Graduados de la pandemia: cómo se preparan para entrar en acción la nueva camada de médicos y enfermeros
Los profesionales de la salud que se recibieron en medio de la crisis sanitaria dicen que la epidemia impidió que pudieran hacer de modo correcto sus prácticas, pero destacan el hecho de haber vivido un hito en la ciencia
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Rindió su último final en marzo pasado. Juan Manuel Silva Villalba tiene 25 años y forma parte de una generación de médicos que se recibió en plena pandemia, y en pocos días dará su examen de ingreso a la residencia. No ve la hora de que llegue ese momento para sumar sus fuerzas al sistema de salud y darle batalla al coronavirus. “Terminé la cursada en 2019, y el año pasado deberíamos haber hecho las rotaciones en el hospital, pero a la semana de haber empezado se suspendieron”, cuenta Villalba, y luego grafica: “Fue como darle un caramelo a un nene y en el momento en que empieza a saborearlo se lo sacan de la boca”.
El flamante graduado de la Universidad Católica Argentina (UCA), como muchos de sus compañeros, suplió las prácticas obligatorias presenciales con actividades de simulación en el Laboratorio de Destrezas y Habilidades Médicas de la facultad, donde los estudiantes pudieron aplicar las técnicas necesarias para hacer frente a distintas situaciones de la práctica médica, como el hisopado nasofaríngeo en épocas de coronavirus, por mencionar un caso.
Con qué debilidades y fortalezas dará sus primeros pasos esta nueva camada de profesionales es uno de los interrogantes latentes. Todos reconocen que salen a la cancha sin la práctica suficiente, pero ninguno esconde que el contexto excepcional abre una ventana de experiencias inéditas para la historia de la medicina. En sus manos está la oportunidad de renovar las fuerzas para seguir en la batalla.
Silva Villalba ya eligió su especialidad. Lo suyo es la cardiología, pero ante el contexto de emergencia que impuso el Covid-19 en todo el mundo, es consciente de que deberá responder ante situaciones críticas y extraordinarias. Y asegura que está listo. “La facultad nos preparó muy bien para entrar al hospital. Sé lo que tengo que hacer con un paciente con Covid, cómo actuar si se presentan dificultades. Puede que aún no tengamos la práctica necesaria, pero nos ocupamos de estar siempre actualizados”, explica Villalba, que es el primer médico en una familia de abogados y contadores. Si todo va bien, el próximo 1° de octubre ya estará dando sus primeros pasos en la residencia, y en el top 3 de las instituciones a las que aspira ingresar están el Hospital Británico, el Italiano y el Hospital Fernández.
Con 39 años recién cumplidos, Jacqueline Toledo empezó su carrera de medicina en la Universidad de Buenos Aires. Hoy, a los 46, es una de las graduadas de la pandemia, y quizá por su experiencia de vida y las ganas de salir a la cancha cuanto antes, Toledo advierte que nunca se quedó en su casa, ni siquiera durante el aislamiento. Y para que no haya malos entendidos, la flamante médica explica que eso fue posible por su participación en cada voluntariado y campaña de vacunación en que pudo anotarse. “En el segundo año de la carrera comencé con los voluntariados. Siempre me gustó, pero con la pandemia todo esto se intensificó. Participé primero en campañas de vacunación antigripal para adultos mayores, y luego con otras amigas y colegas iniciamos un voluntariado en Parque Sarmiento para asistir a personas en situación de calle. Gente que no tenía donde hacer el aislamiento por la pandemia”, cuenta Toledo, que jamás imaginó que su última etapa de la carrera podría ser tan agitada.
“Había gente que me decía que me estaba exponiendo demasiado. Pero yo estaba justo donde quería. A mis 46 años comenzaba a disfrutar de la profesión con la que siempre había soñado –reflexiona Toledo–. Jamás había imaginado que terminaría mis estudios en medio de una pandemia. Parecía una situación de película. Estaba en la primera línea de fuego y dando mis primeros pasos como médica”, dice exultante Toledo, que quiere especializarse en cuidados paliativos y medicina del dolor.
A pesar de ser la mayor de su camada, nunca sintió que por la edad sus compañeros la trataran diferente. De hecho, sus mejores amigas las hizo en la facultad. Como sabía que estudiar medicina iba a ser muy demandante y absorbería todo su tiempo, entre algunas de las decisiones que tomó incluyó la posibilidad de no tener hijos. “Fue una elección para poder dedicarme de lleno a la carrera. Sostenerme económicamente también fue otra complicación, y para cumplir con lo que tenía que pagar preparaba viandas y se las vendía a los artesanos de Plaza Francia”, confía Toledo.
Aunque siempre estuvo activa, Toledo coincide en que no haber podido hacer las rotaciones en el hospital durante el año pasado fue una desventaja: “No tuvimos ese roce con los pacientes que te da la práctica diaria en el hospital, pero también creo que esta situación extraordinaria nos transformó a todos, y para los que nos dedicamos a la medicina este es un momento único en la historia”.
Exposición
Codo a codo con los médicos, el trabajo de los enfermeros fue uno de los más expuestos desde que empezó la pandemia, y en medio del déficit histórico de graduados en esta especialidad, su trabajo indispensable fue más notorio que nunca. Desde que comenzó la pandemia, los enfermos y las enfermeras son verdaderos protagonistas dentro de los equipos de salud, y el problema de la escasez trajo como consecuencia niveles de estrés, agotamiento y fatiga inusitados entre los que se dedican al cuidado básico de los pacientes.
Natalia Rizzo rindió los exámenes finales de la licenciatura en Enfermería de manera virtual, y el 24 de febrero pasado se recibió. Es una de las graduadas de la UCA que tuvo que defender su tesis vía Zoom. “Fue muy raro cuando terminé de rendir y lo primero que hice fue apagar la cámara. Tenía que esperar que los profesores deliberaran, y yo del otro lado de la pantalla, sola en la habitación”, recuerda Rizzo, que expuso su trabajo final sobre anticonceptivos en embarazadas y puérperas.
A ella, la pandemia la encontró trabajando en un centro de atención primaria, en Almirante Brown, y en marzo pasado también se sumó a la campaña de vacunación contra el Covid-19. “Al principio todos teníamos miedo de contagiarnos. Con el correr del tiempo te vas haciendo fuerte, te acostumbrás el nuevo escenario de trabajo y vas perdiendo el temor. Pero muchos necesitamos acompañamiento psicológico para lidiar con la pandemia –cuenta Rizzo-. Tuvimos que lidiar con todas medidas de protección, y ese fue uno de los cambios más notorios en el trabajo del día a día”.
Como técnica en enfermería, Rizzo llevaba varios años en el sector de salud, pero confiesa que la combinación entre la pandemia y la decisión de hacer la licenciatura hizo que cambiara la forma de ver su profesión. “Me abrió la cabeza, y en la facultad me di cuenta que hay mucho terreno para avanzar en la investigación. También creo que la pandemia marcó un antes y un después en la enfermería. Siempre trabajamos duro, pero el Covid hizo que la gente se diera cuenta de eso como nunca antes. Una estaba acostumbrada a escuchar frases como‘Muchas gracias doctor’ y ‘eternamente agradecida doctora’. En cambio, ahora las felicitaciones de la gente también llegan a nuestros oídos”, señala Rizzo.
Rizzo no sabe con exactitud cuántas vacunas lleva aplicadas durante los últimos meses, pero sí hubo tardes en las que el equipo del que forma parte en el Centro de Vacunación, en Malvinas Argentinas, pinchó el brazo de alrededor de 500 personas. “A veces viene gente que se acuerda de mí, que fui yo la que les di la primera dosis”, cuenta sonriente.
La principal desventaja que observa Rizzo de haberse recibido en esta época, aunque no se aplica en su caso, es también la falta de práctica que impuso el aislamiento, y que hizo que a muchos de sus compañeros que aún no tienen experiencia les resultara difícil pararse en la postura de enfermeros. “Sin haber tenido contacto y roce con los pacientes es complicado. Pero lo positivo es que toda esta crisis nos hizo salir a la luz. Nos dio confianza a los profesionales para hacerle frente a una crisis sanitaria como esta”, concluye Rizzo.
La experiencia de Nicole Kiva Foster, que se graduó en la Universidad Austral, es similar a la de sus colegas, aunque se hayan recibido en distintas casas de estudio. Igual que Villalba, ella también es la primera médica de la familia, y su especialidad es la cirugía general. “Arrancamos las rotaciones en el Hospital Austral en enero del año pasado. Pero como nos pasó a todos, cuando la pandemia llegó las prácticas se cancelaron. Luego pudimos retomar en centros externos al hospital, y con permisos especiales. Pero obviamente fue todo muy difícil -reconoce la flamante médica-. En un momento todo era incertidumbre. La última materia que teníamos que rendir era emergentología, y los jefes de cátedra son los mismos terapistas del Hospital Austral, que estaban trabajando sin pausa”.
Para Kiva Foster, no haber podido “cambiarse” para entrar a un quirófano y participar de una práctica quirúrgica fue una de las cuestiones pendientes. “Lamentablemente, el Covid hizo que no pudiéramos entrar a las habitaciones de los pacientes, que no nos pudiéramos cambiar para una cirugía y que no pudiéramos acceder a casi ningún lado. Pero la pandemia sí nos abrió la cabeza en cuanto a la relación médico-paciente. El aislamiento hizo que mucha gente estuviera sola, sin poder estar cerca de sus familiares en sus últimos días, y la interacción con los profesionales de la salud era su única chance. Creo que el acercamiento en esta relación es algo que quedará para siempre”, sostiene la médica.
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