“Golpeás una puerta y no sabés cuántas familias vas a encontrar”: el complejo operativo para relevar las villas
En los barrios populares, el censo nacional tiene un despliegue especial en función de la alta densidad de población que suelen tener las viviendas
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Casa, rancho, casilla, departamento, pieza ocupada en inquilinato, hotel familiar o pensión, local no construido para habitación ocupado y vivienda móvil ocupada. Todos ellos son los términos utilizados en el cuestionario del Indec para definir la vivienda particular de los ciudadanos argentinos. En las villas, el censo nacional se extendió a lo largo de la jornada con un operativo especial para relevar zonas donde las viviendas suelen estar densamente pobladas, el acceso para los censistas es más complejo y en un mismo espacio conviven varios hogares con diferentes familias.
En la villa 21-24, del barrio de Barracas, en el sur de la ciudad de Buenos Aires, el relevamiento requirió un despliegue de 1300 censistas para cubrir las 35 manzanas que componen su territorio; allí, según las últimas estadísticas del gobierno porteño, viven 40.000 personas. Ese número será actualizado con el Censo 2022 y se prevé un aumento demográfico en este conglomerado.
Una de las tres bases del operativo se montó en la Escuela N° 6, sobre la avenida Iriarte. La calle en la que se suceden depósitos, talleres mecánicos y viviendas de ladrillo a la vista, normalmente muy transitada, tuvo hoy una mañana tranquila. La calma se reflejó en la villa, donde la mayoría de los vecinos permaneció en sus hogares a la espera del censista. El barrio popular comienza detrás del “Chiqui Tapia”, el estadio del club de fútbol Barracas Central, y se extiende hacia el Riachuelo con casas de hasta cinco pisos que se superponen en un laberinto de cemento.
A las 7.50 se inició el operativo, coordinado entre las autoridades porteñas y nacionales para hacer el censo. Se tomó lista a los censistas –muchos de ellos, vecinos del barrio– y se les dio un breve curso. Ya equipados con pechera, formulario y lapicera, se desplegaron por los pasadizos a relevar las viviendas. En la escuela, ante la ausencia de varios censistas, estos fueron reemplazados por los suplentes; había una cantidad de suplentes equivalente al 10% de los 224 encuestadores afectados a ese territorio y todos debieron asumir la función de entrevistar.
“El censo acá es complejo por el tema de la infraestructura de cada vivienda. En una tradicional, entrás y te encontrás un hogar por vivienda, como mucho dos. Pero acá entrás y puede haber un inquilinato compuesto por 10 hogares. Golpeás una puerta y no sabés con cuántos hogares te vas a encontrar. Antes se hacía un censo de hecho, que era como la foto de donde pasó la persona la noche anterior. Acá es más extenso, hay que censar a las personas que están viviendo ahí hace cuatro días o más, saber si comparten techo y gastos alimenticios. Así es cómo se compone un hogar. Tenemos que registrar la habitualidad en la casa y la permanencia en el lugar”, dijo a LA NACION Elizabeth Fernández, jefa de fracción asignada a la villa 21-24.
Aunque varias personas vivan juntas, si tienen gastos alimenticios separados representan cada una de ellas un hogar diferente. “Hay que entrar y saber cómo está viviendo y cómo se compone esa familia”, agregó, y destacó que el censo digital ayudó a agilizar el procedimiento porque el cuestionario presencial de 61 puntos se redujo a 2 (en los casos de quienes lo completaron online) y solo se pregunta cuántas personas habitan el hogar y sus sexos.
En grupos o solos
Dentro del barrio, los censistas emprendieron su tarea en grupos o en solitario. Por momentos los pasillos se vuelven tan angostos que los que estaban en grupo se aplastaban contra la pared para dejar pasar a las personas que querían transitar por allí. Los entrevistadores repitieron la dinámica de golpear las puertas al grito de “¡Censo!” y siempre preguntando primero al vecino si había completado el cuestionario digital. Si la respuesta era negativa, avanzaban con la planilla en papel: si los habitantes comparten alimento, para definir si es un mismo hogar o varios, y quién es el “jefe o jefa” de la vivienda. Por la densidad en la cantidad de viviendas, es fácil perder el registro de las que fueron relevadas, por lo que al terminar el cuestionario pegaban en la puerta un sticker con la leyenda “vivienda censada”.
“Como muchos somos del barrio, conocemos los pasillos, entramos y salimos sin problemas. Soy vecina, hace 35 años que estoy en el barrio”, dijo la censista Gloria después de encuestar una casa con nueve habitantes. “La particularidad acá es que hay que tener empatía y cordialidad para poder ingresar a todas las viviendas, identificar cuántas familias viven y cuántos hogares son. Siempre hay un jefe o jefa de hogar que te da los datos. Ya estaban esperando a los censistas”, relató. De acuerdo con lo informado por los funcionarios a cargo del operativo, varios de los vecinos solicitaron que los censen más temprano para no perder el día de trabajo.
Gloria censó a Perla Godoy, de 64 años, jubilada, que pasó casi toda su vida en el barrio. “Hace más de 50 años que vivo acá. Cambió la gente del barrio, hay más extranjeros y se pobló muchísimos en estos años. Soy jubilada, pero trabajo en un negocio mío vendiendo cosas”, contó.
Gladys reside hace 46 años en la 21-24. “Vivimos cuatro personas acá. Soy pensionada. Hay mucha diferencia a años anteriores porque está más poblado. Hace un tiempo querían erradicar esta villa. Les dieron préstamos a las personas para comprar afuera, pero algunos nos resistimos y nos quedamos. Después se volvió a poblar. Ya me censé. Lo hice en presencia y no demoró mucho. Se están censando todos sin problema y respeto a los censistas”, describió Gladys.
Recuerdos
Miguela tiene 60 años. “Vivo hace 40 acá, pero nací en Misiones. Revolviendo anoche los papeles encontré el comprobante del censo de cuando vivía con mi hija chiquita”, dijo, y mostró un talonario amarillento de cuando fue censada en 1991 en una dirección a pocas manzanas de su domicilio actual. ”No me puedo ir del barrio, probé irme a Misiones en la crisis de 2001 y volví. Corrí con la crisis, pero fue para peor. Volví con una mano atrás y otra delante. Nuestra provincia estaba peor. Acá empecé a trabajar todos los días. Ahora soy pensionada y estoy sin trabajo por un tema de salud”, relató.
Jormar Javier, de 38 años, es venezolano y llegó a la villa 21-24 en 2019 con su esposa y sus dos hijos. Luego de completar el censo, partió rumbo a Retiro a buscar a su sobrino que también emigró de Venezuela y va a residir con ellos. ″Alquilo acá y trabajo en construcción. Soy mecánico industrial, en Venezuela trabajaba en mi especialidad en Techint; estuve 13 años trabajando en la empresa. Vine con la idea de trabajar en la industria metalúrgica, pero no pude conseguir”, afirmó. Y concluyó: “Este es un barrio complicado. Salgo temprano, a las 8 o las 9, y trato de llegar a las 18 por seguridad. Me estoy queriendo mudar a La Boca”.
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