Grieta religiosa. Sin hablar del conflicto por la “Virgen del Cerro”, en Salta empezó la festividad del Milagro
El arzobispo Mario Cargnello lideró la celebración que culminará en septiembre próximo; subrayó la importancia de que los cristianos “deben sembrar paz y misericordia”
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SALTA (Enviada especial).- La comunidad católica salteña llegó al inicio de la celebración del Milagro -una de las festividades religiosas más importantes de América Latina- con la posibilidad abierta de que la Iglesia local viva un cisma. Sería la derivación del conflicto entre las monjas del Carmelo y la institución católica provincial a causa de la devoción de la “Virgen del Cerro” a la que adhieren las religiosas de clausura, pero no reconoce oficialmente el Vaticano ni la institución a nivel local.
El inicio de la celebración marcó la reaparición en una celebración de magnitud del arzobispo Mario Cargnello después de enfrentar la denuncia por supuesta violencia de género y económica de las monjas del convento de San Bernardo. La presentación dejó al descubierto la grieta religiosa originada en la devoción de la “Virgen del Cerro” que si bien en Salta era conocida no había trascendido públicamente al resto del país desde donde llegan, principalmente, los visitantes de la ermita ubicada en el barrio Tres Cerritos.
En una ciudad colmada de turistas, la entronización en los laterales del altar mayor de la Catedral de las imágenes del Señor y de la Virgen del Milagro movilizó a cientos de católicos que colmaron el templo y parte de la plaza, desde donde se pudo seguir la ceremonia por una pantalla gigante. Los fieles parecieron ajenos a que el último año fue muy complicado para la Iglesia salteña. La conmocionaron, además de la denuncia contra Cargnello y otros tres sacerdotes, dos condenas a religiosos.
En su mensaje de esta tarde, el arzobispo transitó otros temas que preocupan a la Iglesia. Sostuvo que “se abre una etapa de camino a la esperanza”, pidió por quienes tienen “la valentía de luchar por la vida humana desde la concepción a la muerte natural” y oró por los “migrantes” y por la comunidad.
En marzo pasado, la Justicia condenó a cuatro años y medio de prisión efectiva al exobispo de Orán, Gustavo Zanchetta, por abuso sexual continuado agravado contra dos exseminaristas y, hace un año, el sacerdote Agustín Rosa Torino, recibió una pena de 12 años de cárcel por abuso sexual gravemente ultrajante agravado contra dos víctimas y abuso sexual simple contra una más.
Festividad de más de 300 años
La ceremonia de este sábado dio inicio a la festividad que cumple 330 años y que culmina a mediados de septiembre cuando miles de fieles caminan cientos de kilómetros desde toda la provincia hasta la Catedral. No hubo afuera del templo ningún apoyo a las monjas como el abrazo silencioso al convento de inicios de mayo pasado; tampoco se repitió el reclamo de algunas organizaciones de hace una semana, cuando pidieron que Zanchetta cumpla la condena en la cárcel y no en la casa para curas jubilados en el monasterio Nuestra Señora del Valle. Fue beneficiado con la prisión domiciliaria por problemas de salud.
Cargnello tiene una orden de restricción y no puede acercarse a menos de 300 metros del convento de San Bernardo, donde sigue asignado un policía. Esa limitación implica, por ejemplo, que algunas procesiones en las que participa el arzobispo deban rediseñar el recorrido para no pasar frente al Carmelo o que él tenga que redefinir lugares para sus reuniones fuera de su casa al lado de la Catedral. Los dos edificios están separados por apenas 800 metros.
La última ceremonia importante en concurrencia que había oficiado el arzobispo fue la misa de Pascua, a pocos días de haber sido denunciado ante la Justicia. Entonces, ni siquiera elípticamente se refirió a la situación. Tiene vedado por la Justicia referirse públicamente a las monjas y, en la celebración de este sábado tampoco hubo menciones de ningún tipo, ni siquiera indirectas al conflicto.
La presentación de las 18 carmelitas que en abril pasado estaban en el convento de San Bernardo ingresó en tribunales horas antes del inicio de la Semana Santa. “Las situaciones de hostilidad, que se dieron desde 1999, llevaron a que la madre superiora decidiera hacer esta denuncia, porque las carmelitas descalzas necesitan vivir sin violencia, cuidar su integridad física, que respeten sus creencias y la autonomía del monasterio”, dijo la abogada de las religiosas Claudia Zerda Lamas. Hasta ese momento nadie hablaba públicamente de la “Virgen del Cerro” aunque toda la comunidad católica salteña sabía que ahí estaba el corazón de la disputa.
Historia de larga data
La afluencia de devotos de la “Virgen del Cerro” no se detiene por la pelea interna entre las monjas y el Arzobispado. En tiempos de vacaciones, como los actuales, se suman a los colectivos que llegan desde distintos puntos del país, los turistas que hacen la visita como un atractivo más de la ciudad. Los salteños, muy devotos de la Virgen del Milagro, se muestran más alejados de esa veneración a la que algunos, incluso, apuntan como “más para los de afuera”.
Las carmelitas son integrantes de la fundación Obra Yo soy la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús y Yo soy el Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús que administra las actividades en los Tres Cerritos, donde no se cobra nada a quienes llevan. Además son ellas las que recibieron la donación del terreno donde está la ermita y lo cedieron a esa entidad.
El conflicto por este “aval” del Carmelo llegó al Vaticano que, mediante un documento emitido antes de la denuncia judicial, les pidió que no se involucren con la “vidente”, como llama a María Livia Galliano, la mujer que dice tener las “apariciones” de la “Virgen del Cerro”.
En ese texto del 30 de marzo también les anuncia que designará un “auxiliar apostólico” (que se entiende como un “comisario”). Casi cuatro meses después no hay novedades. Aunque se contactaron a varios religiosos y religiosas para asumir ese cargo, nadie aceptó. Una muestra más de la incomodidad que genera el conflicto en toda la Iglesia. El cuarto denunciado por las religiosas fue el vicario judicial salteño, Loyola Pinto de Sancristóval, quien les fue a notificar el documento vaticano.
Quienes ascienden al cerro mantienen el rezo del rosario y veneran la imagen de la Virgen, aunque María Livia no se presenta desde 2019. Antes solía caminar entre los devotos y apoyar sus manos sobre los hombros de los fieles. Primero se hablaba de una “imposición de manos”, pero como ese gesto está reservado por la Iglesia para sus ministros, quedó fuera de uso.
Ante las consultas de este medio, desde la fundación eligieron el silencio. Tampoco los abogados de las monjas hicieron declaraciones, aunque ya no les rige esa imposibilidad que corrió para los letrados de ambas partes durante unas semanas.
En paralelo a la denuncia por violencia de género, en el Juzgado de Violencia Familiar y de Género 3, a pedido del abogado de Cargnello, Eduardo Romani, se inició una investigación preliminar en la Fiscalía de Delitos Económicos sobre la administración de los bienes del Carmelo. El arzobispo, además de negar cualquier hecho de violencia de género, dijo ante la Justicia que no tiene ningún vínculo con la economía del convento.
La orden de las carmelitas descalzas es autónoma en esa área aunque tienen la obligación de rendir cuentas al Arzobispado. También el Vaticano sostuvo que la tarea de administración debía ser ejercida por una persona diferente a la priora que es quien la realiza. El convento tiene varias propiedades alquiladas. Su administrador es Carlos Mentesana y el síndico es Carlos Obeid, esposo de María Livia Galliano. La fundación se presentó en la investigación económica aun sin ser parte del tema, reservado al San Bernardo y al Arzobispado.
En la actualidad, en una de las habitaciones del Carmelo se venden rosarios y estampitas. Salvo algunas que llevan la imagen de San Benito, la mayoría son de la “Virgen del Cerro”. Claro que eso también pasa en los locales comerciales de recuerdos, pero en este caso es un convento.
En la denuncia, las monjas refirieron que el arzobispo les cobraba un “estipendio” por las misas semanales que celebran en el convento los curas -eran $500 y dejó de hacerlo después de que los “visitadores” del Vaticano dijeran que no correspondía- y que le habían prestado dinero en 2001: eran $9000 cuyo cobro no reclamaron ahora. Para la Iglesia es una muestra de que, en ese momento, la relación entre ambas partes era “fluida, buena”.