se van a Europa. Un niño hoy tiene un ídolo cada seis meses.
–Eduardo Sacheri, Gustavo Lombardi, Pablo Bernasconi. ¿Cómo fue el trabajo en equipo?
–En realidad el trabajo fue individual. Cada cuento terminó siendo una trilogía, pero eso tuvo que ver con la elección de los editores. Cada futbolista escribió su cuento, y luego fueron Ariel Scher y Juanky Jurado los que le fueron asignando a cada uno un ilustrador y un prologuista, dependiendo del estilo del cuento. Ellos encontraron los puntos en contacto entre los cuentos, los ilustradores y los prologuistas.
–Sacheri te comparó con Borges y Bioy. Lograste sorprender al premio Alfaguara de novela. ¿Te considerás un "autor baqueano"?
– No, no, no, Sacheri no me comparó con Borges y Bioy. Ni por asomo. Sólo destacó que se habían hecho muy pocos cuentos relacionando fútbol y ciencia ficción, y recordó uno escrito por ellos. Que Sacheri escribiera el prólogo de mi cuento fue algo que no esperaba y que me generó una alegría muy particular. Una alegría muy infantil podría decir. Comparable a aquellos momentos cuando siendo niño recibías el autógrafo de un jugador que admirabas. Más que un autor baqueano me considero un autor irresponsable, insolente. Aceptar que me publiquen un cuento es de una desfachatez poco habitual en mí. Sólo comprendiendo el contexto y las nobles razones que rodean al libro se entiende que haya aceptado este desafío. Aún así, debo decir que me encantó hacerlo. Disfruté cada momento relacionado con la construcción del cuento y seguramente lo seguiré haciendo.