Grupos de riesgo: advierten que una enfermedad considerada banal puede generar complicaciones graves e instan a vacunarse
La gripe aumenta diez veces el riesgo de infarto y ocho el de ACV; además puede causar trastornos respiratorios, metabólicos y neurológicos
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Considerada una enfermedad molesta, pero banal, la gripe o influenza oculta sorpresas y no de las mejores. “En el pico, este virus incrementa diez veces la posibilidad de infarto, ocho veces de ACV o stroke y también las internaciones por insuficiencia cardíaca”, afirma Ricardo Iglesias, expresidente de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
Iglesias enfatiza que el virus de la influenza es un marcador de riesgo muy fuerte, que genera un proceso inflamatorio, y que un grupo de pacientes vulnerables con antecedentes de infartos, angioplastías o cirugías cardíacas, tienen una sensibilidad especial y un mecanismo defensivo alterado. “Lo mismo pasa con las personas mayores de 65 años, cuyo sistema de defensa inmunitario va debilitándose, y también con personas más jóvenes si presentan factores de riesgo como hipertensión arterial, diabetes o dislipidemia (colesterol alto)”, añade el cardiólogo.
Distintas investigaciones demuestran que los pacientes con influenza tienen mayor riesgo de sufrir un infarto de miocardio durante los primeros siete días después del diagnóstico. Esta infección viral induce una variedad de sustancias llamadas citoquinas proinflamatorias que afectan el endotelio vascular (la pared que recubre internamente las arterias), y pueden desencadenar la progresión de la placa aterosclerótica y su ruptura.
“Desde el punto de vista respiratorio, el virus de la influenza puede producir una neumonía viral primaria causada por el mismo virus, al igual que el virus del Covid-19. Pero, además, la gripe tiene capacidad de aumentar el riesgo de otra neumonía, una infección bacteriana posterior o simultánea a la influenza causada por Staphylococcus aureus, conocido como estafilococo áureo, para la que no existe vacuna y que puede ser grave y mortal”, explica Alejandro Videla, jefe del Servicio de Neumonología del Hospital Universitario Austral y expresidente de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR).
El neumonólogo agrega que la influenza también es causa de complicaciones que quizá no amenazan la vida, pero que “originan un empeoramiento del asma, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), las bronquitis y sinusitis, o la aparición de tos posinfecciosa prolongada”.
Las complicaciones de la aparentemente benigna gripe no terminan en problemas cardiovasculares y respiratorios. “El 23% de los adultos mayores experimentan falta de autonomía luego de un episodio de influenza, y en el 75% de los diabéticos se observan episodios de hiperglucemia –explica Pablo Bonvehí, jefe de Infectología del Cemic–. Además, el virus de influenza puede producir otitis, sinusitis y cuadros como encefalitis (inflamación del cerebro), miositis (inflamación y debilidad muscular), rabdomiólisis (daño muscular que se produce por ruptura de fibras musculares con liberación de sustancias a la sangre que producen a su vez daño renal). En los casos más severos, la infección por influenza puede causar falla multiorgánica con insuficiencia respiratoria y renal”.
Cifras difíciles
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se producen unos mil millones de casos de gripe o influenza estacional; de estos, entre tres y cinco millones son graves. La enfermedad causa de 290.000 a 650.000 muertes al año, pero los números no reflejan la realidad del problema. Uno de los inconvenientes es que la influenza no es de notificación obligatoria.
“En ningún país del mundo se testean sistemáticamente todos los casos de enfermedad tipo influenza (ETI) –aclara Videla–. Una ETI es una infección respiratoria aguda con fiebre mayor o igual a 38ºC, tos e inicio de los síntomas dentro de los diez días precedentes. Las ETI no tienen etiología definida, pueden ser causadas por varios virus. Influenza es solo una ETI con diagnóstico viral confirmado. Lo que se testea es un número de casos en unidades centinela o de vigilancia, que permiten extrapolar una cifra estimada”.
En nuestro país, a la semana epidemiológica 13 de este año se registraron 138.161 casos de ETI, pero no se identifica cuántos son de influenza, aunque en el Boletín Epidemiológico Nacional se aclara que “permanece en valores bajos”. En tanto, el año pasado se registraron 106 muertes a causa de la gripe, mientras en lo que va de este año no hay ningún deceso. “Pero son cifras subestimadas”, insiste el jefe del Servicio de Neumonología del Hospital Austral.
La limitación sobre el dato de la cantidad de muertes no es únicamente argentina. “El CDC (Centro de Control de Enfermedades) de los Estado Unidos –puntualiza Bonvehí– indica que esa cifra oscila entre 5000 y 50.000 muertes anuales por influenza, y el 90% se observan en adultos mayores de 60 años”.
En cuanto a síntomas, tratamientos y signos de alerta, Bonvehí, que es director de la carrera de especialización en infectología del Instituto Universitario Cemic (IUC), explica que “habitualmente la gripe se caracteriza por fiebre, algún síntoma respiratorio como tos, dolor de garganta y manifestación general como cefaleas, cansancio. La medicación habitual es antitérmicos, analgésicos y reposo, pero hay que tener en cuenta que está disponible un antiviral, el oseltamivir, que se debe administrar en grupos de alto riesgo. En cuanto a los síntomas de alarma, cualquier persona con gripe, pero en particular embarazadas, inmunosuprimidos, personas con comorbilidades (diabetes, enfermedades cardiovasculares, dislipidemia, hipertensos) adultos mayores y niños menores de 2 años deben consultar en forma rápida si presentan dificultad para respirar”.
Una aliada indiscutible
Ante este escenario, nadie lo duda: la vacunación antigripal, que se debe administrar todos los años, tiene probada eficacia y efectividad en la reducción de casos graves. Un reciente estudio del CDC de la temporada de influenza 2022-2023 en Estados Unidos indicó que la vacunación contra la influenza redujo en promedio un 37% las internaciones por complicaciones por todas las causas.
Iglesias sostiene que “cuando se analizan las medidas de prevención cardiovascular como la medicación para el colesterol, la presión o la diabetes, la vacuna muestra la mejor relación costo-beneficio, porque baja mucho el riesgo, eleva mucho el beneficio y el costo es muy bajo, mucho más bajo que las históricas drogas que por supuesto protegen, pero a un costo mayor que la vacuna”.
Los causantes de las epidemias estacionales son los virus de la influenza humana A y B. Cada uno tiene dos cepas. La vacuna tetravalente tiene antígenos para todos los grupos; la trivalente no tiene para la cepa Yamagata, del linaje B. Como la circulación viral cambia todos los años, las vacunas se diseñan anualmente y hay que revacunarse. “También hay vacunas muy recientes con altas dosis –dice Iglesias–. Normalmente las clásicas tienen 15 microgramos de cada uno de los antígenos; las nuevas tienen 60, mucha más potencia. Y además hay vacunas adyuvantadas, que, como las de altas dosis, tienen un mecanismo defensivo más eficaz y están indicadas para poblaciones de riesgo o personas mayores”.
Desde el Ministerio de Salud de la Nación, confirman que las vacunas antigripales disponibles en el sector público son la trivalente para personas adultas (Viraflu® e Influvac®), la trivalente para menores de 3 años (Viraflu® pediátrica) y la trivalente adyuvantada para mayores de 65 años (Fluxvir®). Lo óptimo, indican desde esa cartera, es vacunarse en otoño –actualmente se realizan las campañas anuales en varios distritos– y este suero se puede aplicar conjuntamente con otras vacunas del Calendario Nacional de Vacunación y con la diseñada contra el Covid-19.
El especialista recuerda que los médicos deben inmunizarse contra la gripe para evitar contagiarse y contagiar a otros. Y también es crucial, advierte, que tengan una actitud proactiva hacia la vacuna. “En nuestro país –apunta–, no es que los médicos no la indiquen, es que muchas veces no la tienen en cuenta. Si el médico no dice ‘Sí, tiene que vacunarse’, es probable que el paciente dude porque su médico no está convencido y seguramente no se vacune”.
Finalmente, el cardiólogo aclara que “la vacuna antigripal es inocua y nos protege. A lo sumo puede producir una tumefacción que dura horas en la zona de inyección. Un paciente que se vacuna contra la influenza puede tener cuadros similares a la gripe por otros virus no tan impactantes: rinitis, dolor de garganta, pero eso no tiene que ver con el virus que sí ataca al corazón, que es el de la influenza”.
¿Quiénes deben recibir la vacuna?
- Gestantes
- Puérperas
- Bebés y niños de 6 a 24 meses inclusive
- Niños, jóvenes y adultos de 2 a 64 años inclusive con factores de riesgo
- Personas adultas de 65 años o más
- Personal estratégico (salud, fuerzas de seguridad)
¿Cuáles son los factores de riesgo?
- Enfermedades cardiovasculares (infarto, insuficiencia cardíaca, hipertensión)
- Diabetes
- Dislipemia
- Enfermedades respiratorias (asma, EPOC, fibrosis quística)
- Cáncer
- VIH
- Retraso madurativo
- Insuficiencia renal crónica
- Obesidad mórbida (superior a 40 de índice de masa corporal)
- Personas residentes en geriátricos y centros de rehabilitación
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