Guillermo Barros Schelotto: en la gran tradición del fútbol argentino
Endiablado, imprevisible y carismático en su época de jugador, siempre líder hoy reúne emoción y racionalidad al frente de un equipo que siempre exige más
Este año tuve presente al entrenador de Boca más de una vez. No precisamente en la Bombonera. En cada momento de tensión o de dificultad en mi vida personal, en cada instante que requería personalidad para saber elegir y moverse con inteligencia, pensé en Guillermo. Es así. Para mí es desde hace mucho tiempo un referente en temas relacionados con la dificultad. Intento saber cómo resolvería él las paradas difíciles, haciendo equilibrio entre la racionalidad y la emoción.
Mi amor por el número 7 más importante de la historia de Boca comenzó en aquella gesta inolvidable que supuso la época mas gloriosa de la historia del club de la Ribera.
Luego de varios goles, después de enloquecer a los rivales y de las declaraciones explosivas, era un sueño tenerlo como técnico, mirábamos de lejos el buen juego de Lanús y finalmente se nos dio. El Mellizo volvía a casa. Después de un campeonato largo y duro con muchísimo suspenso hacia el final, logró sacar a Boca campeón y a partir de entonces ser cada vez más solido en su idea.
Mientras escribo estas líneas, los titulares de las principales páginas de deportes señalan que Boca perdió dos partidos seguidos y que las lesiones pueden hacer que el futuro sea cuesta arriba. Yo sigo creyendo muchísimo en Guillermo. En su pragmatismo, lucidez y capacidad de soportar la presión. Desde la emoción incontenible con que abrazó al arquero en el Momunental la tarde del Boca-River hasta los análisis sensatos cuando algun resultado no fue el deseado. Guillermo no "tribunea" en un mundo que cada vez mira más hacia los costados para dar un paso.
Tradiciones, estilos y detalles que arrastra desde que jugaba. Verdadera pesadilla de los rivales y motivo de orgullo entre los propios. ¿Alguien puede descreer de su leyenda? Goles, gambetas y apiladas históricas, tumultos de donde siempre salía bien parado. Un guapo de cabeza fría, un pícaro de técnica impecable.
Hoy lo imagino charlando con Pablo Pérez, uno de los volantes, pidiéndole menos impulso y elogiando su talento, acompañando al "Pipa" Benedetto para que entienda que son cosas del fútbol, intercambiando experiencia con Pavón y sosteniendo al grupo, la idea y el objetivo. El año que viene es clave: Boca tiene que pelear cosas grandes, siempre tiene el deber de hacerlo.
Cada hincha siente que nombres propios sobran, pero además hay un técnico que trabaja mucho y ama darlo todo.
"¡Guilleeeeermo, Guillermoooo!", se cansó de cantar la multitud en la Bombonera, tantas veces y por cuestiones tan diferentes. El romance del platense y La Boca parece eterno.
Podría decirse que nació para Boca. Tiene eso en la sangre, la mirada y la cabeza que hacen a un ídolo, a un hombre del deporte. Una estirpe y concepto de otro tiempo. No sobran los ejemplares como él: Gallardo, Gareca, quizás alguno más. Son pocos los que desde la conducción técnica luchan por las tradiciones que han hecho grande al fútbol argentino.
Este año, Guillermo Barros Schelotto es uno de los personajes destacados porque volvió a darle identidad a Boca. Esperamos mucho tiempo para volver a corear tu nombre.
En 2017 encontraste un equipo que te sigue.
Es un montón.
Lo mejor -ojalá- está por venir.
Del editor: por qué es importante. Ganó el campeonato local en la primera mitad del año, y de ese modo puso a Boca en la próxima edición de la Copa Libertadores
Sebastián De Caro