Cómo es y quién paga RT, el canal de Putin que llega a toda la Argentina por TV abierta
A poco más de un mes de la invasión, los contribuyentes argentinos siguen financiando las transmisiones de la señal gubernamental rusa
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A poco más de un mes de la invasión rusa a Ucrania, los contribuyentes argentinos siguen pagando las transmisiones por TV abierta digital del canal gubernamental ruso RT, antes conocido como Russia Today. La señal integra el pack de 17 canales de la Televisión Digital Abierta (TDA), plataforma estatal de transmisión que llega al 83% de la población. “Por el momento no hay prevista ninguna modificación en la grilla”, dijo a LA NACION Valeria Zapesochny, secretaria de Medios y Comunicación Pública.
En la región, por TV de aire, RT solo puede verse en Cuba, Venezuela, Bolivia y la Argentina. En el resto de los países, llega por cableoperadores mayormente pequeños y por internet. La señal se sumó a la oferta de la TDA en 2014, tras la firma de un acuerdo entre Vladimir Putin y la entonces presidenta Cristina Kirchner, que fue anunciado en una teleconferencia pública durante un acto con militantes en Las Heras, Santa Cruz. Desde entonces, RT ocupa el canal digital 25.05 sin ningún tipo de pago o contraprestación por los servicios de transmisión que le brinda el Estado argentino. Que se recuerde, la única reciprocidad –que según los acuerdos firmados debía incluir intercambio de contenidos, periodistas y tecnología– fue la emisión en 2016 de un documental sobre tango.
Tras la invasión y los bombardeos rusos a Ucrania, muchos gobiernos de Occidente decidieron restringir o directamente prohibir RT, a la que acusan de difundir propaganda de guerra y desinformación sobre los bombardeos a ciudades ucranianas que Moscú llama “operación militar especial”. En cambio, el gobierno del presidente Alberto Fernández, cuya posición sobre la invasión ha sido zigzagueante, confirmó la continuidad de las emisiones. La decisión del mandatario es coherente con su deseo, expresado en público a Putin semanas antes de la guerra, de convertir a “la Argentina en la puerta de entrada de Rusia en América Latina”.
“Los canales que son transmitidos por el sistema experimental de la TDA no pagan; ese tratamiento es el mismo para todos los casos. El acuerdo vigente es el que firmó en 2016 Miguel Pereyra [presidente de la empresa estatal Radio y TV Argentina (RTA) durante el gobierno anterior]”, explicó a LA NACION Gonzalo Carbajal, coordinador del Consejo Asesor del Sistema Argentino de Televisión Digital, ente creado en 2009 para definir las políticas aplicadas a la tecnología. En efecto, entre las señales de la TDA hay otras extranjeras, como France TV, y privadas, como C5N, LN+ e IP, entre otras. Según dijo a LA NACION la directora de RT en español, Victoria Vorontsova, “el acuerdo a nivel de los presidentes de ambos países se firmó en 2014, hace ocho años, y no se ha modificado desde entonces”.
Tampoco en el Congreso se escucharon expresiones mayoritarias de rechazo al uso de infraestructura pública para emitir RT, un medio extranjero. Solo la diputada Laura Rodríguez Machado (PRO) y otros 15 legisladores opositores firmaron un proyecto de declaración para pedirle al Presidente que cese las emisiones. “Nunca quedó más claro el significado de los populismos autoritarios en el mundo. Putin decretó la invasión a Ucrania avasallando la libertad e independencia del país. Permitir que en la Argentina la campaña de ese régimen se transmita por la TDA con recursos del Estado, que pagamos todos con los impuestos, resulta inadmisible. No alcanza con condenar para la tribuna, hay que tomar medidas y sacar del aire a RT, como hicieron Alemania y Finlandia, entre otros”, dijo Rodríguez Machado a LA NACION.
Los orígenes de RT
Fundada en 2005 y financiada por el gobierno ruso (depende de su Ministerio de Desarrollo Digital, Comunicaciones y Medios), RT es una cadena de televisión que opera señales satelitales en inglés, árabe, español, alemán y, hasta hace poco, en francés. Su jefa de redacción, Margarita Simonyan, que es considerada una de las mujeres más influyentes de Rusia, fue una de las oradoras del acto masivo en el que Putin celebró el aniversario de la anexión de Crimea –ocurrida en 2014– y justificó la reciente invasión al resto del territorio ucraniano.
RT lanzó su canal en español en 2009, y desde el comienzo hay argentinos en su cuartel central. Esta señal está a cargo de Vorontsova, que había trabajado en el Canal 1 de la TV pública rusa (Pervyy kanal) y llegó al cargo por su buen dominio del español. Otra figura relevante del canal es Inna Afinogenova, subdirectora del sitio de RT en español y famosa por su exitoso canal en YouTube, Ahí les va, que fue eliminado por la plataforma. Fanática de la actriz y cantante Natalia Oreiro, la rioplatense más exitosa en Rusia, Afinogenova aprendió español con una profesora argentina y suele dar entrevistas a medios de Buenos Aires afines al kirchnerismo.
Desde su nacimiento, RT –que se presenta como una señal de noticias– fue acusada de difundir campañas de desinformación al servicio de la estrategia política del Kremlin. Es recordada una conferencia de prensa conjunta, en 2017, en el Palacio de Versalles, en la que frente al propio Putin el presidente de Francia, Emmanuel Macron, acusó a RT y a la agencia de noticias Sputnik de ser “órganos de influencia, de propaganda mentirosa”.
La característica de la propaganda atribuida a RT, además de presentarse como información con forma y apariencia periodísticas, es que no pretende destacar la superioridad rusa, sino que apunta a fomentar las contradicciones internas –como el Brexit, los separatismos catalán o escocés y la violencia racial en Estados Unidos– y a influir en la vida política de las democracias occidentales –como el ensañamiento contra la candidata demócrata Hillary Clinton en 2016–. La línea editorial del canal tampoco es homogénea. Por ejemplo, si bien en Rusia los homosexuales son perseguidos, RT puede producir y transmitir informes sobre la vida de las personas trans en la Argentina, por ejemplo. A esta práctica el periodista ruso independiente Vladimir Yakovlev la denomina “el arte de sembrar discordia en las filas del enemigo a través de la desinformación y la manipulación de la conciencia” y, según él, eso se enseñaba durante la era soviética en el departamento militar de la Facultad de Periodismo de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú.
Por eso, aunque las restricciones comenzaron tras la anexión de Crimea, luego de la invasión se volvieron más estrictas y se convirtieron directamente en prohibiciones en la Unión Europea, Reino Unido, Australia, Alemania y Polonia, entre otros territorios. Canadá retiró las versiones en inglés y francés del canal de “la lista de estaciones y servicios de programación no canadienses autorizados para su distribución”. RT también tuvo dos señales locales en Estados Unidos (RT America) y el Reino Unido (RT UK), que emitían el contenido internacional en inglés, pero incluían desconexiones locales. En el Reino Unido, el regulador Ofcom le retiró la licencia hace pocas semanas y la señal dejó de existir. En Estados Unidos, en 2017, la versión doméstica fue registrada como “agente extranjero” y tras la invasión a Ucrania, fue retirada de la grilla de los operadores satelitales Dish y DirecTV, luego de lo cual cesó las emisiones.
En América Latina, el gobierno de Uruguay decidió remover RT de la grilla de TV paga del servicio de la empresa estatal Antel apenas comenzaron los bombardeos. En la mayoría de los países no hay prohibiciones, pero tampoco financiamiento público de la difusión del canal, que ha ido quedando reducido a su propia página web y a la red social VK (una suerte de Facebook ruso). YouTube, Instagram y Facebook también eliminaron los canales de RT de su plataforma, tanto las emisiones en vivo como los informes que estaban allí alojados.
Ante la pregunta acerca de si RT es un medio propagandístico, Vorontsova respondió: “Jamás nos hemos dedicado a la propaganda, sino a informar lo que otros medios no saben o prefieren callar. En nuestra emisión siempre hay espacio para diferentes puntos de vista y nuestros espectadores nos lo agradecen. RT ha sido finalista o ha ganado algunos de los premios más importantes de la TV en Estados Unidos y Europa, y acumula miles de millones de vistas en las plataformas. Celebramos a los países donde todavía hay lugar para la libertad de los medios de comunicación. La gente tiene derecho a informarse”.
Según Vorontsova, “el grupo RT es una organización autónoma, operativa y editorialmente independiente de cualquier gobierno”. En efecto, en sentido estricto, RT no es considerado un medio público en Rusia, como sí lo son Pervyy kanal y Rossiya 1, herederos de los canales históricos soviéticos. De hecho, en Rusia RT no forma parte de los 20 canales estatales que, por ley, deben ser transmitidos en TV abierta digital en el extenso territorio de la federación y ser incluidos en la oferta de la TV paga. Tampoco existe una versión de RT que transmita en lengua rusa. En pocas palabras: RT no se ve en Rusia porque directamente no es transmitido, como sí ocurre en la Argentina. En su país, el canal comenzó a ser más conocido debido al alto perfil adquirido por su editora jefa, Simonyan, que también es responsable de la agencia Sputnik.
Luego de la invasión a Ucrania, varios periodistas de RT, rusos y extranjeros, renunciaron a sus trabajos. El caso de más alto nivel fue el de la exeditora jefa Maria Baronova (que pasó de opositora a Putin a trabajar en RT y ahora de nuevo a opositora), pero también lo hicieron varios periodistas no rusos, como Jonny Tickle –radicado en Moscú– y la corresponsal en Londres Shadia Edwards-Dashti, así como el presentador francés Frédéric Taddeï, entre otros, según enumeró la BBC.
RT atrajo a Moscú a una auténtica legión argentina: algunos están desde el principio del canal en español, otros fueron y vinieron para luego retornar, y hay quienes ya no están vinculados.
Diana Deglauy, excronista de C5N y actual panelista de América TV, fue presentadora en Moscú, papel en el que le tocó entrevistar a los presidentes Nicolás Maduro, para lo que viajó a Caracas, y a Mauricio Macri en su visita a Rusia de 2018. Victoria Aramburu, que había comenzado su carrera en la desaparecida señal CN23, estuvo seis años en la capital rusa y también fue presentadora. Además, fue responsable del canal de Instagram @espiasrusas que, antes de ser eliminado, difundía videos de defensa de la posición del Kremlin. Julia Muriel Dominzain, argentino-uruguaya, también trabajó en Moscú como presentadora durante tres años antes de regresar a la Argentina.
Entre los que siguen al aire están Nicolás Trinchero, que volvió a Moscú en 2018 tras una experiencia previa en el canal entre 2011 y 2014. Además, fue voluntario del ensayo clínico de la vacuna Sputnik. Galo Fernández está desde el comienzo, en 2009; se desempeñó como jefe de la redacción y presentador de deportes. Excepto Fernández, que se formó en la UBA, y Deglauy, que lo hizo en TEA, todos los demás argentinos que están o pasaron por Moscú son locutores egresados de la escuela terciaria ETER, fundada y dirigida por Eduardo Aliverti.
En esa sede central, los productores y guionistas son todos rusos, solo los presentadores son latinos y, en general, son locutores. LA NACION se contactó con cada uno de ellos, algunos se excusaron por no poder hacer comentarios sobre su trabajo a otros medios y otros directamente no respondieron los mensajes.
La corresponsalía en Argentina
“RT en español se enorgullece de formar parte de la parrilla nacional argentina desde 2014, y esperamos continuar esta colaboración en los próximos años. En Buenos Aires tenemos una corresponsalía que es responsable de la cobertura para Sudamérica, no solo en la Argentina, sino también en Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay”, dijo Vorontsova.
En efecto, la señal tiene en Buenos Aires la segunda oficina más importante de América Latina después de la de México. Funciona en Alicia Moreau de Justo al 1100, en Puerto Madero. El corresponsal jefe es el locutor Ignacio Jubilla, un pampeano de Realicó que, tras un breve recorrido profesional en Buenos Aires y luego de un casting, se convirtió en uno de los primeros presentadores del canal en español, vivió tres años en Moscú y trabajó en la corresponsalía de RT en Washington antes de volver a la Argentina. En su carrera en el canal, Jubilla entrevistó a los presidentes José Mujica, Rafael Correa y Cristina Kirchner, a Nicolás Maduro poco antes de suceder a Hugo Chávez, y a Lula da Silva en la cárcel antes de su liberación. El 28 de enero pasado, entrevistó al presidente Fernández a pocos días de la visita del mandatario a la capital rusa.
La jefa administrativa de la oficina es Alpina Cipolat, oriunda de Santa Teresita, estudió sociología en la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos (RUDN), de Moscú. El staff se completa con otro corresponsal, Ricardo Romero, una productora, tres camarógrafos y tres redactores para la web. En rigor, se trata del staff de las tres divisiones de la empresa: TV, web y video para internet con la marca Ruptly. Por la oficina local pasaron varios productores, entre ellos María Marta García Scarano, que dejó ese puesto para dirigir el canal estatal Encuentro, donde estuvo hasta diciembre pasado. Quienes ingresan al canal saben, porque se les comunica explícitamente, que la línea editorial se guiará por las instrucciones de la cancillería rusa.
Durante la pandemia, en mayo de 2021, todos los integrantes de la corresponsalía fueron vacunados con un lote de la vacuna Sputnik que el gobierno ruso envió a su embajada en Buenos Aires, tal como confirmaron públicamente algunos de sus integrantes, entre ellos el propio Jubilla y Cecilia González, redactora de la web en español.
En la Argentina, RT está registrada legal y fiscalmente como organización autónoma sin fines de lucro TV Novosti y declara tener como actividad la de “agencia de noticias”.
Sin RT, no hay inversiones ni exportaciones
En 2016, en la TDA había solo dos cadenas internacionales, la venezolana Telesur (en la que el estado argentino tenía una participación accionaria del 16%) y la rusa RT. Llegado al poder, el presidente Macri ordenó retirar al Estado argentino de Telesur y, consecuentemente, dejar de emitirla a través de la TDA, algo que fue anunciado a finales de marzo de aquel año. En ese momento, como canal internacional solo quedó RT en la grilla.
Pocas semanas después, el 9 de junio de 2016, el entonces Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, a cargo del actual diputado nacional Hernán Lombardi (PRO), envió a RT una carta documento para informar que cesarían de incluirla en la plataforma argentina en los meses siguientes con el fin de liberar espectro para señales provinciales. Esa decisión abrió un conflicto diplomático que ilustra la relevancia que el gobierno de Putin le da a su maquinaria de propaganda internacional.
La respuesta inicial rusa fue indirecta. El parlamentario putinista Alexey Pushkov, presidente del Comité de Relaciones Internacionales de la Duma, acusó a Macri de ser “un presidente impuesto por Estados Unidos” y propuso interrumpir las importaciones de carne argentina si se cortaban las emisiones de RT. Pushkov, una suerte de polemista político en las redes, tenía un vínculo estrecho con la señal: su hija, Dayra Pushkova, había sido corresponsal en Londres. Históricamente, Rusia está entre los diez principales destinos de las exportaciones cárnicas argentinas. En 2016, según el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva) y en un contexto de crecimiento de las exportaciones, las ventas a ese mercado euroasiático cayeron el 30%.
La Cancillería argentina no respondió a aquellas reacciones hasta que el conflicto escaló. El ministro de Relaciones Exteriores ruso de entonces y de ahora, Serguéi Lavrov, dio una conferencia de prensa en Moscú y advirtió que “de aprobarse la salida de RT, eso no será percibido como un gesto amistoso”. En privado, el gobierno ruso amenazó con retirar el financiamiento del Banco de Desarrollo de Rusia (Vnesheconombank), por US$1500 millones comprometido para la construcción de la represa de Chihuido, en Neuquén. Esa amenaza hizo retroceder a Macri, que dejó RT al aire. Igualmente, los fondos rusos nunca llegaron. Y tampoco los chinos que se propusieron reemplazarlos.
Lombardi en persona tuvo que viajar a Moscú para reconstruir el vínculo. Allí visitó el cuartel central de RT, ubicado en el segundo cinturón de la capital de la federación. También se reunió con Nikolay Nikiforov, entonces ministro de Comunicaciones y Medios, y con Vorontsova, directora general de RT en español, que luego también visitarían Buenos Aires, donde la ratificación del acuerdo fue celebrado con un cóctel en el Centro Cultural Kirchner (CCK).
“Cuando llegamos al gobierno, las señales que transmitía la TDA tenían contratos vigentes que había que respetar. Lo que buscamos entonces fue agregar pluralidad invitando a participar a canales que hasta entonces no estaban. Algunos de ellos se sumaron. En 2019, cuando los contratos vencían, el presidente Macri dictó primero un decreto y luego el Sistema de Medios y el Enacom dictaron una resolución conjunta para llamar a concurso por esas señales, lo que habría permitido ordenar la grilla. Lamentablemente la actual gestión kirchnerista decidió no continuar con esos concursos y tampoco ha dado señales acerca de cuándo será el encendido digital o apagón analógico [que debió ocurrir el año pasado]”, indicó Lombardi a LA NACION.
La TDA, plataforma estatal de TV
La plataforma TDA se lanzó en 2009 y, al ser considerada una “tecnología experimental”, siempre estuvo al margen de la ley de medios aprobada ese mismo año, cuyas disposiciones nunca se le aplicaron (por ejemplo, los concursos para acceder al espectro). Por ese motivo, las frecuencias asignadas al Estado nacional siempre fueron gestionadas de manera discrecional. Doce años después de su lanzamiento, la TDA sigue siendo considerada experimental, aunque sea ya una tecnología prácticamente obsoleta si se considera el predomino de las plataformas de internet en el consumo audiovisual.
En lo técnico, la TDA depende de la empresa estatal Arsat, ahora presidida por el massista Matías Tombolini; la grilla está a cargo de RTA, dirigida por Rosario Lufrano, y la definición de políticas depende de Gonzalo Carbajal, exvicepresidente de la TV Pública. Los tres están en la órbita de la Secretaría de Medios y Comunicación Pública, a cuyo frente está Valeria Zapesochny. Todos esos organismos y empresas reportan en última instancia al jefe de Gabinete, Juan Manzur, un funcionario considerado cercano a la embajada de los Estados Unidos.
En concreto, la TDA es una red de 90 estaciones de transmisión, con un alcance promedio de 60 km cada una, distribuidas en las principales ciudades del país. Las 17 señales digitales que llegan al 83% de la población son bajadas del satélite Arsat 1. Su despliegue comenzó en 2009, costó alrededor de 2000 millones de dólares, fue encabezada por el entonces ministro de Planificación Federal Julio De Vido y recibió sucesivos cuestionamientos de la Auditoría General de la Nación (AGN). Este año, según información oficial, se invertirán 400 millones de pesos para “actualizar y recuperar 100 estaciones de transmisión” y expandir la red para llegar al 100% de la población.
Gracias a los servicios de Arsat, RT en español también llega actualmente a Venezuela, donde es distribuida por la televisión digital abierta bolivariana. Según pudo saber LA NACION, esa capacidad satelital es contratada y pagada por una empresa china.
Nadie sabe bien cuánta gente mira televisión a través de la TDA en un país como la Argentina, que tiene altísimos índices de penetración del cable (que llegó a casi el 80% de los hogares) y que está liderando la adopción de las plataformas de streaming de video. Un estudio pionero, realizado en 2012 en el conurbano bonaerense por la Maestría en Industrias Culturales de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), confirmó que menos del 7% de los hogares hacía uso de esa tecnología. Los más optimistas sostienen que la penetración de la TDA puede llegar hasta el 20% de los hogares, y Carbajal –del Consejo Asesor de la Tecnología– dijo que, alguna vez, cuando la TV Pública (que está en la grilla de TV abierta digital) transmitió un partido de la selección de fútbol, ese número llegó al 25%.
Cristina Kirchner firmó el acuerdo original en 2014, Macri lo renovó en 2016 y Alberto Fernández se muestra muy cómodo con el statu quo vigente, que satisface al gobierno de Putin y no altera demasiado al resto por la baja penetración de la TDA ni despierta entusiasmo en la oposición para darlo de baja. Mientras, los ciudadanos siguen sosteniendo con su dinero la justificación rusa de la invasión a Ucrania. Pirotécnica mediática que, también hay que decirlo, no resulta tan efectiva.
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